martes, 26 de abril de 2016

Churripuntos

No hay ninguna lectura peligrosa. El mal no entra nunca por la inteligencia cuando el corazón está sano.
Jacinto Benavente
Hoplitas de la guardia tebana rescatados de un "tercer tiempo"
que se les fue de las manos por una dulce espartana

Los churripuntos, esa moneda de cambio, llamadlos como queráis, creo que sabéis a lo que me refiero.

Es ese valor de intercambio intangible dentro de alguna pareja en la que se compensa un acto presuntamente egoísta de una de las partes (relacionado con nuestra afición) con otro distinto que de alguna manera permite satisfacer y restituir un cierto equilibrio ético aún más intangible y difícil de ponderar. Vamos, el colmo de la abstracción, y aún así, sabéis a lo que me refiero sin duda.

Los churripuntos, como los ángeles, no tienen sexo. Depende en todo caso de quien sea la parte de la pareja que le tiene afición a esto de correr. Cierto es que hasta ahora y en la mayoría de los casos, en la medida en que era mayoritaria la huida de varón hacia el grupo de entrenamiento y la mujer la que, siguiendo la presión social patriarcal, asumía las responsabilidades de cuidado doméstico, la mayoría de los churripuntos eran pagados por parte de los maridos a sus santas y abnegadas esposas. Hoy en día, y cada vez más, nos encontramos con muchas mujeres que adoran correr, salir a la montaña, irse con su grupo de entrenamiento y, por supuesto, la misma estructura de la familia ha dado un (afortunado) giro (Carmena, nunca te lo perdonaré, nunca) y tenemos parejas compuestas por dos hombres, por dos mujeres, por hijos aportados de anteriores relaciones con presencia intermitente según los acuerdos de separación y divorcio que haya de por medio... que viven bajo un mismo techo o en distintas casas y con distintas reglas que hacen ingenua la idea de que los churripuntos sean algo exclusivamente entre el marido y "su señora".

Habrá quien ya esté temiendo un largo excursus con el que profundizar sobre el intercambio de mercancías al hilo del libro primero del Capital de Karl Marx y que pasemos de los churripuntos a un manual de economía política.

Hoy no. Que no cunda el pánico.

También habrá quien esté pensando que avanzar en este tema es meterse en un peligroso jardín. Una travesía campo a través llena de plantas urticantes, zarzas espinosas y del que será muy difícil salir sin sufrir un cierto daño en el proceso de volver a la cómoda senda que se ha abandonado. El miedo mata la mente.

Pero a mi entender, entrando en materia, la piedra clave en la construcción del concepto de churripunto es la noción de justicia retributiva. La cuestión fundamental es que a veces se presupone un cierto delito en el que la retribución posterior, a modo de multa, es proporcional, es una respuesta moralmente aceptable a un acto que merece un castigo.

Una santa y abnegada esposa esperando el regreso de "su runner"
Y ahí es dónde creo que hay que poner el foco de atención. En el indudablemente reprobable acto de abandono de las obligaciones en una pareja y en las alternativas que puedan existir. Si tan solo se trata de elaborar un programa de tratamiento penitenciario con el que rehabilitar y reinsertar a la persona deportista para la vida doméstica y sedentaria, mal vamos. Si cada vez que alguien quiere hacer aquello que gusta y le hace disfrutar debe sentirse miserablemente culpable y pagar un alto impuesto, al final, las dos partes de la relación sufrirán por ello sea cual sea el resultado.

Correr requiere tiempo. Hay un tiempo para entrenar en solitario, imprescindible, y otro en el que es posible hacerlo socializándose con otras personas que compartan nuestra afición. Esto último suele requerir ocupar espacios centrales y prioritarios, por así decirlo el prime time familiar, que podría ser utilizado para otras actividades. Correr tiene una dimensión social. Se participa en carreras, se comparten entrenamientos, pero es fundamentalmente una actividad solitaria. La primera regla de conciliación debería ser "No le quitarás más tiempo del necesario a la familia". Eso implicará, quizás, realizar buena parte de los entrenamientos en soledad. Quizá darse el madrugón a menudo, quizá volver del trabajo corriendo o apurar los horarios y construir un puzzle, un tetris, en el que encajar ir al gimnasio mientras los churumbeles asisten a su actividad extraescolar. Meterse la tirada larga el domingo y preparar el desayuno a la vuelta antes de que nadie se levante aún. No apuntarse a todo, y a nada sin consensuar antes la posibilidad de otros planes en pareja. Quizá implica renunciar a la televisión o a ese merecido "tercer tiempo" en el que, después de un duro entrenamiento, se comparte con el resto del equipo una bebida reponedora (cerveza, si, cerveza, que ya os conozco yo).

Pero correr es una pasión, como las montañas, a la que nadie se debería ver en la obligación de renunciar. La persona a la que le piden que no disfrute de su pasión, de lo que le ilusiona, arrastra en la des-ilusión al objeto quien le fuerza a ello. Siente que le piden que no sea feliz y al evocar ese sentimiento, al re-sentirlo cada vez que lo trae a su conciencia, siente un dolor del que hace causa y objeto a la persona en que tiene origen. Se siente re-sentido y culpabiliza, conscientemente o inconscientemente, a quien le priva de una parte de su vida.

