miércoles, 7 de septiembre de 2016

PT281 + Lo infinito y lo inacabado

Tampoco puede un cuerpo infinito ser uno y simple, ni, como algunos afirman, lo que existe fuera de los elementos y de lo que éstos proceden. No puede existir en absoluto.
Aristóteles, Fís. Γ 5, 204 b 22
Septiembre.

Vuelta a las rutinas. Incluyendo escribir un poco de vez en cuando. Porque hay rutinas agradables y desagradables. Hay un cierto nivel de sorpresa y novedad en las usanzas más mecánicas y patrones predecibles en el caos más absoluto.

Quizá el nivel de rutina y de ausencia de ella que cada cual es capaz de tolerar varía mucho de una persona a otra. Según los teóricos de la sociología del trabajo la rutina completa o la ausencia completa de ella son unas de las condiciones laborales más insoportables, pero sea o no la actividad diaria repetitiva, el retorno de vacaciones si que consigue proporcionar un cierto "encuadre", un ritmo marcado por los horarios del trabajo, por los estudios y por los entrenamientos que hacen que las semanas trascurran con una cierta homogeneidad frente al aparente nivel de entropía que hay en el periodo de asueto. Por cierto que desde el punto de vista termodinámico el desorden puede ser entendido como "gasto" y el orden y la rutina como "ahorro", algo que se hace isomórficamente doloroso cuando uno ve el extracto bancario a primeros de septiembre.

El periodo de vacaciones, al menos la primera parte de él, ha estado marcado por mi (breve) participación en la PT281+. Un ultramaratón en Portugal duro y desagradecido (por lo menos conmigo), en el que hube de retirarme en el kilómetro 122, con el GPS marcando 125 kilómetros debido a algún desvío extra e innecesario que si bien fue razonable y asumible en una distancia de esta envergadura, ciertamente me hizo mella psicológica en una carrera en la que experimentábamos por primera vez recorrerla navegando con un GPS de mano.

A pesar de la distancia, una retirada temprana cuando aún no había llegado a la mitad de la prueba ni a una tercera parte del tiempo previsto para hacerla. En cualquier caso, una carrera a la que llegué sin sensación de estar en forma a pesar del trabajo hecho, en la que salí despacio y arrastrándome, con malas sensaciones (y no por reservar energías para más tarde) y en la que no me encontré bien casi en ningún momento salvo por la grata compañía de Javier y Antonio, que me llevaron tirando "del gancho" hasta que, relativamente pronto, vi que no iba a poder conseguir acabarla.

Aunque ciento veinticinco sea la segunda distancia más larga que he corrido, la décima vez que paso de los cien kilómetros y un dignísimo "entrenamiento", me deja con la sensación de algo inacabado. Algo sin terminar. Algo que los griegos como Parménides, Platón o Aristóteles hubiesen designado con un término peyorativo: "INFINITO".

La lechuza de Minerva levanta el vuelo al atardecer,
pero a mi me ha ido persiguiendo este agosto el cuervo de Odín,
que algo quiere decirme y creo que sé lo que es:
"Corre, idiota. Corre y no le des más vueltas"
Para el pensamiento griego algo sin límites definidos es informe, inacabado, a medio hacer. Algo infinito, es algo incompleto, algo inconmensurable... y lo que no se puede medir no es algo mejor, sino todo lo contrario. Lo perfecto tiene que ser necesariamente muy finito. Muy "acabado".

Nuestra tradición judeocristiana ha pervertido el concepto de infinito al tratar de ajustar las imposibles paradojas de la escolástica sin comprender que algo "mayor de lo cual nada puede ser pensado"... simplemente no puede ser pensado. Es un sinsentido.

"Ser infinito" son dos conceptos contradictorios reunidos de manera perversa. Como "círculo cuadrado". El concepto de "ser" implica finitud, delimitación, una esencia, una serie de características que "inhieran" en la sustancia, que formen una parte consustancial de algo, que lo limiten, que le den forma. Lo indefinido, lo "infinito" no puede referirse a nada por más juegos poéticos que se quieran hacer.

Podría referirme perfectamente a esta carrera como "infinita", para transmitir una sensación. La de que cuando empiezas tienes tanto por delante que no puedes abarcar en tu mente todo lo que te queda, pero ciertamente era tan limitada que un archivo cargado en el dispositivo garmin te podía llevar como un triángulo dentro de una linea desde el inicio hasta el final, metro a metro, si tu cuerpo y tu mente estaban preparados.


La sensación es además de que este año se ha quedado el objetivo sin cumplir, incompleto, que de alguna manera hay que darle como fallido a pesar de los valiosos aprendizajes que ha aportado, en especial en el campo de la nutrición más que en el de la navegación por satélite.

Y lo que queda a medias, en cualquier aspecto de nuestra existencia, nos sigue reclamando una explicación y un acto de compensación. Un cierre. Un final. Un acabar de alguna manera. Nos sigue llamando desde el fondo de la mente y mucho más si tratamos de no pensar en ello. Pensar las cosas hace que las olvidemos, tratar de olvidarlas las hace presentes en todo momento a cierto nivel subconsciente.

Así que ahora queda buscar ese acto de compensación. Esa carrera que quite el mal sabor de boca acabándola, sintiendo de nuevo las buenas sensaciones que hacen que esta actividad te enganche.

Todo llegará.

“El mar, el cielo, la montaña, las islas, vinieron a aplastarme en una sístole inmensa, después se apartaron hasta los límites del espacio. Pensé débilmente y sin tristeza en el relato que había intentado articular, relato a imagen de mi vida, quiero decir sin el valor de acabar ni la fuerza de continuar.”

Samuel Beckett