lunes, 30 de septiembre de 2013

Tiempo y agonía

Nos llama la atención al enterarnos, que la palabra "agonía" tenga su origen etimológico en la que los griegos empleaban para referirse al sufrimiento que se experimenta en la competición deportiva.

ἀγών, contienda, disputa, da lugar a la palabra que en nuestro idioma describe el sufrimiento extremo e insoportable o al periodo de tiempo que precede al último aliento de vida. Es una palabra terrible, por lo que hablar de experimentar agonía durante una carrera llevaría a reforzar en la gente esa idea equivocada que se forman de los corredores de ultrarresistencia. Ya ven estas pruebas como un lugar para masoquistas, un evento cuyo único objetivo es sufrir. No, el objetivo es sufrir lo menos posible, siempre, pero sin evitar o anestesiar el inevitable momento doloroso... de competición, de agonía.


Por cierto, la palabra también acabó por referirse al "nudo" de una obra en el teatro clásico porque, claro, la vida siempre, en el fondo, se trata de un conflicto. El teatro es una representación de la vida (o de unas vidas), y la lucha, la confrontación, es lo que proporciona el sustrato, un interés a la trama. Cuanto más terrible el conflicto, y acordaos de Edipo, más interesante la historia... para contarla, claro. Seguro que hay vidas en las que hay poco que contar y que son muy agradables de vivir. Como los libros de historia, son mucho más entretenidos los que hablan de batallas y crisis económicas, pero "mola" más vivir en periodos de paz y bonanza.

Y por cierto, la clave del gobierno del pueblo, de la democracia, también es el conflicto, el ágon. Los atenienses consideraban la disputa entre la gente que se ocupa de los asuntos públicos (politicós) frente a quien los ignora y no se preocupa de ellos (idiotés) era imprescindible para su sostenimiento. Todo buen ciudadano tenía que mojarse en la política, solo los idiotas consideraban que no fuese asunto suyo.

Interviene como variable fundamental en la experiencia agónica el tiempo.

Desde fuera, la gente que no participa en este tipo de pruebas, siempre nos pregunta por la distancia. A veces ponemos cara de aburrimiento: cien kilómetros, sesenta kilómetros,... no es suficiencia, no es que vayamos de sobrados, es que nos habéis hecho la pregunta equivocada. La distancia importa poco, lo importante es el tiempo y la agonía que vas a tener que emplear para acabar esa distancia. La distancia, el desnivel y la dificultad del terreno forman los elementos que se traducen en tiempo, tiempo de conflicto con uno mismo, que es contra quien agonizamos en este tipo de pruebas.

El tiempo lo cura todo, el tiempo es necesario para asumir las pérdidas... pero siempre que se haga algo con el tiempo, que se tomen acciones y se rompa con la parte negativa de nuestro pasado que nos ata a pensamientos y a acciones que nos conducen una vez tras otra a los mismos errores. Tiempo, si, pero tiempo bien invertido. Hacer algo con el tiempo, no perderlo, no ver como se marcha esperando una llamada que no va a llegar o que, si llega... solo va a regalarte un triste silencio.

La "Locomotora" Zatopek en el gesto de agonía que le caracterizaba

La distancia es importante, pero el tiempo lo es más. Hay que competir, hay que agonizar, para que el tiempo acorte las distancias. Protegiéndose un poco y siendo prudentes, hay que arriesgar, darlo todo siempre, una vez más, las que haga falta.

Agoniza conmigo, lo mejor aún no ha venido...

viernes, 27 de septiembre de 2013

Indecidible



No confundamos, no es sobre "lo que no se puede hablar". No es Wittgenstein en la sentencia brutal con la que cierra su Tractatus : Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen (Sobre lo que no podemos hablar debemos guardar silencio), eso sería "lo indecible", no "lo indecidible".

Y sobre lo que no podemos hablar, vamos a seguir callados.

Porque cuando uno abre la boca consigue meter la pata hasta el fondo sin pretenderlo.

Pero ahora se trata de lo que, razonando con las reglas del pensamiento lógico, es imposible decidir. Hablamos de uno de los barrios más oscuros de la historia de la matemática: la aparición del teorema de Gödel.

Se trata de la invención o descubrimiento, no lo sé, nos tendremos que quedar con la "aparición" de un objeto matemático monstruoso y terrible capaz de devorar el alma de matemáticos y filósofos por igual. Un trabajo indescifrable para el común de los mortales que ha enredado la mente de tres generaciones de científicos "puros". No entendemos (claro) la pureza en un sentido moral, que no podemos saber como sean éstos de depravados en la relación con sus semejantes (los científicos "puros"). Científicos puros porque su objeto de investigación no está contaminado por la indeterminación que genera en las ciencias llamadas sociales la presencia de la conducta humana. La pureza es la de la ciencia que estudian: Lógica, Matemática, Física, Química...

El teorema que puso patas arriba todo el planteamiento tradicional de fundamentación de la matemática fue publicado en 1931. No solo lo puso patas arriba, lo destruyó. Demostró más allá de toda duda que la matemática no podía ser fundamentada, que cualquier proyecto de construir un conjunto de axiomas y un método de deducción que permitiese extraer todas las verdades matemáticas estaba abocado al fracaso, que siempre habría alguna verdad que se escaparía al sistema. Precisamente habría enunciados referidos a su propia "deducibilidad" como propiedad matemática, que serían imposibles de llevar a través de un proceso deductivo a esos dos lugares que calman la ansiedad del lógico y el matemático: la verdad y la falsedad (he estado a punto de decir "la mentira").

Mentir es decir algo distinto de lo que se piensa con ánimo de engañar. Hay quien miente y, en su ignorancia, dice una verdad, porque tomaba lo falso como verdadero. En esos casos, también, hubiese sido mejor guardar silencio.

Y sobre nosotros mismos, cuando nos pensamos, a veces somos como el ¿célebre? enunciado de Gödel que por el mero hecho de referirse a si mismo, queda fuera de cualquier intento de construcción de un edificio de las matemáticas. Con la misma claridad con la que vemos a otros, nosotros somos incapaces de comprendernos. Quizá por eso necesitamos espejos, personas a nuestro alrededor, que nos devuelvan una imagen distinta de nosotros mismos que esa que albergamos en nuestro interior.

Ya. Mejor guardo silencio que lo que diga puede que sea imposible de demostrar.

¿Y lo de correr?

Ah, si. Ehhhhh.... Que le preguntéis a otra persona como pisáis y como corréis, y como deberíais hacerlo de forma más eficaz, que no hay forma de mirarse a uno mismo mientras se hace running sin acabar rebozado por el suelo.

¡Paz!








miércoles, 25 de septiembre de 2013

Mucho que leer

Como podéis ver a vuestra derecha ¿A mi izquierda? No claro, creo, esa voz que sale en tu cabeza a medida que recorres con la vista las letras... ¿Te mira de frente o tiene la mirada en la misma dirección que tú?. Bueno, ahí, aquí, hay una lista de ciber-recomendaciones de temática relacionada con ésta a través de lo del correr o de eso llamado filosofía, pero de mucha mejor calidad en forma y contenido. Quería dignificar este blog metiendo un poco de estos otros, mucho mejores, a través de un enlace y un breve comentario.