Por supuesto, está el extraordinario caso de quienes tenemos la suerte de compartir esa pasión con nuestra pareja. Somos enormemente afortunados de no tener que renunciar, sino compartir y vivir juntos, eso que nos apasiona. En tal caso los ajustes son mínimos y relativamente fáciles. Por supuesto que también hay que encontrar cómo compatibilizar cada plan individual, pero se hace desde un planteamiento de justicia distributiva, es decir, desde un reparto de cargas en función de las posibilidades y las necesidades de cada uno. Desde un enfoque de administración de un bien común, no desde el pago a una ofensa.

Mon petit chou et moi

Podría pensarse que la solución es que nuestra pareja se ponga a correr o a subir a las montañas, pero la experiencia nos dice que, a veces si, pero a menudo no, lo que nos gusta no tiene por qué ser lo que le gusta a ella. Tan mala cosa es sentirse obligado a hacer algo que no se disfruta como verse privado, por otro lado, de aquello que si.

Quizá esa justicia distributiva es la clave para acabar con el churripuntismo en aquellas otras parejas que no tienen esta suerte (y que no conviene forzar más allá de la oferta). No transformarlo en un sistema de delito-culpa-pena-castigo-perdón, sino en una reasignación de los beneficios y las cargas de las distintas aficiones y responsabilidades de la pareja con un criterio de equidad, mirando más allá de correr, otras muchas cosas.

Y quizá también para lo que no es deporte y las aficiones. Más allá de los estereotipos casposos que nos vende la televisión, para todo en esta vida, parece que esa es la clave de la convivencia más allá de la culpa y del resentimiento en la moral. Dejar atrás ese patrón de enfrentamiento y conflicto, de codependencia neurótica y optar por la mutua compañía y el respeto.

La libertad es un bien común y cuando no participen todos de ella, no serán libres los que se creen tales
Miguel de Unamuno



martes, 19 de abril de 2016

De los superalimentos a los superejercicios

No hay mayor mentira que la verdad mal entendida.
William James, filósofo estadounidense
No es que se aproxime ese absurdo invento de la operación bikini que se supone que consiste en  sentirnos obligados a hacer "algo", lo que sea, para perder peso (y de paso el tiempo, y las ganas de vivir) cuando parece que se acerca una climatología más benevolente. Es que se va acercando el pico de forma que buscamos a través de los entrenamientos. Dos ciclos de ocho semanas con un descanso entre medias y, ahora mismo, empiezan a verse algunos resultados (los abdominales no, ni, como dijo aquel, se les esperan por aquí).

Hay que perder peso en ese proceso de ponerse en forma para el gran desafío deportivo de este año... que abordamos desde el escepticismo sobre nuestras capacidades. No para estar más "pintón" en la piscina, ni para esquivar el desprecio de la sociedad hacia las personas con sobrepeso. Que son razones legítimas como casi cualquier razón, por otro lado, suele serlo. Es para poder asimilar todo el entrenamiento necesario sin lesionarse y para reducir el esfuerzo necesario para hacerlo. Simplemente, se trata de que el umbral aeróbico (ojo, aeróbico) tiene una vinculación directa con el peso corporal y, con cinco kilos menos, puedo correr sin que las pulsaciones del corazón alcancen dicho umbral, con un esfuerzo cardíaco similar al que ahora me supone andar deprisa. Además las articulaciones reciben menos kilos por centímetro cuadrado de carga y necesitan menos esfuerzo para realizar su recorrido y por ello tienen menos riesgo de sufrir roturas, aunque sean "microrroturas". Otro año más, me toca afinarme.


Dejamos por ahora el profundizar con un enfoque más filosófico (i.e. "incómodo") las motivaciones estéticas y de salud que pueda haber para perder peso en un momento dado. La presión social sobre la imagen corporal y los intereses de la industria alimentaria por amasar (nunca mejor dicho) ingentes cantidades de dinero con nuestros desórdenes alimenticios. Nos ceñimos a lo deportivo, con la esperanza de que a alguien le pueda ser de utilidad. Pero pronto volveremos sobre ello, así como sobre el disneyprincesismo, el hellokitticismo y el rosismo en general entorno a este tema, que desde un enfoque de género gana mucha enjundia.

El otro día me di de bruces con el concepto de "tumba metabólica", y es que nuestro cuerpo es un sistema en equilibrio dinámico muy adaptable. No basta con calcular calorías ingeridas y calorías gastadas. El muy cabrón Él se encarga de regularse de manera que, aunque comes menos, ya no va necesitando más, aunque aumentes la carga de kilómetros, el pedazo de cabrón este él se las apaña para ser más eficaz y consumir menos calorías para hacer lo mismo o más. Se llega a un punto en el que no se puede comer menos y entrenar más. Simplemente, la fatiga, el hambre y la debilidad hacen acto de presencia y nuestra cuerpa, el soma, se impone a nuestra psychè, a nuestro pensamiento. Esto del ultrafondismo es lo que tiene. Nos convierte en motores diésel de bajo consumo y con mucha autonomía. Tractores de gran eficacia que van por el campo sin prisa pero sin pausa,... pero todo tiene un precio. Si comes menos o entrenas más, revientas, si comes más o entrenas menos... recuperas rápidamente (a la velocidad de la luz), el lastre que tanto tiempo y esfuerzo te ha costado dejar atrás.

