jueves, 30 de abril de 2015

Metamorfosis y libertad

¡Tal era yo en el fondo! ¡Yo, que caminaba por el mundo aislado en mi desprecio!... Tal era yo: una escoria, una basura, borracho y sucio, repugnante y grosero, una bestia salvaje dominada por asquerosos instintos...
Hermann Hesse
Encuentro en un libro olvidado un pequeño trozo de papel que usé como marcapáginas hace diez años casi exactamente. Son mis medidas antropométricas cuando me puse a dieta en mayo de 2005, cuando ya había superado nueve meses de síndrome de abstinencia del tabaco como un embarazo complicado y había parido la idea de perder los kilos ganados en el proceso y otros veinte más que me sobraban ya antes.

¡Odín! ¡Lo que aparece por los rincones!
Los viejos papeles, las fotos y, en menos medida, las grabaciones, aparecen para recordarnos quienes éramos, que estábamos haciendo. Para darnos un fugaz momento, una visión, de ese animal mitológico que es uno mismo tal y como se recuerda.

Cierto, y me hacían hace poco asentir virtualmente y dar la razón, que la trampa de buscar la felicidad a través de "construir recuerdos en vez de acumular objetos" es que los recuerdos los vamos inventando, reinventando, encajando, deconstruyendo, lijando y barnizando. Que, en cierto modo, vivimos siempre en una falsedad. Eso puede querer decir quizá para ser feliz hay que vivir en el autoengaño de unos recuerdos cocinados y "refritos" por nuestro subconsciente hasta que son digeribles por nuestra memoria (y por "memoria" me refiero más a un servicio de mensajería díscolo, que a un almacén en que pueda estar disponible un stock), pero parece que la alternativa es quizá vivir bajo unos malos recuerdos tan inexactos como cualquiera otros más felices. Que sean malos recuerdos no los hace más reales.


Como en un enunciado expresado en un lenguaje simbólico formal, nuestra mente intenta que los recuerdos formen un modelo de interpretación del conjunto de hechos almacenados. Que el conjunto tenga consistencia (ausencia de contradicciones) y completitud (que a partir de ellos se justifique nuestra forma de pensar, nuestros valores, creencias y las decisiones que tomamos). Ello implica que olvidamos algunas cosas y cambiamos otras, claro, pero aparecen fotos, papeles, nos recuerdan conversaciones, rescatamos en otro discurso distinto un dato que no habíamos querido conservar y que toma relevancia... en definitiva, hay una tensión dialéctica entre nuestra imagen de nosotros mismos y lo que, si somos honestos, quizá pudo ser.

La resistencia al cambio no es algo banal. Por supuesto que parece que, aparentemente, dejar de fumar o reducir la cantidad de grasa acumulada bajo la piel son cambios superficiales, circunstanciaras accidentales y que no afectan a la "esencia" de una persona... ¿o no? El tabaco nos organiza los tiempos a lo largo del día, algo que te pasa desapercibido hasta que dejas de fumar. Condiciona a qué sitios entramos y hasta con quién nos relacionamos en las pausas en el trabajo o el estudio. El sobrepeso no solamente determina qué puedes hacer y qué no puedes hacer. Respondemos en gran medida a las espectativas que generamos a nuestro alrededor y a los gordos y gordas se NOS trata como a a parias morales (si "nos", no "les", se es gordo para toda la vida aunque se adelgace). Cuando pierdes treinta kilos la gente se comporta contigo de otra manera y eso condiciona profundamente como tratas tú a esas personas. Cambia mucho las relaciones sociales y especialmente con desconocidos, ya que la sociedad tiende a proyectar una imagen social de las personas gordas cargada de prejuicios.


El cambio se encuentra (ya que ha salido hoy el concepto de dialéctica) en la articulación, en la dialéctica entre la libertad humana y la identidad personal. Ni más ni menos. Si no tomamos decisiones, si no decidimos cambiar nunca, no ejerceremos jamás un acto de libertad. No puede existir libertad sin decisión, sin mirar al futuro y actuar para que haya cambios. Tomar decisiones para que nada cambie es lo habitual, pero no un acto de verdadera libertad. No hacer nada y "pensar fuerte" deseando que algo cambie (al estilo de las memeces que se comparten en Facebook de Paulo Coelho del tipo: "si lo deseas con fuerza, el Universo conspirará para que suceda") es aún peor, por lo menos el conformista se esfuerza un poco para que nada cambie.