Como no quiero saturar a lecturas, hoy solamente cuatro de ellos. Tenéis entretenimiento suficiente.


Un legendario blog del incombustible Luis Arribas. Hará un par de años, nos convocó por facebook a unos desconocidos para una rutilla de trail, "La Antinorte". Salió un curioso grupo venido de las estepas del sur, desde Pinto a Ciudad Real, uno mismo el que escribe aquí y los miembros (con perdón) de Corriendo por el Campo.

Desde hace un año aproximadamente es uno de los blogs del periódico digital 20minutos, lo que le garantiza una constante legión de trolls dispuestos a escribir comentarios inapropiados a sus entradas, algo que nos consta que disfruta ya que dentro de ese pequeño pecho, hay un gran corazón de punkie bondadoso pero cañero. Algo que se puede adivinar en los sarcarmos y provocaciones que a menudo encontramos en sus entradas.

Spanjaard entrenando duro
Si además queréis leer un poco de literatura más allá de lo de los blogs del correr, es un escritor de microrelatos que algún día, lo sabemos, crecerán y se harán mayores y se convertirán en una novela de 2.000 páginas de esas que se pasean por los aeropuertos.



CxC es uno de los lugares más divertidos y gamberros del panorama trail. Alternan escribiendo en él sus... bueno, eso, sus "miembros", razón por la que siempre pedirán disculpas. Cada uno en su estilo, todos geniales.

Los "enormes miembros" de CxC
Cuentan sus aventuras y desventuras (esas, claro, son las entradas más divertidas) corriendo por La Mancha, y los desafíos y carreras que hacen por el resto de la Península. Son duros, duros, curados como un queso de sus tierras y gente sutil tras la máscara del humor inteligente. Nos cuentan mucho más que rutas por los campos e historias de amistad. Lo mismo hacen un test de un material sin probarlo que una crítica de un libro sin leerlo. Son muy grandes, sin duda.

Aficionados a rematar las hazañas "ensillándose" todo tipo de deliciosas viandas acompañadas de algún líquido bien maridado, ya se derive de la uva o de la cebada saben disfrutar de los finales y prefieren una ración de cochifrito con un buen vino a unas barritas energéticas con una isotónica, por supuesto. Además también hacen crónica de este tipo de hazañas, lo que es de agradecer.


"Me fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, hacer frente solo a los hechos esenciales de la vida y ver si podría aprender de lo que me tenía que enseñar para no descubrir en el momento de mi muerte que no había vivido.." H.D.Thoreau

La autora de este blog, una de las cabezas más brillantes que conozco, escribe con elegancia sobre los temas que le apasionan y, entre ellos, el de correr. Ha descubierto el mundo de correr por la montaña y lo disfruta poco a poco y con sosiego, pero en su página encontraréis reflexiones muy interesantes y muy bien escritas sobre otros muchos temas.

La ventana desde la que contempla el mundo es una con mucha amplitud de miras y le permite ver muy lejos, por lo que os recomiendo encarecidamente que os asoméis a ella de vez en cuando.

Robin Hood escribe "Desde mi ventana" i. e. desde la suya

El veterano blog de Sergio Mayayo es una de las referencias más importantes en esto de lo del trail. Siempre dispuesto a compartir un nuevo entrenamiento o una carrera, ya sea desde los pies de la Sierra del Dragón, en Cercedilla, o en las legendarias Leadville 100 Miles.



Buen corredor y buen escritor. Tiene mucha técnica en ambas cosas, de esa que puede pasar desapercibida para quien no se fija nada más que en las marcas de los ganadores o en el contenido de la comparativa de material.

El mejor lugar para mantenerse al día en esto del trail.

Otro día continuaremos repasando otras lecturas edificantes para quienes nos gusta lo de correr por el campo o la montaña y leer como otra gente también lo hace.





lunes, 23 de septiembre de 2013

100 kilómetros Madrid - Segovia por el camino de Santiago

No se aprende tanto de las victorias como de las derrotas.

Cuando todo sale bien, siempre te queda la duda. Resultó que "era tu día", pero no sabes qué has hecho diferente esta vez.

Has cometido errores, seguro que si, pero no sabes cuales. La próxima vez tienes que tratar de hacer exactamente los mismo para que todo vuelva a salir bien.

Es por eso que hay tantos rituales supersticiosos entre los corredores antes de una carrera. Nos cargamos de manías. Tratamos de hacer todo lo que hacemos siempre porque, si nos equivocamos en algo, estaremos muy incómodos, como una persona con un trastorno obsesivo compulsivo cuando tiene un pensamiento intrusivo que les obliga a lavarse las manos. Ver el calentamiento del maratón de Madrid es un espectáculo lamentable, con gente realizando sus rituales de calentamiento y dando rienda suelta a sus manías.

Un runner con mirada de concentración antes del Maratón de Madrid
Hacerse mayor es cargarse de manías. Convertirse en un viejo o una vieja cascarrabias es cuestión de tiempo si no se ponen bajo control los "yo-es-que-soy-así", si no, se acaba sin saber estar con otras personas sin sufrir incomodidad y provocarla. Ni que decir tiene que se puede ser una persona cascarrabias a los 30 años.

Pero en las derrotas descubres habitualmente qué es exactamente lo que has hecho mal y lo aprendes a fuego. Material inadecuado, muchos o pocos entrenamientos, no te has parado cuando has notado esa molestia para resolverla y seguir, te has entretenido mucho, ibas con quien no debías, muy rápido o muy lento, errores de nutrición, de hidratación, de lubrificación... cuando la has liado, normalmente, está claro que es lo que ha pasado. Ha ocurrido una de muchísimas cosas posibles, pero cuando triunfas, en tu fuero interno, sabes que ha sido un poco de suerte, que algo has hecho mal y no te han pasado la factura, pero que otro día podría no ser así.

El destino final
Bueno, a veces no sabes qué has hecho mal. Eso es lo peor. Le puedes acabar dando vueltas consumiéndote por dentro. Ese severo juez interno que algunos tenemos y que nos está jugando siempre malas pasadas ("judgando" malas pasadas). Es el peor de todos, el que no te pasa ni te perdona ni una.

Si no llegas, algo has hecho mal, aunque nunca llegues a saber el qué.

[...]

El sábado tuve mi segunda participación en esta carrera bonita y bien organizada, la Madrid Segovia, como decíamos en el previo, hecha con mucho cariño.

La verdad es que después de una temporada un poco rara, con lesiones físicas y de las otras, me apetecía muchísimo darlo todo en esta prueba y los días anteriores me encontraba en una forma muy buena de cara a hacer un buen papel. Quizá con la sensación de que me han faltado más tiradas de dos horas, pero ya sabemos que a una carrera de este tipo siempre es mejor llegar un poco desentrenado que un poco lesionado. De todas maneras, un neuroma de Morton, las secuelas del esguince de abril y otras cosas que no nombro aquí donde me puedan leer, podrían traicionarme.

