jueves, 21 de enero de 2016

Reyes de la montaña

¡Oiga! ¡Que a una mujer le dé por repartir espadas mojadas no es base para un sistema de gobierno!¡El supremo poder ejecutivo deriva de la voluntad de las masas, no de una absurda ceremonia acuática! No pretenderá ostentar el supremo poder ejecutivo porque una furcia natatoria le tiró una espada… Lo mismo podía ir yo por ahí diciendo que soy Emperador porque una tia me lanzó una cimitarra… ¡Me llevarían al manicomio!
Los caballeros de la mesa cuadrada (1977) Terry Gilliam
Este año parecía que el periodo navideño había pasado sin que me sirviese de inspiración literaria pero, mira tú por dónde, aunque un poco tarde, ha acabado por salir una trilogía:

Aquí y aquí y, claro, aquí.

Hemos pasado los primeros días de enero sobrecogidos por el horror, con el corazón en un puño por aterradores señales de un apocalipsis que se cierne sobre Occidente. Reinas magas, reyes magos vestidos como si acabasen de salir de las rebajas de Desigual, el vestido de la Pedroche, un bebé en el parlamento, una señal del fin del mundo cada día que pasa. Todo cosas que merecen ríos de tinta y debates interminables que no dejan tiempo para hablar de otros temas: formación de un gobierno "imposible", juicios por las tarjetas black al exministro de economía Rato, otro al marido de la hija del anterior jefe del estado, las muertes del Madrid Arena... minucias... minucias simultaneas y coincidentes con una campaña sin precedentes de apocalípticas preocupaciones por las condiciones bajo las que hacer creíble a los niños la existencia de SS.MM de Oriente. Menos mal que no soy conspiranoico. Si no pensaría que "nos la quieren meter doblada".

Estos día ha habido muchos reyes en los medios de comunicación de masas. No precisamente los últimos dos borbones y su posible (¿probable?) conexión con los negocios del antiguo Duque de Palma, sino esos que reparten caramelos a los niños, los que llevan barbas postizas, la cara pintada de betún y anacrónicos ropajes para representar los presuntos magos que fueron a adorar al personaje (quizá ficticio también) protagonista de los Evangelios.

Aquí reyes magos con vestidos "de verdad"
Aquí reyes magos con vestidos "de mentira"
Sobre reyes destronados, me he encontrado que recorría un informe las redes, en el habitual y atractivo tono alarmista que facilita su propagación, sobre una generación de reyes de la montaña, la élite de ultratrail, que han sido diezmados una plaga de sobreentrenamiento como los dinosaurios se extinguieron en su momento. De forma abrupta y rápida.

Vivimos tiempos de noticias apocalípticas. Para todo y cada vez más el titular tiene que ser radical. Tiene que parecer imprescindible de leer. Algo que cambie y remueva tu percepción del mundo. Un "nunca creerías esto". Esto de las noticias diarias, en lo político y en lo científico, hablando de las fuerzas políticas emergentes o del alimento mágico de moda parece una escalada inacabable para captar la atención de los lectores potenciales, para atraer el tráfico web. He aquí la noticia:

http://www.outsideonline.com/1986361/running-empty


¿La Estrella de Belén o el Apocalipsis?
A lo mejor soy un cínico, lo reconozco, pero leyendo el artículo, no encuentro ninguna evidencia aparte del típico discurso relacionando el sistema inmune y la "inflamación" tratada de forma misteriosa y genérica, un fetiche muy usado en cierto tipo de discursos pseudocientíficos cuando se quiere meter miedo al personal. Los alimentos prohibidos, de hecho, suelen ser acusados de ser "inflamatorios" y los superalimentos mágicos que lo curan todo suelen tener un efecto "anti-inflamatorio". Ambos efectos, claro, normalmente indemostrables en laboratorio.

El artículo (no investigación) se centra en el caso de Mike Wolfe, que tras hacer la mitad de la Transvulcania siguiendo la cabeza de carrera al ritmo de Kilian Jornet, se descuelga, "peta" y "terminó en décimo tercera posición confundido y defraudado por su rendimiento"...

Otro quizá hubiera pensado "hostias, darling, va a resultar que no soy Kilian Jornet", pero nuestro amigo atribuye el aparentemente poco meritorio y desastroso resultado (la posición trece en una de las carreras más importantes del mundo es muy deshonrosa, yo lo consideraría una catástrofe) a un síndrome de sobreentrenamiento que ha hecho que "En los últimos siete años han visto el ascenso y caída de al menos una docena de competidores de élite". Para llegar a esta conclusión, sin aportar estadísticas, se citan varios casos particulares que también podrían interpretarse como "rápido relevo generacional", "jóvenes promesas que no han cuajado" y "glorias venidas a menos".

En cualquier caso una falta de respeto hacia otros deportistas que se esfuerzan, no llegan a tanto y no lo atribuyen a un misterioso síndrome.

Porque, damas y caballeros, lo que aquí me parece que anda suelto entre estos reyes y reinas del trail es otro síndrome. Ese que hace que la corredora que va cuarta y ve que no alcanza el podio se retire con unas "molestias" que no le impiden doblar entrenamiento al día siguiente. Eso que hace que quien tiene un rendimiento mediocre con respecto a la élite proyecte sus limitaciones con los "paquetes" y los "finishers" a los que logra ganar y pida en las redes que se limite la participación de "mantas" en estas pruebas para ponerse por encima de ellos.