El supremo acto de libertad es cambiarse a uno mismo. Construirse en algún aspecto. Es por esto que tomar la decisión de llevar una vida activa, ya sea corriendo, yendo a bailar o dando paseos por el campo, no es una banalidad. Es un acto de construcción de la identidad y, por tanto, de gran libertad.


Pero cambiar también supone enfrentarse a perder una parte de la identidad. Hay que dejar de "ser" algo para convertirse en otra cosa. Hay que enfrentarse a la desaparición de lo que consideraba, uno de si mismo, que uno era. Dejar de ser algo es, en alguna medida, desaparecer. Toda transformación implica una amenaza. La resistencia al cambio puede muy bien estar profundamente vinculada con el instinto de supervivencia. Con el legítimo miedo a la muerte, la pulsión de sobrevivir. A ello hay que añadirle que el entorno también se resiste a tu cambio, porque supone a su vez un cambio para ellos, al menos para esa parte de ellos que es la construcción, la imagen, que se han formado de ti.

Desde la perspectiva de diez años de cambios ya no sé si ese animal mitológico, ese treintañero gordo fumador compulsivo existió realmente. Quizá ha sido construido con pedazos de memoria. Se ha ido idealizando entre las estructura de interconexión neuronal y tendría que sentarme a charlar un rato con él qué opina de mi. Quiero pensar que me acerco bastante a lo que hubiese querido ser diez años después en casi todo. Quizá eso es lo que me une a él. Sus proyectos y deseos se han ido realizando en mi persona a lo largo de un continuo en el espacio tiempo. Pero no es el axioma de continuidad (que no haya ningún tránsito por saltos en las cuatro dimensiones del espacio-tiempo entre él y yo, que en cualquier punto y el siguiente haya contigüidad entre ambos objetos (hechos) físicos), lo que me conecta a él son las decisiones que él tomo y el hecho de que fuesen actos de libertad. Gracias a ello, a que soy el resultado parcial de cada una de esas decisiones sucesivas, puedo construir un recuerdo de él como un "mi mismo".

Que la mayoría de lo decidido haya salido bastante mejor de lo esperado no quiere decir que no haya hecho estupideces, pero sería terrible que hoy fuese yo alguien distinto de quien soy fruto del puro azar, de esperar a que ocurran cosas, de dejarme llevar por lo que los demás esperan de mi o de poner mis decisiones en manos de seres o fuerzas sobrenaturales. En la medida en que asumes la responsabilidad de tus decisiones y actúas en libertad, puedes sentirte unido a la persona, aunque sea distinta y construido su recuerdo de aquella manera, que un día fuiste.

¿No es esto, creo, a lo que llaman ahora storytelling...?
Nada le es más desagradable a un hombre que tomar el camino que conduce a sí mismo.
Hermann Hesse



martes, 21 de abril de 2015

Trailrunning ad nauseam

“Nada ha cambiado y sin embargo todo existe de otra manera. No puedo describirlo; es como la Náusea y sin embargo es precisamente lo contrario: al fin me sucede una aventura, y cuando me interrogo veo que me sucede que yo soy yo y estoy aquí; me siento feliz como un héroe de novela.” 
J. P. Sartre, La Nausea
La nausea es una sensación que muchos corredores experimentan en algún momento durante alguna carrera. Puede tener diversos orígenes y nunca es agradable. No quiero hablar sobre si en el mundillo de lo de correr empieza a haber cosas que dan asco. Eso otro día.

Por ejemplo, cuando se trabaja a ritmos muy altos, anaeróbicos, es decir, cuando las células utilizan como combustible hidratos de carbono en presencia de poco oxígeno como hacen los corredores de cuatrocientos metros al apretar el ojete, digo, el ritmo, y se genera una alta concentración de ácido láctico pueden aparecer vómitos y nauseas. No es raro ver como un corredor velocista enfila los servicios del vestuario al acabar la competición para toser y vomitar un rato entre agónicos estertores. También puede producirse por deshidratación, o cuando por exceso de calor o por un ritmo de carrera "por encima de nuestras posibilidades" (que diría un neocon) la irrigación sanguínea que debería ir al aparato digestivo va a otras partes. Sobre este particular no se han constatado nauseas por priapismo en corredores consumidores de "vinagra", pero siempre queda la duda de si alguno ha confundido la pastilla blanca con la azul y no se ha tomado el ibuprofeno, sino el coadyuvante del ayuntamiento carnal. Dice el dicho ultrero "burro cansao, burro empalmao".