Entrando en la meta de la Madrid Segovia en 2011
Cierto es que ciertos males pueden jugar a favor en estos casos. Todavía recuerdo que este invierno, en el estado de ánimo adecuado rebajé 16 minutazos mi marca en la Media Maratón de Latina, una auténtica barbaridad. El desánimo moral puede frenar la carrera, invitar a la retirada, a dejar de sufrir, pero también puede ser una catarsis (purificación) que te invite a apretar los dientes y a sacar fuerzas de ese pozo infinito de energía que tenemos en algún lado.

Buena forma física, el mejor peso de los últimos años, entrenamientos suficientes, pero no pasado de vueltas y mucha energía que quemar. Parecían los ingredientes perfectos para no solamente acabar la carrera, sino para hacer un registro muy inferior a las 16 horas y media que hice en 2011. Lesiones arrastradas de lejos, falta de entrenamientos largos y desánimos varios inclinaban la balanza en la dirección contraria.

Así que después de un desayuno abundante pero no salvaje, estaba listo para tomar la salida bajo las torres de Plaza de Castilla. Listo para seguir el mapa, las flechas, al que va delante, las balizas... Con 1.000 corredores y habiendo hecho el camino varias veces no debería haber pérdida... ¿dónde habré dicho yo eso antes?

Mono - Follow The Map

La salida


Plaza de Castilla.

Me encuentro con Joaquín y con Juanpe, de Valdemoro, compañeros de la Remontada Infernal (estamos buscando fecha para la segunda edición), con Cristina, que está de voluntaria una vez más, atareada y dándolo todo. Veo a Anna Giustolisi, pero está muy liada con la organización, así que prefiero no molestarla. El viernes cuando recogí el dorsal me pidió el teléfono para pasárselo a los de la Cadena Ser, para que me llamasen durante la carrera para una entrevista en directo. ¡Qué emoción! A lo mejor salgo en la radio.



Veo a María y a otros corredores que he conocido en los entrenamientos previos. A Rita y a Pilar, que van a ir andando, a Miguel Blanco en bici, que viene a dar apoyo. Y a mucha más gente. Es curioso la de personas majas que se acaban conociendo en este mundillo. No quiero caer en lo que algunos sociólogos llaman "el mito del ideal de pureza", pero ciertamente la montaña atrae a gente que vale la pena conocer. No es seamos mejor que los demás, en todos lados hay personas decentes, simpáticas, ... pero la montaña es un buen filtro.

Salgo trotando con Juan Pedro, al "trán-trán", sin prisa, que hay cien kilómetros por delante para quien quiera darle a la zapatilla.

Hasta Colmenar





Se va cómodo, sin apreturas. Por el camino nos vamos cruzando a María, la triatleta, que está haciendo el seguimiento a su chico. Nosotros vamos charlando sobre la vida y los primeros kilómetros, hasta la Tapia de El Pardo se hacen entretenidos. Un poco antes me deja Juan Pedro, que prefiere caminar un poco. Yo voy a aprovechar que está medio nublado, con una temperatura perfecta, para seguir trotandillo, caminando las subidas más pronunciadas que aparecen a la altura de El Goloso para reservar los cuádriceps.

Noto el cansancio acumulado de la semana, y en especial haber dormido tan poco el jueves y el viernes. Apenas ocho horas entre los dos días. Supongo que esto me va a pasar factura a nivel muscular más adelante. Pero uno es que está, como ya hemos dicho otras veces, en la edad de salir.

Llego a Colmenar muy fresco y no me entretengo mucho en el avituallamiento. Km. 26.8, una cuarta parte de la distancia y quizá una octava del esfuerzo a realizar, porque los kilómetros del final pesan más que los del principio y los puertos más que los llanos, y al sol del mediodía también más que bajo las nubes que nos están perdonando el último día del verano. Falta una jornada para el otoño, pero nos ha regalado ya una mañana perfecta para correr.

Hasta Navacerrada


De Colmenar a Manzanares se pasa muy rápido. Sigue el cielo nublado, el camino es conocido y el ritmo suave. Noto el tono muscular muy alto. Normal, Nos vamos acercando a la distancia de maratón y lo voy a pasar en menos de 5 horas. Hace unos años lo hubiese firmado para un Maratón de Madrid.

No noto molestias en el tobillo del esguince, ni en el neuroma de Morton del otro pie. Tampoco en el espíritu, que divaga entorno a "ideas peregrinas" y que es lo que tiene correr por el Camino de Santiago. He acertado con el calzado, unas Brooks Beast supercurtidas de 400 gr. y drop de 12 mm. También me encuentro gente que corre con "mínimal". Bien. Cada uno lo suyo.

La bajada a Manzanares, una gozada, soltando piernas y manteniendo el ritmo. La vista de la Pedriza me anima mucho. Es un lugar especial y desde allí ya estamos en la sierra de Guadarrama, en definitiva, en casa.

La "Pedri", nuestra amiga, al fondo
Me encuentro de nuevo a Cristina en el avituallamiento. Andan muy liados porque han fallado algunos voluntarios. Es una putada. Está todo muy bien organizado, pero si te falta gente te quedas vendido. Supongo que va a tener un día duro y el trabajo, por culpa de los "malquedas" no lucirá igual. 

Plato de macarrones (pequeño) e hidratación a fondo en una fuente tres kilómetros después. Si ponen un grifo de cerveza no tiene tanto éxito... o si, que en este mundillo hay mucha afición a la cebada. Echo suero y tang en los bidones. Ahora ya ha salido el sol y nos va a pillar en el tramo más árido, hasta llegar a la Barranca.

Hasta Mataelpino voy como un tiro (qué bien voy) Kilómetro 50 y solamente llevo 6 horas en carrera. Apago el móvil (los de la Ser ya no van a llamar, habrán contactado con otro corredor). Disfruto de la fuente fresca en la plaza, hago unos estiramientos y como membrillo (me encanta en las carreras). Empieza a sonar gaita por los altavoces... uf, qué emoción, me va a asomar una lagrimilla. Me vengo arriba y salgo pitando para Navacerrada, con heavy metal en el mp3 tan pronto como dejo de escuchar la muñeira. Por casualidad empieza a sonar nada más ponérmelo uno de los himnos que más "energía" me dan y con el que me identifico en estos días, I'm alive, versión de Luca Turilli del clásico de Helloween.



Quemo los kilómetros al ritmo de "¡estoy vivo, estoy vivo!" y con el mensaje de la canción en la cabeza: hay muchas cosas estupendas que están esperando a suceder. 

Cuidado con los subidones en carrera. Pueden durar un kilómetro y que después te atice el tío del mazo, también conocido como "el muro" o "el Yeti". Como con la glucosa, después del pico, viene el valle.

La subida a la Barranca, como siempre, pesada y aburrida. Me encuentro a Anaime, con su bici, que está ayudando a un corredor al que le ha pasado factura este tramo áspero y difícil. La verdad es que ahora aprieta el sol. Es la peor hora y la zona más dura.

Y, por fin, Navacerrada. Veo a Cata, de las Woman Wind Xtrem, con las cuales tengo el infinito honor de compartir algún entrenamiento, y que también nos está siguiendo y cuidando. Después a Joaquín, que hace lo mismo desde su bici. Todo para delante y llego al kilómetro 64,3, Cercedilla, en un tiempo muy bueno y viendo la posibilidad de subir la Fuenfría con luz.

