lunes, 22 de febrero de 2016

De pezón blando

Entre los brazos de los hombres está el llamado pecho y el de los demás animales entre las patas delanteras; en los hombres éste es razonablemente ancho (los brazos, al salir del costado, no impiden que éste ocupe un ancho espacio), en los cuadrúpedos, sin embargo, como los miembros se extienden hacia delante cuando caminan y cambian de posición, esta parte es estrecha. Por eso, los animales cuadrúpedos carecen de mamas en este lugar. Por el contrario, en los hombres, como el espacio es ancho y la región del corazón debe estar protegida, como ese lugar es carnoso, se sitúan las mamas, que en los machos son como la carne por la causa mencionada, mientras que en las hembras la naturaleza las ha empleado para otra función que aseguramos que realiza frecuentemente: guardar allí el alimento para los recién nacidos. 
Aristóteles De Partibus Animalium (Περὶ ζῴων μορίων), Libro IV, Cap. 10

Desde que empecé a correr comprendí que yo necesitaba algún tipo de profilaxis para evitar la erosión de esa parte de mi anatomía que no tiene una clara función en mi sexo aparte de producir, dependiendo del momento, gustirrinín o un dolor lacerante de mano de las abundantes terminaciones nerviosas que allí hay. Porque los pezones tienen eso, que están abigarrados de neuronas encargadas (no se sabe muy bien en el caso de los hombres para qué) de transmitir sensaciones a menudo dolorosas.

Los más veteranos del lugar, curtidos de décadas de correr con camisetas de algodón y acabar muchos entrenamientos temiendo más a los escozores de la ducha que a una "paralela" de Hacienda, me aconsejaban emplear camisetas de tejidos muy suaves, coolmax y similares, con un tacto parecido al de la seda. Porque si un pezón erosionado y sangrante duele un poco, cuando le entra el jabón en la ducha la sensación que te atraviesa de parte a parte te trae a la memoria las escenas más truculentas de El crimen de Cuenca o de Un hombre llamado Caballo.

Escena de la película El crimen de Cuenca en la que dos
voluntariosos funcionarios realizan una manicura al
antiguo estilo del benemérito cuerpo armado de la guardia civil a
un paisano que pasaba por allí.
Y sin embargo eso de las camisetas finas, no sirve para todo el mundo.

En mi caso la diferencia entre usar una camiseta con un tejido más áspero u otro de tacto más suave viene a ser la de utilizar una lija de grano grueso o de las de grano fino. Con las del "00" se tarda un poco más, pero, aparte de un "mejor acabado", terminan de la misma manera, desbastando la madera en un caso y, en el otro, eliminando por estrés mecánico, primero la epidermis, después los tejidos más profundos y sensibles hasta llegar a los vasos sanguíneos, los capilares, también abundantes, que alimentan los nervios abundantes de los dos pezoncillos.

Escena de la película Un hombre llamado Caballo.
Los primeros mamíferos, los ornitorrínquidos, afortunados ellos, no tenían ni tienen pezones ni glándulas mamarias. Es a través de glándulas sudoríparas especializadas en la zona del pecho que exudan el blanco alimento para sus crías. Cuando les salen las crías de los huevos (entiéndase con ese "salir de los huevos" que son animales ovíparos, no, por el contrario, a que se comporten de manera especialmente insolente e impertinente en lo que se refiere a la paternidad), chupan y succionan del pecho, que no de las tetas, de sus ornitorrínquidas madres hasta saciar su hambre.

Un par de pequeños y mamones ornitorrincos con su madre
Otros cohabitantes del planeta de nuestra clase Mammalia, aun siendo vivíparos como nosotros, tienen una bolsa donde terminan de "cocer el pastel" de la vida y en cuyo interior, aparte de varios marsupiales en distinto estado de desarrollo, está la fuente que suministra, como un grifo de cerveza a una cuadrilla de "corredores por el campo", CxC, el líquido manjar a sus crías. Una protección natural que muchos desearíamos dada la frontal exposición de nuestras mamellas.

Los pezones masculinos o "tetillas", aunque en algún caso el diminutivo puede llevar a engaño, no tienen una función en la nutrición de las crías de la especie. En esto estamos todo el mundo de acuerdo con Aristóteles. Aunque tengan cuidado todos aquellos que, por el motivo que sea, sigan el camino de la suplementación con substancias dopantes para la práctica deportiva. En estos casos no es infrecuente que se produzcan episodios de galactorrea y que al fornido varón culturista, al acerado macho ciclista, al rudo velocista ciclado, "se le suba la leche" como a un ama de cría y en el momento más inoportuno tenga que cambiarse de camiseta (o invitar a una ronda). Si no se tiene vocación de nodriza y, además, no se quiere acabar con el hígado y el páncreas como picadillo para chistorra, es mejor evitar este tipo de suplementaciones, aunque permitan adelantar un par de puestos en la clasificación de la carrera de Villaojete de Arriba y presumir luego en las redes sociales y hasta sacar pecho (de vuelta al tema) en el bar.

Los pezones vestigiales de los varones se forman en el feto antes de que se produzca la diferenciación sexual. Antes de que la testosterona entre en juego (sin testosterona en el proceso de desarrollo embrionario, todos los fetos se acaban convirtiendo en hembras) y añada otros elementos protuberantes a la anatomía, que si bien también pueden provocar el dolor de Príapo, compensan al varón con más alegrías que penas habitualmente.

Con un tiro en el pecho de un francotirador en el Mapoma 2007
Después de probar distintos tipos de tiritas convencionales, especiales para nadadores, esparadrapos, piel artificial, compeeds y vendajes quirúrgicos, finalmente acabé, como otros, encontrando un tipo de "tejido sin tejer", que es lo que pone en el paquete (con perdón), ya se que es una imposibilidad lógica, superadherente y fácil de retirar después. El artificio industrial aguanta seco y mojado durante horas... salvo cuando el jardín capilar alcanza proporciones selváticas y tiene uno que pelarse para no parecer un ewok (de lo que hace poco mi amigo Quique me acusaba).

Lo que no quita para que, de vez en cuando, se le olvide a uno ponérselo o por cualquier circunstancia caiga alguno de los protectores, como caen las flores de los cerezos agitadas por los vientos de marzo. En esos casos, toca sufrir el lacerante dolor que nos recuerda nuestra condición de mamíferos con el único consuelo y alegría de que los primates, al menos, tenemos un solo juego, una sola pareja de ellos, al contrario que la mayoría de los mamíferos placentarios que distribuyen varias filas entre pecho y vientre.


No os espante el dolor; o tendrá fin o acabará con vosotros.
Lucio Anneo Séneca (2 AC-65)