Si confundes esto con el ibuprofeno, solucionar
tu problema de inflamación tomará otra perspectiva.
Consejos: id con una buena hidratación, no comáis cosas difíciles de digerir, no toméis vasodilatadores facilitadores del coito durante la carrera (por si acaso, qué os conozco bacalaos) y tratad de conocer vuestra "velocidad de crucero" máxima. Y sobre todo, descalentad al acabar para que el hígado se deshaga de los deshechos de la combustión en déficit de oxigeno (un paseito de quince a veinte minutos, mínimo, después de un maratón).

La nausea de Sartre no es una nausea física, es una sensación que se vive en la sociedad contemporanea en la que el individuo se enfrenta a un mundo absurdo y solitario. Carente de sentido. La persona se ve inmersa, emplastada e inserta en una realidad, en un conjunto de rutinas de comportamientos rituales. La nausea de Sartre se asemeja más a los síntomas que experimenta una persona con una depresión seria y su filosofía se tiñe de pesimismo.

Tengo la sospecha de que hay que desconfiar de quien pone en duda la existencia del ser humano y especialmente el propósito vital del hombre. Desconfío de las filosofías pesimistas. Cuando alguien me trata de convencer de que todo es una mierda y nada vale la pena, me resulta difícil de creer que haya un fundamento lógico, uno que no responda, simplemente, al estado de ánimo del filósofo. El ateísmo pesimista de Sartre o Unamuno me parece una forma culpable de incredulidad. Como un niño que no quiere aceptar que los reyes magos no existen. En vez de dar al ser humano la libertad y la responsabilidad de dar un sentido a su existencia, se niega la posibilidad si no hay una figura paternal y sobrenatural que sea quien proporciona la justificación al existir humano.

Jean-Paul Sartre, pensando en el lactato deshidrogenasa y en el ciclo de Krebs,...
o en alguna cuestión filosófica existencialista. Yo qué sé. Me salté esa clase.
Hay otro momento en la historia en la que la palabra nausea se asocia a un concepto ligado a la actividad de la filosofía. Se trata de la falacia del argumentum ad nauseam. 

Se trata del ejercicio de repetir reiteradamente un argumento una vez tras otra, venga a cuento o no, aunque haya sido rebatido ya. Se trata de cansar al "adversario" apelando a alguna cuestión marginal o superflua que permita distraer el foco de atención del problema a tratar o, incluso, se convierta en el objeto de discusión aunque sea irrelevante. No es simplemente, como diría Joseph Goebbels, repetir una mentira mil veces hasta que se convierta en verdad, es más parecido a negar la posibilidad de diálogo, romper con toda posibilidad de avanzar en un debate porque, digas lo que digas, vas a obtener la misma nauseabunda consecuencia: escuchar la misma estupidez una vez tras otra.

Aplicároslo que vienen más debates electorales.
“Náuseas; de vez en cuando los objetos se ponen a existir en la mano.” 
Ibid.

lunes, 6 de abril de 2015

La Remontada Infernal 3: a la tercera, no siempre va la vencida

Entonces tiene lugar la expulsión de la Bestia Triunfante, es decir, de los vicios que predominan y suelen conculcar la parte divina; se purifica el ánimo de errores y se le adorna con virtudes, por amor de la belleza que se ve en la bondad y justicia natural, por deseo del placer que deriva de los frutos de ésta y por odio y temor a la fealdad y displacer contrarios. 
Giordano Bruno, La expulsión de la Bestia Triunfante
Es cosa cierta que las crónicas de carreras, a fuerza de tanto ser utilizadas por todo el mundo para dar a conocer sus actividades y compartir sus emociones y experiencias, han perdido mucho interés. Al final los veinte mil participantes del medio maratón de Madrid de la semana pasada habrán generado quizá cuatro mil crónicas en las redes sociales. Seguro que, como yo, muchos de esos cronistas se hacían los remolones a la hora de entregar una "redacción" al maestro a la vuelta de vacaciones y ahora sienten la imperiosa necesidad de ir explicando, kilómetro a kilómetro, cuales han sido sus ritmos de carrera a quién despistadamente lea sus páginas. 