A punto de repostar agua en Colmenar.
(Imagen por María Herrera)

Cae la tarde por la Calzada Romana


Me concedo un máximo de treinta minutos en el avituallamiento de Cercedila. Me como un plato de arroz, estiro, visito el servicio, saludo a los conocidos y en apenas veinte salgo de nuevo, caminando, hacia arriba, pero en seguida me pongo a trotar hasta llegar a las primeras rampas de la Carretera de la República.

En la subida conozco a Esther, una corredora segoviana, segunda en el GTP, una auténtica máquina. Subimos la pista charlando, haciendo "la goma", andando y corriendo. Por el camino, otro encuentro, Toñi, que se ha lesionado, pero en otra carrera (había una de 50 Km. por la zona). ¡Cachis!. Parece que es un esguince suave, así que pronto coincidiremos en alguna carrera.

Aún con mucha luz llegando al puerto de la Fuenfría
Sigo disfrutando muchísimo de las sensaciones de esta carrera. Voy entre los doscientos primeros y calculo dos horas de subida, pero al final corro bastantes tramos de falso llano y a las ocho y de día llego al simpático puesto de control del puerto. Hay magdalenas. Me zampo dos porque me da corte comerme cuatro. Supersimpáticos. Me hacen unas fotos estirando. Todo el mundo me dice que tengo muy buena cara. Qué raro. No siento que tenga buena cara, pero ya me lo han comentado en otros sitios por el camino. O la gente es muy amable o tengo buena cara, una de dos.

Hago mis cuentas. Una media maratón a meta. Dos horas corriendo, cuatro andando. Sobre las once puedo estar en el acueducto, coger el autobús de vuelta y el metro a casa para estar en mi apartamento a una hora temprana. Estaría genial llegar a Madrid cuando aún haya metro.


Comienza a torcerse la cosa


Empiezo a bajar hacia la Cruz de la Gallega. Voy como el ciento setenta "y pico" de la clasificación general (de 1.000, no está nada mal) y en mi zona aún hay ganas de seguir corriendo hasta el final.


Pero la zona de "pro" está más adelante. Aquí cuando alguien te pasa, te anima ¡aupa!, y le animas, ¡vamos!, y al revés cuando les pasas tú. Cada cual va a su ritmo sin preocuparse de pasar o de que te pasen. Sabemos que aún queda mucho y que picarse no supone cambiar nada de cara al puesto final. El ultratrail amansa a las fieras.

Ahora recuerdo que el frontal tenía pocas pilas, que había que cambiárselas. El segundo frontal de repuesto, con pilas intactas, se ha quedado en la bolsa de Cercedilla.

Ay, ay, ay... empiezo a aflojar el ritmo. Cuando se va la luz pongo el frontal al mínimo, para que dure hasta Segovia, aunque tengo la esperanza de que luego me ayude la Luna casi llena. La luz mortecina, el cansancio de los últimos días y los 85 kilómetros que me he metido al mejor ritmo que he llevado nunca en un ultra me pasan factura. Me duelen los pies. Ya me dolían, pero cuando te da el bajón, todo te duele más. Trato de animarme. Si voy corriendo en media hora veré a Claudio y Katia, en el último avituallamiento y desde allí a Segovia es hora y media. 

Les veo en el control. Pobres, tienen mucha, mucha noche por delante. Están de muy buen humor, dándolo todo. El último control tiene eso. Desde que pasa el primer corredor a echar un trago de agua y seguir disparado hasta el último caminante por el kilómetro 91 (11 a meta), demorándose y que no se va ni con agua caliente, son más horas que en ningún otro puesto. Mi más sincero agradecimiento a todos los voluntarios y voluntarias, pero más cabe a los que están toda la noche cuidándonos.

Salgo de allí dispuesto a sufrir lo menos posible, es decir, que toca correr. Cada minuto que corres te ahorras un minuto de andar grosso modo, así que muchos ultreros corremos por pura pereza, para acabar antes porque ya estamos muy cansados.

Hay muy pocas marcas, pero había muy pocas desde la Fuenfría hasta la Cruz de la Gallega, dónde he dejado el último puesto de control de paso, así que sigo corriendo hasta que... llego al final de la carretera y no hay ninguna marca. No ha girado la carretera a la izquierda  en ningún momento como debería... ¡Shit!

"Cagontodo". Enciendo el GPS y descubro que he hecho 5 kilómetro en dirección Este, en vez de Norte y ahora volver me supone andar hacia arriba y no sé dónde recuperar el camino... o atrochar por la carretera, pero no lo veo claro en el mapa. En fin. Me retiro, no es la primera vez ni será la última.

Hay que saber retirarse con dignidad.

Me acerco andando a Valsaín, que lo tengo al lado y le pregunto a un tipo simpático, aunque algo alcoholizado hacia dónde pilla Segovia.

El cabalero me indica con pinta de estar dando instrucciones de como "llevarles ante su líder" a unos extraterrestres del espacio exterior, que toda la carretera hasta pasar el chiringuito y salir a la nacional. No le doy muchas explicaciones de mi aspecto y situación, total, no me iba a creer. Me alejo algo colocado por los efluvios alcohólicos de su aliento, pero agradecido por la atención y ayuda que me ha prestado.

Paso por una marquesina y veo a dos señoras que esperan el autobús,

- ¿Es este el autobús que va a Segovia?
- Si, si, pero acaba de pasar en dirección contraria y no sabemos si vuelve.

Pues si, pero, no, los sábados ya no pasan más autobuses en dirección Segovia. Estaban esperando, pero después de consultar una hojita ven que hace una hora que circuló el último. En realidad lo veo yo, porque la letra es muy pequeñita y no les da la hipermetropía para alardes. Al final las señoras, hermanas, se ofrecen a acercarme en coche hasta La Granja, que desde allí seguramente habrá quien me pueda llevar a Segovia. Una de ellas es de Valsaín y estaba esperando a ver si aún había transporte público para su hermana antes de animarse a coger el coche y llevarla si era necesario.

Me deshago en agradecimientos (a ver si, por casualidad, se estiran y pierden diez minutos más en arrimarme a Segovia. Pero no, no cuela) y me pongo a hacer autoestop en la rotonda, junto a un paso de cebra, donde empieza la carretera que va de la Granja a Segovia. En principio buen sitio para que alguien se pare y me recoja. 

Mallas ajustadas que, como dice mi amiga Violeta, como los borrachos y los niños, nunca mienten. Camiseta de compresión de la que marca el michelín y hasta los pelillos del ombligo, y es que, no lo he comentado, en Cercedilla iba con rozaduras y me tuve que poner la equipación antierótica y antiglamourosa que llevo. Apretado como una morcilla de burgos (una morcilla con michelines), una mochila con dos bidones de agua a la altura de los pechos y un dorsal colgado de la cintura completan el panorama.

No me para ni Dios.