Es el síndrome de la falta de respeto por los que corren más que ellos y por los que corren menos. Ellos serían Kilian si no fuese "por lo suyo" y es un fracaso entrar a mitad de carrera (imagínate tú, panzón, que solamente logras acabar el recorrido en el tiempo máximo fijado por la organización).

Pero, a lo mejor, es que soy un malpensado.
Os pido disculpas por ello.



lunes, 4 de enero de 2016

Annus MMDCCLXIX ab Vrbe condita

Una vez compré a mis hijos para Navidad un set de pilas con una nota que decía: juguetes no incluidos...
Como cada vez que se acerca el solsticio de Invierno y el final del décimo mes, aunque algunos han estado masticando turrón desde los idus de noveno,... nos hemos lanzado a repetir nuestros rituales saturnales como si, esta vez, fuesen a dar un resultado muy diferente al de ocasiones anteriores. El resultado habitual, en el lado negativo, es sobrepeso, embriaguez, culpa y arrepentimiento... aunque tienen de bueno que sirven de excusa al reencuentro de amigos, familia, conocidos y (o) personas queridas.

A partir del solsticio, los días se alargan. La noche retrocede. Se empieza arbitrariamente un nuevo calendario de doce meses con la esperanza de un nuevo comienzo. Se mira sobre las nieves hacia la aparentemente cercana primavera en la que el mundo renacerá una vez más... aunque aún quedan muchos charcos por hollar.

Aún queda el ritual del día de reyes. Ese día casi indistinguible de cualquier otro salvo por la ingesta del roscón hipercalórico y porque a la infancia se la soborna otro día más con regalos y papeletas para el sorteo de una diabetes mellitus.

Según literatura no oficial tres magos se presentaron ante el
mítico Jeshua ben Joseph en la provincia romana de Judea,
cuyas aventuras y desventuras se relatan oficialmente en otra parte.

Entiendo lo de la Navidad y lo de la magia, quien parece que no lo entiende es quien me intenta convencer de ello bombardeando con sus mensajes desde el televisor.

Tiene sentido, perfectamente, que si alguien nunca toma dulces, un día al año se salte las reglas y se deguste un delicioso postre de Navidad. Que se coma cordero y se beba alcohol. No es que sea sano, no lo es, sino que que es un rito, una forma de compartir una fiesta, un exceso muy ocasional con otras personas. Tiene sentido cabal que un niño o niña experimente la magia de pedir una cosa y que esa cosa aparezca un día en su casa cuando se levante. Tiene más sentido quizá, eso si, para los niños de otros tiempos que no tenían casi juguetes, muchas veces ni ropa decente, ni calzado. En esos casos pedir, por ejemplo, un balón y que, la mañana del día seis de enero apareciese uno de reglamento al levantarse, además una mañana sin colegio, provocaba que se sintiese que había acontecido un suceso maravilloso y extraordinario, algo totalmente alejado de la experiencia cotidiana. Algo que iba a traer muchas horas de juegos con mucha gente.

Eso es la magia de la Navidad.

No tiene sentido, claro, atiborrar a juguetes, videojuegos y dinero para su autogestión por ellos mismos todo el año y que la carta a los reyes y Papá Noel (a ambos, claro, pobres criaturitas, no van a estar todas las vacaciones sin sus juguetes... y no van a quedarse sin reyes, con lo "ejpañoles" y casposillos que son los reyes magos (y los otros que salen por la tele pidiendo austeridad desde un palacio)... que las cartas sean un ejercicio de infinita avaricia, de pedir, de exigir todo a cambio de nada, que la criatura haga una larga lista de caprichos que serán satisfechos por todos los parientes a su alrededor, tíos, abuelos, etc., sobre todo en un marco en el que están acostumbrados a tener más juegos y juguetes de los que son capaces de utilizar. No hay ahí nada mágico, nada extraordinario, nada que se salga de su experiencia cotidiana.

De eso trata la magia, de alejarse de lo establecido, de romper con el esquema de lo esperado por los demás y, por extensión (de los demás), de uno mismo. Aún quedan muchos entrenamientos a oscuras, madrugones, aguantar chaparrones fríos y vientos helados que se meten en los huesos. Aún queda trabajo y rutina por hacer. Aún queda repetir el ritual para que, poco a poco, lleguemos a las sorpresas de las que nos vamos a hacer merecedores.

Pero hay que hacer magia este año. Hay que conseguir lo imposible. 2769 va a ser un año más para el mundo, como los 2769 de nuestra Era Romana o los incontables que hubo antes de la mítica fundación de la ciudad eterna si, pero cada uno puede hacer con su año lo que quiera. Tu 2769 puede ser un año especial, un año de cambio, un periodo que decidas rebelarte contra lo que te está reservado si no decides ir más allá de tus límites, si decides quedarte acobardado donde estás. Si no quieres aprender nada nuevo.


¡Nacer para perder, vivir para ganar!
Lemmy Kilmister