Pero si ello redunda en un ejercicio colectivo, además de deportivo, de estilo literario, bienvenido sea. No sea que todo el mundo acabe hablando como en los twitter de Gran Hermano o lo que es peor, Odín les fulmine, los seguidores de Mujeres y Hombres y Viceversa.

Fingiendo pose. Postureo en la Senda Genaro.
Limito mi crónica de ella a contar que nos retiramos a los quince kilómetros.
Viendo como está de forma física la gente en la sala de espera de un consultorio sanitario (o en cualquier parte, como las gradas de un estadio de furgol) y, paralelamente, como se redactan algunos mensajes que se escriben en las redes sociales, creo que ni correr veinte kilómetros ni escribir cuarenta lineas de texto son cosas que nos sobren en nuestra sociedad actual en su conjunto. Leer un poco, aunque sea prensa deportiva furgolista o las insanas Cincuenta sombras de Grey, el martillo de Thor aplaste a los impíos editores, o también escribir, tan solo, unas lineas contando lo que se ha sentido durante una carrera popular, es al fin y al cabo como salir a correr media hora o lo que se pueda al parque... es un ejercicio deseable como un mínimo por el bien de la cultura y de la salud mermada de éste nuestro vecindario nacional. Mejor que el analfabetismo y la obesidad mórbida.

Por tanto, una vez más y porque no voy a ser menos, porque a pesar de que ya esté desgastada la fórmula de la crónica bloguera de salir a correr, para mi es importante compartir el intento de recorrido completo que originariamente dio la razón de existir a este espacio que tanto me ha aportado desde aquel momento hasta hoy. He vuelto a retirarme, a la tercera, y no he podido realizar el recorrido que yo mismo propuse y que completaron Joaquín y Juampe en 2012 y nadie desde entonces que yo sepa. Agradecía cualquier corrección al respecto, si alguno de mis amables lectores ha hecho o tiene noticia de que alguien más haya hecho la Remontada Infernal poniendo las albricias en un correo a remontadainfernal@gmail.com para rendirle la pleitesía y el merecido homenaje. Por ahora solo estos dos titanes lucen con orgullo la condición de finishers.

Imágenes de 2012 del inicio del recorrido, en Rivas Vaciamadrid y los escenarios de la Batalla del Jarama

Realmente no hay mucho que contar sobre mis sensaciones ni tampoco tuve ninguna epifanía mientras recorría los 51,1 kilómetros que pueda compartir con vosotros. Casi mejor porque de las cuatro mil crónicas que pudiera haber generado la media maratón de Madrid quizá mil de ellas venían con epifanía como una fruta puede venir con bicho, un ascensor con humano o el código de un programa con un "bug" (todo ello "bicho"en un amplio sentido).

Tomando la salida. Clásico selfie. Sin palo, como los tíos duros.
Así que solamente ciñéndome a lo que pueda aportar sobre el itinerario, debo comentar que el camino está mucho mejor que en ocasiones anteriores. Se ha remarcado abundantemente, probablemente por alguna asociación de amigos del Camino de Santiago, desde Rivas hasta la capital. Han finalizado las obras del AVE y se ha acondicionado mejor la ribera del río entre Perales y Villaverde, que casi parece un río como otro cualquiera y en estos días de máximo caudal por el deshielo, casi ni huele mal.

Primeros kilómetros. A la derecha los cortados de la linea defensiva de la Republica Española, a la izquierda el campo de batalla donde se estrellaron por primera vez las potencias del Eje Berlín-Roma y sus aliados, los golpistas de Franco
(hablando con propiedad, que el lenguaje no es neutral y luego hay malos entendidos y partidarios de la "equidistancia").

Entusiásticamente marcado recientemente por alguien
el camino desde Rivas hasta Madrid Río. No hay pérdida.
Recordar a quienes leen esto y son del gremio que el camino es muy corrible y cómodo, pero que va "picando" hacia arriba inexorablemente, poco a poco y sin que se note mucho, por lo que las piernas se cargan y sufren bastante aunque se baje el ritmo. Da igual lo que hagas, no puedes hacer eso que los corredores denominan "soltar piernas" y hay un sobreesfuerzo especial de la planta del pie, el tendón de Aquiles, peroneos y sóleo. Yo os aviso. En mi caso la sobrecarga y posterior repercusión en tendinitis (debido al esguince de 2013), fue en un "auxiliar", en el flexor hallucis longus, que por mi hiperpronación se ve sometido siempre a un mayor estrés mecánico.