Han pasado como cincuenta coches y ninguno se digna a detenerse. Me está entrando frío. Voy a ponerme el cortavientos, que así mejoraré la temperatura y el aspecto... y en ese momento se detiene el todo terreno de Miguel Ángel, que va a buscar a su mujer a la meta del acueducto y se ha imaginado parte de la historia. Él también corre maratones (bendito sea) y me anima, e incluso me propone dejarme en un punto del recorrido en el que complete los 102 kilómetros para que entre en meta y no tenga la sensación de haber hecho trampas. Mejor no. He hecho unos noventa y seis, ochenta y cinco de ellos los mejores que nunca hubiese esperado y tengo la seguridad de que hubiese hecho catorce horas y media y hubiese entrado entre los doscientos primeros. ¿Qué más quiero? Estoy fuerte, he quemado 9.000 Kcal y tengo la musculatura en bastante buen estado. Los pies razonablemente intactos aunque doloridos, pero aquí doy por terminado el día como corredor. No aguanto las trampas y menos en una carrera que corres solamente contra ti mismo. Esa carrera la he ganado.

Me acerco a meta para que apunten mi dorsal y no ocurra que me anden buscando por el monte. Allí me encuentro a mucha gente que iba en carrera conmigo. Por azar todo esta aventura desde la Cruz de la Gallega hasta la meta ha ocupado un tiempo similar al que hubiese ocupado ir de forma más ortodoxa hasta el acueducto. ¿No buscamos la experiencia, las sensaciones? Pues ya está, entretenido ha sido. Una aventura. Algo que contar. Hay muchas formas de estar perdido y esta no es de las peores.

Al fin y al cabo solo es una carrera, y se me ha dado muy bien. No consigo los dos puntos para el UTMB, pero echando cuentas yo creo que no me hacen falta. No tengo la foto de entrada en meta, pero otra ocasión habrá.

Medalla si tengo. Me encuentro de nuevo a Anna Giustolisi, a la que le cuento mi zarrapastrosa entrada y me da una medalla que me cuelga ella misma al cuello. No puedo rechazarla, más aún, esta la voy a poner en un sitio muy destacado.

No me lo explico, pero estoy muy contento. Veo mensajes de ánimo en el Whatsapp, en Facebook y por mensaje privado. Esos son los mejores. Hay mucha gente que se alegra de verme contento, haciendo lo que me gusta. Hay mucha, mucha gente maja por el mundo.

Epílogo: la larga vuelta a casa


Renqueando hasta el polideportivo como un walking dead, me encuentro a Marisa y Sonia, de las "winis", a las que aún no conocía en persona, pero con las que compartiré entrenamientos pronto y la Cuerda Larga el día de la carrera homónima.

Duchita, tumbarme un rato, subir al autobús. Dormirme en posición incómoda. no me dan calambres, con eso me conformo.

Tarda un "cojón" en salir y llegamos a Madrid a las 2:30, ya sin metro, así que nos juntamos 4 que vamos para Atocha, un vecino y dos menorquines que se alojan por allí y pillamos un taxi. Una vez allí el tontolaba del conductor del buho a Parla no me quiere llevar a Plaza Elíptica, porque en aquella parada recoge, pero no deja gente, por ser interurbano. Que me busque uno de los "azules", de los de Madrid, en vez de los "verdes". No me estará leyendo, pero desde aquí quisiera mandar un saludo a su madre.

Al final tengo que coger un segundo taxi, solo que este no va a escote. Las gallinas que entran por las que salen. Lo que me he ahorrado desde Plaza Castilla, lo gastaré hasta Marcelo Usera. El taxi me deja en casa a las 4. Me arranco las lentillas de los ojos y me meto en la cama, contento y feliz.

Ya hay ocasiones y razones suficientes para amargarse la vida y me he negado a jugar a ello. Lo de hoy ha sido algo para recordar y estoy muy satisfecho. Además estoy en muy buena forma.

Ya encontraremos en qué usarla.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Rexistencia (2/2)

La existencia no es una propiedad de las cosas. La resistencia, sí.

Parece raro que el existir no sea una propiedad. Para los que no habéis dedicado una parte de vuestra vida a estudiar metafísica es una afirmación chocante, pero es una de las pocas cosas en que estamos de acuerdo la mayoría de los filósofos y filósofas, desde los debates escolásticos entorno al Argumento Ontológico de San Anselmo, hasta el Tractatus de Wittgenstein, pasando por las reflexiones kantianas al respecto y que pusieron fin, más o menos, a cualquier discusión al respecto. Os vais a librar de la cita al pie y del resto del aparato crítico. Ventajas de los blogs y de Internet en general. Apelo a vuestra fe.

Puedes poner en Internet cualquier cosa y
atribuirlo a quien te dé la gana como una cita
San Agustín de Hipona,  De qué hablo cuando hablo del pecar s. IV

El problema lo plantea San Anselmo cuando argumenta que si Dios no existiera no sería perfecto, que en la misma noción de Dios está implícita la necesidad lógica de su existencia. En fin. Una isla perfecta y maravillosa donde todo el mundo fuese feliz siempre no sería perfecta… si no existiera, por tanto ¡vayámonos a vivir a ella!.

La paradoja se resuelve cuando comprendemos que la existencia no añade ninguna propiedad a un objeto de conciencia. Existir es el hecho de que ese objeto pertenezca al mundo. Es el conjunto de hechos de existencia lo que compone el mundo, no el conjunto de las cosas posibles. Los hechos y las cosas (con sus propiedades) no son lo mismo.

Cómo estamos hoy. Empezamos duros. A ver cómo llegamos a lo de correr.

Amaneciendo.
Post tenebras spero lucem, porque lo que te lleva adelante no es el camino, sino los pasos que das por él.

El concepto de existencia pertenece al ámbito de la metafísica, el de la resistencia, a la física. La resistencia es una propiedad de las cosas, incluidos los animales, incluidas las personas.

Cuando te pones a correr largas distancias contra la apuesta que tu cuerpo hace a tu mente, es necesario hacer uso de la resistencia. Cuando, como nos sucede a todo el mundo, la vida te somete a tormento a través del trabajo, de las relaciones amorosas, de las enfermedades y las lesiones, los problemas económicos y familiares… ¿Servirá de algo haber entrenado la resistencia mediante tiradas infinitas por el monte? ¿Queda algo de saber machacar los cuádriceps durante horas y horas cuando te enfrentas a la “vida real”?

Pues sí y no.

Mi principal experiencia en materia de resistencia y recuperación no fue con el deporte, sino dejando de fumar. Ahí si, cuando llevas décadas fumando dos o más paquetes de tabaco cada día, es necesario resistir, ser infinitamente terco a la hora de no moverse ni una pizca y cuesta más que hacer el Ultra Trail del Mont Blanc con una pata atada a la espalda.

Una de las pocas cosas que ayudan es el entrenar la recuperación. En las carreras de ultradistancia sorprende a los corredores la capacidad que va adquiriendo nuestro cuerpo para recurarse de cada golpe, cada vez que te estrellas contra un ultra el cuerpo sufre un daño severo, pero cada vez tardas menos en recuperarte de él. Si después del primer maratón te tiras una semana andando que da pena verte, después de unas cuantas experiencias, acabas una carrera de cien kilómetros, te duchas, cenas bien, duermes tus ocho horitas y te levantas como una rosa. A nadie sorprende más que se acorten los tiempos de recuperación que a quien lo disfruta, a uno mismo, pero es que el cuerpo aprende el camino, cada vez es más fácil recorrerlo.