Hay que replantearse la estrategia.

Aquí unos muchachuelos haciendo unos burpees en la playa para ponerse en forma
Aunque una década después de empezar a correr aún tengo la sensación de que soy un novato en estas cosas, ya hay algunos errores que tengo superados y en los que no caigo. Peco de inocencia y "pico" en otros, pero de alguno ya consigo librarme.

No voy a tomar ningún "supersuplemento" ni un "alimento mágico" que me vendan al escandaloso precio al que venden estas cosas. Suele ocurrir que el precio es el mismo que tendrían estos productos en el caso de servir para lo que dicen que sirven... pero sin hacer nada, claro. Y las cosas que si que harían algo como los "asteroides" esos... no los tomaría ni aunque fuesen legales y gratuitos. Por mi parte quiero que mi hígado y mi páncreas me acompañen muchos años de felicidad deportiva, así que no será por ahí por dónde buscaré una solución. La buscaré fundamentalmente trabajando en las cercanías del otro umbral, el anaeróbico.

Y después de la moda de los superalimentos y de los supersuplementos ha venido la de los... superejercicios...Algunas estrategias básicas pueden sacarme de la tumba metabólica como un remedo de un zombi redivivo por el vudú de la lógica termodinámica. Al fin y al cabo somos máquinas.

Para empezar, se trata de consumir las calorías necesarias, no menos, porque una dieta restrictiva, a estas alturas, solo me aporta debilidad y e impide el crecimiento muscular. Y de eso se trata. Musculos grandes, gastan más y ejercicios intensos consumen energía mucho tiempo después de ser finalizados. La vía de escape del callejón sin salida del diésel es pasarse al queroseno de alto octanaje. Ejercicios de fuerza y ejercicios de alta intensidad. Hay un amplio abanico para elegir, desde las "series" de toda la vida a los muy de moda y paleohipsters ejercicios funcionales.


Así que te pones a buscar por youtube, eso si, después de un asesoramiento experto que te dice, como norma fundamental, no mezclar (como en otras cosas de esta vida) lo que no debe ser mezclado. El día que trabajemos fuerza, no trabajamos intensidad, el que trabajamos resistencia, solo resistencia. No más de un día por semana de fuerza y de ejercicios de intervalos de alta intensidad (HIIT)... o lo pagaremos más pronto que tarde... y vigilando la fatiga para no caer en el sobre-entrenamiento.

Pero las rutinas que te encuentras por la Red... magistralmente ejecutadas por supercachas y fitgirls de cuerpazos llenos de musculillos sin un átomo de grasa... parecen inalcanzables... "repite este sencillo ejercicio 20 minutos al día y ponte cañón" suena a lo de siempre: fácil, mágico, probablemente fraudulento... luego te pones tu delante del espejo, con un torso que parece una pechuga de pollo en vez de una tableta de chocolate... y no sale igual.

Y es que no, pero es que si. El superejecicio es una verdad a medias. Y las verdades a medias son las peores mentiras. No puede basarse toda tu actividad física en un solo ejercicio de alta intensidad.

"Fácil". Fá-cil,-los-co-jo-nes.

Fácil para quien lo tiene dominado. Para ti, si intentas seguir el ritmo del hipster con cara seria del vídeo (o de la fitgirl de la sonrisa) te da un infarto. Deberías trabajar algunos días, en cualquier caso, ejercicio aeróbico (bici, correr, nadar, piragua...), los ejercicios de alta intensidad no deberían ser la base de una actividad física saludable y sostenible.

Lo de los 20 minutos también tiene trampa. Si le añades un calentamiento, unos obligatorios descansos entre serie y serie y un descalentamiento y estiramiento posterior, no te lleva menos tiempo que tus diez kilómetros de trote tractorista. Por otro lado, para ejecutarlo correctamente, tienes que partir ya de una condición física que te permita asimilar una forma de entrenamiento que es bastante agresiva para el cuerpo. Resulta que hay que estar ya fuerte para ponerse fuerte. No se puede el primer día pasar de series de burpees a abdominales de pilates, dominadas, multisaltos y sentadillas, sprints y circuitos con todo lo anterior a tope, como no se puede salir el día que corres por primera vez a hacer noventa minutos (ni treinta, oiga).

Así que resulta que aquí tampoco hay atajos. Ponerse en forma requiere trabajo, trabajo y trabajo. Entrenar duro y comer bien.
Fucking shit! 
Anónimo británico, en un ataque de sinceridad en el décimo burpee