También tengo que recordar a quién, abandonando todo el buen sentido común de esa gente que nos dice "te vas a hacer polvo las rodillas, ya verás que vejez te espera...", decida seguir estos pasos, que tengan también en cuenta al llegar al Pardo que hay que estar muy pendientes de seguir el camino marcado (también abundantemente) como GR 124. El camino va virando primero al Este y luego al Noreste, pero por caminos que zigzaguean entre árboles y que suben y bajan y que impiden tener referencias, por lo que no conviene apartarse de las marcas si no se tiene un sentido de la orientación privilegiado.

 
   
Madrid Río, una de las primeras mañanas soleadas de esta Primavera
Corro entre manadas de paseantes
Sobre la mayoría de las voces que nos previenen sobre la mala vejez hay que aclarar que suele ser gente de hábitos sedentarios y costumbres nutricionales lamentables, si no consumen otros tóxicos para completar el paisaje del autocuidado (autodescuidado), así que no os preocupéis porque estén ahí para recordaros que os lo dijeron: "te lo dije, te lo dije...". Vosotros, al menos, tendréis vejez, ellas probablemente no, o al menos no algo digno de ser llamado "vida" en muchos casos. Mal que no les deseamos pero que no podemos combatir convirtiéndonos en "sermoneadores" que se pasen el día haciendo apología del correr. Que corra quien quiera (y que nos dejen vivir).

Al pasar Somontes hay que buscar a la derecha el sendero marcado como rojo-blanco (GR 124)
y seguirlo con cuidado hasta salir del Pardo
Acabado el recorrido por el interior del Pardo lo rodeamos por fuera, pegados a la tapia, en principio hasta llegar a la vía del tren.

La tapia del Pardo se puede hacer monótona y cansina.
Hay un camino a la derecha marcado como GR124 un pelirn más recto.
Extraño circular alrededor de una ciudad tan grande sin llegar a tocarla, observarla "desde fuera" a la manera que la filosofía reflexiona sobre la condición humana, imaginando que no forma parte de ella.
Al llegar a la vía del tren había que cruzar al otro lado, pero ahora hay un caminito marcado que continúa pegado a la finca de caza del monarca que, ahora que empieza la campaña de la Renta 2015, me viene a la cabeza quien subvenciona (tú... y yo y cuatro asalariados y autónomos). Se agradece el recorrido, que gana en belleza.

 
Nuevo desvío del Camino de Santiago, pegado a la
Tapia del Pardo en dirección Norte. No hay pérdida posible.
A estas alturas, completado ya más que el maratón cuesta arriba, las molestias antes comentadas me ponen en el trance de tener que retirarme. Es algo a lo que hay que acostumbrarse en nuestro deporte, el ultrafondo, la ultraresistencia, el ultratrail o como se llame. Hay un porcentaje de carreras que hay que abandonar si quieres continuar tu actividad favorita sin lesionarte. El abandono de hoy es la carrera que puedes correr la semana que viene, los entrenamientos que vas a disfrutar esta primavera y la alternativa es estar amargado y muy jorobado porque te falta la droga a la que eres adicto. He caminado casi la mitad de los últimos diez kilómetros, porque corriendo me duele, pero andando no, y eso me da la esperanza de que, ya que por la noche voy a caminar y los últimos veinte kilómetros son de montañismo puro, pueda acabarla, pero... empieza a dolerme al caminar, así que hay que rendirse sin oponer resistencia para poder recuperarse rápido.

Me rindo sin oponer resistencia.

A punto de ser rescatado por Anne Souplet
Llego al punto de extracción, punto kilométrico cincuenta y uno y un décimo, con el ánimo a media asta, pero soy recibido allí por una guapa francesa que me da de cenar tortilla de patatas con chorizo y mucho cariño y en seguida se me pasa. La semana que viene tengo la oportunidad de correr el Trail Batalla de Alarcos con los amigos y eso siempre es un aliciente.
Algunas personas enfocan su vida de modo que viven con entremeses y guarniciones. El plato principal nunca lo conocen.
Ortega y Gasset