El Hayedo de Tejera Negra. Un lugar para volver.
Con el tabaco ocurre lo mismo, cada vez que lo dejas te prepara para la vez definitiva, para la que ya no tendrá vuelta atrás, la de dejarlo para siempre jamás. El "hambre de tabaco" esa llamada ansiosa a encender un cilindro humeante y delicioso te asalta los primeros días a cada momento, pero, según pasan los días, las semanas y los meses, cada vez dura menos, tiene menos intensidad y los ataques son más espaciados en el tiempo. Nunca desaparecen del todo, pero las veces que lo has dejado sirven para que cuando te entran unas ganas incontenibles de hacer una llamada, escribir un correo, digo... encender un cigarro, sepas lo que te está ocurriendo y que, como esta vez no hay vuelta atrás, no tienes más que esperar un poco a que se te pase la ansiedad del tabaco para que te olvides de él cada vez por espacios de tiempo más abultados. Cada vez menos interesante, cada vez cada más tiempo, cada vez vale menos la pena ceder a la tentación.

Resistir tiene sus premios.

Cinco días y dos entrenamientos suaves para la Madrid Segovia. Ya va habiendo ganas. Espero que recupere bien, porque el lunes después he quedado para correr.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Rexistencia (1/2)

Asistía el otro día a la presentación del último libro de mi amigo Luis Arribas, corredor de ultrafondo, bloger y señor  elegante y algo punky, extraña combinación. Durante la presentación, el otro Luis, no Luis Spanjaard, sino Luis Corriendoporelcampo, señor simplemente elegante, que no poco es, como si descendiese de nobles que habitaban castillos de la orden de Calatraba, señalaba la no casual similitud entre las palabras resistencia y existencia.


Luis hacía amable alusión a este humilde blog en que a menudo se toma el camino, el recorrido por el campo, la carrera de ultrafondo, como una metáfora de la vida, un claro ejemplo de por qué la filosofía china gira alrededor del concepto de Tao (Sendero), por qué en tantas culturas, en tantos lenguajes, se emplea la idea de recorrido físico como isomorfismo, más que como metáfora, del recorrido de nuestro espíritu por este mundo, desde que llegamos a él hasta que lo abandonamos...

Al final es una tentación muy grande para mi no tratar de hablar de la resistencia y de la existencia en un espacio en el que la filosofía, las carreras y los acontecimientos de mi vida se entremezclan para servir de cañería por la que desaguar lo que necesito arrojar fuera de mí. Espero que si os salpica algo no sea más que agua fresca y limpia, pero confieso que a menudo son detritos lo que necesitaba que se fuesen por la bajante de “Remontando por la vida” en forma de texto en el que los acontecimientos de mi día a día adoptan la forma de la última carrera o la aventura por la montaña de este fin de semana. Ha sido para mi una sorpresa descubrir el efecto terapéutico que tiene contar por escrito lo que uno tiene dentro y ponerlo donde lo pueda leer cualquiera, sea o no padecido por alguien finalmente. Quizá entre el lastre que por aquí he soltado y, por otro lado, los días en que he salido a pegarme cuatro carreras para “desfogar”, solo o acompañado, me he ahorrado mucho en psicólogos y ansiolíticos. Al menos por ahora. Ahora que lo pienso “desfogar” debe o debería venir de “desahogar”.

Investigando, ya que estamos, la etimología de la palabra resistencia, parece que viene de añadir el prefijo re- (reiteración o vuelta atrás) y el verbo sistere (mantener la posición), es decir, la reiteración del acto de mantenerse firmemente. Resistir es no ceder, no dejar de ser, firmemente. 

Por otro lado, existir es permanecer en un ser. Algo que existe es algo que permanece en una determinada forma. El ser (to on) se dice principalmente por analogía con la substancia (ousia) nos decía Aristóteles. Los accidentes inhieren, “aterrizan” si lo preferís,  en la substancia, y ella es la que permanece subyacente al cambio. Lo que no cambia es lo que dota a algo de existencia. El axioma de continuidad exige que algo, para que siga siendo lo mismo, no cambie absolutamente todas sus partes constituyentes, que algo quede de lo anterior a los cambios. Aprender a resistir puede ser quizá, aprender a que no cambie nuestra esencia (nuestra quiditas, diría un escolástico, lo que hace a algo hacer lo que es), lo que si perdemos, dejamos de ser nosotros mismos. En un ultra, que al final quede algo de lo del principio, del entrenamiento, de la actitud mental con la que se toma la salida. Que cuando han pasado por los cuerpos cincuenta, cien, ciento sesenta kilómetros, ocho (o cuarenta y ocho) horas, quede algo de uno mismo al final del camino.

Y uno es que es un racionalizador, más aún, me decían con tino hace poco que ni siquiera eso, que estoy  un grado más arriba, un intelectualizador, hasta el punto de usar los razonamientos para construir explicaciones a mi gusto sobre cualquier cosa. Cada uno es lo que puede, dentro de lo que quisiera. Todos tenemos una pedrá en algún lado que no hay quien nos la quite, ¡qué se le va a hacer!.

Yo soy yo y mis circunstancias, y si la pierdo a ella, me pierdo a mí.

Resistid malditos.




viernes, 6 de septiembre de 2013

Previo Madrid Segovia

La Madrid-Segovia es una de esas carreras que se hacen desde el cariño. Bien organizada, pero con mucho cariño.

Cuentan con una organización enteramente voluntaria, que cada año se esfuerza en hacerlo mejor y con más ganas. Muchos de los que nos hemos topado con la carrera captamos y agrademos esa buena voluntad y la hemos metido en los calendarios como imprescindible (la carrera, no la buena voluntad, que de eso falta mucho por el mundo). Cada año agota sus inscripciones antes y sus 100 kilómetros se han convertido rápidamente en una referencia en ultradistancia en el centro peninsular.

Tiene un poco de "asfaltera" y atrae a gente que se prueba por primera vez en la distancia de 100 kilómetros. Hay mucho maratoniano que después de hacer los 42.195 en primavera se entrena un 100.000 para el Otoño, medio andando, medio corriendo. El recorrido es un poco de rompepiernas y hay mucho campo, aparte de subir y bajar el puerto de la Fuenfría, para que los montañeros y correcamperos también nos demos por satisfechos, aunque echemos de menos que nos metan por alguna trailera infame o que nos suban por la Senda Borbónica, trazado ortodoxo del Camino de Santiago de Madrid a Segovia, por donde se desarrolla casi toda la carrera.

Punto de salida de la carrera: Plaza castilla, Madrid.
La voluntad no lo es todo. Lleva uno, por suerte o por desgracia, muchos años en contacto con el voluntariado, como voluntario y como profesional, como responsable de voluntarios a veces y como formador de personas que van a ejercer un trabajo voluntario (en mi caso en el ámbito de "lo social") como para ignorar que muchos voluntarios hacen las cosas mal. Parece que cuando alguien hace algo sin pedir dinero a cambio, podría sentirse más allá de las críticas, que tiene que recibir reconocimiento, que puesto que no se le paga, lo que se hace no tiene que aspirar a la excelencia. Si lo que uno hace "es bonito", "es necesario", a veces se obvia que se hace chapuceramente.

A veces uno hace todo lo que puede y no sabe hacerlo bien. A mi me pasa a veces.

Si lo caro es bueno y lo barato es malo, lo que es gratis, referido a la fuerza de trabajo que el voluntario regala, parece que está más allá del bien y del mal. Y es que se nos exige a veces ponernos en lugar de la organización para comprender las dificultades a las que se enfrentan, y es un ejercicio que todos los corredores, ciertamente deberíamos hacer alguna vez. Ponerse en su lugar literalmente, a echar una mano.

Mi primer contacto con las carreras de montaña fue, precisamente, como voluntario del Maratón Alpino Madrileño en 2006. Cuando aún no me tomaba como una posibilidad eso de correr por el monte. Una experiencia estupenda y que me dejó en la cabeza el poso ese de "algún día tengo yo que hacer algo así...". En 2007 me estrené en el trail running con el MAM, el así llamado maratón más duro del mundo. Después he podido estar de voluntario en otras grandes competiciones, organizados por distintos promotores. Se comprende mejor el mundo de las carreras cuando te pones un rato del otro lado, cuando decides que esta vez eres tú quien va a ser providente.

La voluntad está sobrevalorada. Quizá por las películas dulzonas de la factoría hollywoodiense, las que repiten "si lo deseas con fuerza lo conseguirás", las de "si quieres, serás un triunfador". Lo vemos cuando se habla con admiración de la voluntad de algunas personas con discapacidad al realizar tareas que consideraríamos normales o cotidianas, cuando se convierte en una historia de voluntad y superación lo que es el ejercicio de un derecho (seguramente porque así no nos preocuparán las personas que no disfrutan de ese derecho. Si vivir autónomamente está vinculado a ser un "superheroe", las administraciones no tienen que preocuparse por la accesibilidad), cuando se prejudga (positivamente) a todo un colectivo para expresar una simpatía o una ausencia de prejuicios. El mero hecho de pensar que alguien, sin conocerlo, por tener una discapacidad, tiene una voluntad fuerte... demuestra que, efectivamente, se tienen muchos prejuicios sobre el colectivo y se judga a todos por un mismo rasero, la parte por el todo, aplicándoles un estereotipo edulcorante, en este caso, pero también despersonalizador.

Cuando alguien organiza una carrera asume una carga de trabajo, una responsabilidad y demuestra una generosidad enorme, pero ello no quiere decir que solamente por eso deba estar más allá de toda crítica. Entre los simpatizantes de los grandes clubes de carreras de montaña hay a veces una sana rivalidad a la hora de organizar carreras, pero algunos de sus miembros tienden a encontrar con más facilidad los errores organizativos ajenos que los propios. Espero que no se me acuse de "hacer amigos", porque tengo muchos y buenos en aquellos clubs en los que precisamente estoy pensando.

En el caso de la Madrid Segovia nos encontramos con gente que dedica su tiempo, esfuerzo y capacidad organizativa a un evento y les sale realmente bien. El año pasado pude estar como voluntario con ellos y ver el porqué. Buena logística, experiencia, voluntad (si, claro) y mucho cariño. Es su carrera y le ponen amor, un ingrediente muy importante. El deseo del bienestar ajeno, de que otra persona esté bien y darle algo generosamente, i. e. amor. Arriesgarse a llevarse un palo injusto pero darlo todo.

Como diría mi GPS: Continúe 100 kilómetros por el Camino de Santiago y su destino estará a la derecha.
El Acueducto de Segovia.
Como en otras cosas de la vida, cuando se hace algo para satisfacer la propia vanidad, se aceptan muy mal las críticas y se exige el halago (al fin y al cabo, si YO no te organizo la carrera, si no la hago, te quedas sin ella). No te apuntes nunca más si no te ha gustado. Es puro chantaje. Lo tomas o lo dejas, esto es lo que estoy dispuesto a darte. Si lo que se busca el que otras personas sean felices haciendo lo que les gusta, siempre se quiere mejorar y arreglar lo que haya salido mal anteriormente. Se pone voluntad... voluntad añadida.

El 21 espero salir corriendo de Plaza Castilla y llegar unas horas después (no me atrevo a hacer cálculos, depende de muchos factores) al Acueducto de Segovia y disfrutar por segunda vez como corredor del recorrido.

A ver si luego hago una crónica, que siempre se me quedan pendientes contar muchas cosas por no querer hacerlo con retraso. Pasan los días y ya no tiene sentido poner por escrito la última aventura del verano o la última carrera en que he competido.

Pondré mi mejor voluntad en ello.

Ah, si, y cariño.




miércoles, 4 de septiembre de 2013

Re-load


"De donde las cosas tienen origen,
hacia allí tiene lugar también su perecer,
según la necesidad; pues dan justicia y pago
unas a otras de la injusticia según el orden del tiempo

...nos decía Anaximandro de Mileto en el siglo sexto antes de nuestro convencional año uno.

Y es que los ciclos se cierran porque, de alguna manera se van cancelando los supuestos de la deducción que se estaba realizando o bien descubrimos que estamos ante enunciados formalmente indecidibles, y que no se puede seguir avanzando. Se logran los objetivos que buscábamos o fracasamos en la tarea, gastamos los recursos y el presupuesto en lo que habíamos previsto o en los imprevistos que nos han desbordado, ganamos o perdemos las apuestas, pero en definitiva allí donde las cosas tenían su origen, el principio del curso, de la temporada, del amor, allí está la razón de que todo tenga que terminar. No solamente se trata de que un final puede dejar un espacio a un nuevo inicio. En realidad es un cuestión de interdefinición de conceptos. Si no hubiese un final, no hubiese podido haber un principio. El final del camino es la condición necesaria y no suficiente para que haya habido un comenzar de las cosas y, para que pueda haber un nuevo comienzo. El cómo acaban las cosas es consecuencia directa de cómo empezaron.

Además, tras un periodo más o menos corto o largo de descanso, hay que comenzar una nueva temporada.

Entrenamiento por la Pedriza de inicio de temporada

Y para abrir ciclo hay que acabar la temporada en algún momento y empezar la siguiente, ya sea con una suave transición de un tipo de ejercicio a otro, ya sea decretando arbitrariamente en una fecha que, a partir de ese momento, se empieza otra vez.

Son tiempos de recargar. De recomenzar y para ello, algunos harán un formateo de bajo nivel, instalarán un nuevo sistema operativo y volverán a meter todos los programas y una copia de seguridad de los archivos importantes a los que, previamente, les habrán hecho una limpieza y nueva ordenación. Esos son los chicos buenos (y chicas), los que acaban la temporada y se pasan a la bici y la piscina pero con moderación, pillan un par de kilos y luego empiezan el año poco a poco, yendo al gimnasio a fortalecerse y acumulando kilómetros lentamente a través de ciclos y mesociclos de entrenamiento bien estructurado, del "volumen" a la "calidad" y que culminarán en el logro de un proyecto que estaba bien definido desde principios de la temporada.

Luego estamos los chicos malos, los que nos saltamos los planes y no hacemos las cosas como debemos. Los que corremos todo el año y bajamos el pistón cuando el cuerpo nos pide clemencia y, a regañadientes. Los que siempre entrenamos a tope y lo damos todo. Los que pasamos de un proyecto a otro sin solución de continuidad y luego nos pasa los que nos pasa, que acumulamos cansancio, que reventamos en un momento dado, que nos confundimos de carrera... o de persona.

Bad to the bone (malo hasta los huesos)

Esta temporada ha acabado de una manera muy distinta de como la había previsto (en todos los sentidos) y ha habido que formatear el disco duro en varias ocasiones ( Kernel panic! Kernel panic! ¡pantallazo azul! ¡Sector de arranque convertido en gachas digitales!). He tocado techo y fondo en lo que se refiere a entrenamiento a lo largo de la temporada y acabo arrastrando un dolor mal curado que no sé si me quedará ahí permanentemente y hará que ya nunca más pueda disfrutar de la misma manera de mi pasión. Seguro que si, pero la sensación es que nunca volverá a ser lo mismo. Es lo que tienen las sensaciones. No discuto que sea así, sino que así me siento y eso nadie me lo puede discutir. Es una certeza absoluta que esa es mi percepción. 

Siempre hay gente que cuando le cuentas como te sientes de mal te entra a discutir y cuestionar lo que no puede ser discutido: cómo te sientes. En la angustia existencial de nuestra sociedad en la que nos resulta inaceptable que exista el dolor, que no sea toda la tristeza anestesiada por un ansiolítico, por un coach o por un psicoterapeuta, hay quien nota ceder el suelo bajo sus pies, como al caminar sobre una duna del desierto, cuando otra persona se encuentra mal cerca de ella. Entonces te explican que todo va a salir bien, que todo tiene su momento, que todo lo bueno llegará... Bueno, o no, digo yo, que no soy mucho del pensamiento mágico-kermico tan de moda, pero eso es independiente de que se esté pasando un mal rato y que haya que atravesarlo y no negarlo para salir por el otro lado.

La cita de Anaximandro no va por ahí si alguien lo había supuesto. "Todo ocurre cuando tiene que ocurrir", "las cosas no suceden por casualidad", "no era el momento",... son excelentes excusas para seguir viviendo en una autoculpable minoría de edad de corte mágico. Para no asumir la responsabilidad de poner de tu parte en la construcción de una idea. Para no cumplir con los planes de entrenamiento. El entrenamiento es un proceso largo que requiere, más que esfuerzo, ir construyendo poco a poco, día a día. Enfrentar los miedos y vencerlos.

Es curioso que se considere lo "subjetivo" como sinónimo de lo "incierto". Sobre lo que tenemos las certezas más absolutas, lo que sabemos más allá de toda duda, es precisamente lo subjetivo.

¿Puede existir siquiera un dolor no sentido? ¿Existiría un dolor, como entidad, más allá del hecho de ser experimentado por un sujeto (subjectum)? ¿No agota su ser mismo una sensación de dolor en algo que es sentido por alguien en un momento dado? Sin duda cuando digo que me duele, el tobillo, el corazón, doy parte de un hecho del que tengo la seguridad que está ocurriendo. Por otro lado, es esta la más indemostrable de las afirmaciones para otra persona, que tiene que confiar en mi sinceridad y en que nuestras experiencias individuales son similares y, como está de moda decir, "transferibles" (i. e. comparables)

El término griego equivalente a "sujeto" en el griego de Aristóteles es el término hypokeimenon, que significa aquello que resiste invariable el cambio en toda transformación. Aquello en lo que el cambio, la sensación, lo que cambia, se pega, inhiere, alcanza. Las sensaciones pasarán y el sujeto permanecerá. Sin duda habrá momentos buenos más adelante, pero parece que hará falta un ajuste profundo para poder recargar por completo y volver a alcanzar los proyectos a largo plazo que andan por mi cabeza. Me refiero al tobillo del esguince.

La ilusión de un nuevo proyecto es lo que facilita la recarga. En mi caso no me atrae por ahora aumentar las distancias a las que me he enfrentado, ni el desnivel positivo, ni la duración de las pruebas. Con +100 Km., +7000 m. y +24h. estoy servido. Pero tengo algunas ideas rondando por la cabeza para este año, y para el que viene, y para dentro de cuatro o cinco años. Ya dejaremos caer alguna pista, como cae la lluvia en el desierto del Mojave,  muy de vez en cuando.

...pues dan justicia y pago unas a otras de la injusticia según el orden del tiempo

Porque las condiciones en las que algo se crea y aparece, porque los comienzos, marcan como son los finales. Eso es lo que nos hace responsables de los resultados. Como empezamos y como seguimos. Porque si se abona y se riega, si se hacen las cosas con ganas y con ilusión al principio, es más probable que las cosas salgan mejor. Hay que empezar la temporada con ganas, sin miedos, y darse con entrega absoluta a las tiradas largas, a las cuestas y las sesiones de calidad. A los nuevos proyectos que surgen y que surgirán.

Ha sido una temporada difícil, interrumpida por acontecimientos inesperados, aunque ninguno de ellos realmente fuera de lo ortodoxo. El plan inicial, ambiciosísimo, la Ehunmilak, ha tenido que ser descartado haciendo uso del sentido común.

Por un lado me inunda la duda. ¿Estaré ya "cascao"? Lo cierto es que rebasando la barrera psicológica de los 40 años dentro de una semana, parece que progresar es difícil, que las viejas lesiones irán a peor y tendré que ir conformándome con pequeñas satisfacciones ocasionales, nunca más dar un salto a un orden de magnitud mayor. Más aún, parece que en lo deportivo, después de la lesión de primavera, que me pilló en mi mejor momento de forma, no he sido capaz de ponerme a la altura, de que todo funcione como debiera funcionar. No puedo culparme, pero me queda la duda de si podría haber hecho algo de otra manera.

Hay que volver a la rutina después de las vacaciones
A veces parece que me tengo que dar por satisfecho con las sensaciones vividas, con las alegrías del pasado, con haber conseguido algo que muchos otros querrían (aunque, quizá, a otros les parezca poca cosa).

Y ahora nos inunda el mensaje cansino y obvio de la vuelta al cole con el que nos machacan y nos machacamos cada año a principios de septiembre. Empieza el curso.

Planes, buenos propósitos, calendarios, objetivos...

Aprender de los errores.

Al colegio, se va a aprender. Comienza el curso y tenemos la oportunidad de mejorar, que aprovecharemos si no hacemos algo para evitarlo (metiéndonos en el ciclo de eterno retorno, de repetición de los viejos errores, de búsqueda de nuevas lesiones con antiguos hábitos musculares). Empieza el curso y es el momento de aprender, de acudir a la rutina con ánimo de perfeccionamiento, con objetivos nuevos y ambiciosos que nos llenen de alegría cuando alcancemos o sepamos sacar aprendizaje de ellos.

Pero es que siempre se está aprendiendo si se tienen ganas de ello. Es el mejor regalo que se hace uno cuando se quiere a si mismo, es el regalo de cambiarse y tratarse como una persona nueva.

Bueno, y unos pantalones nuevos.

Destrozo por estrés corriendo de Santiago a Fisterra