martes, 20 de diciembre de 2016

Solsticio de invierno

«Ahora comprendo que he sido visitado por el arquetipo de la regeneración del tiempo. No ha faltado nada: la fecha del equinoccio, la abolición del tiempo pasado, la alusión (¡como por casualidad!) al “eterno retorno” e incluso al diluvio bajo la forma de la tormenta y del aguacero diluvianos.» 
Mircea Eliade, Diario
Cuentan los ancianos de la aldea que ya antes de que llegaran los invasores del Este, después del diluvio, cuando debimos huir al sur y llegar a estas tierras fértiles y cálidas, hace muchísimas generaciones, nuestros más remotos antepasado engalanaban el árbol sagrado cuando llegaba la noche más larga del año y le elevaban cánticos para propiciar buenas cosechas. Pero primero era necesario que el padre cielo se casase con la madre tierra esta noche, que la ceremonia alrededor del tejo de dos mil anillos se celebrara como se había celebrado desde tiempos inmemoriales, desde antes de que nuestros herreros supiesen fabricar falcatas, antes de que llegasen desde la costa noticias de ciudades llenas de oro y riquezas donde la gente viajaba a través del mar infinito en barcos de madera que se mueven con el viento.

Esta noche adornaremos el árbol que nunca pierde las hojas y le cantaremos para que, ya desposados, el Cielo abrace con luz, calor y lluvia a su esposa la Tierra y ella pueda darnos de comer a todos en la nueva estación que empieza. Todo el mundo hace lo mismo esta noche, la más larga, dicen los viajeros que llegan desde lugares muy lejanos y que reciben noticias de lugares aún más allá donde nieva casi todo el año, no solamente en uno de los cuatro ejes de la rueda de las estaciones, en sitios donde tienen el pelo del color del trigo y la vida es aún más dura que aquí. Incluso allí se reúnen todos esta noche, adornan los árboles y les cantan canciones. También dicen, quizá los mentirosos, en islas lejanas al norte de color verde donde nunca deja de llover. Allí hay magos que ponen luces en los árboles y les elevan cánticos.

Dicen que los tiempos están cambiando, que se establecen en la costa nuevos pueblos, que traen inmensas riquezas y que ellos no adoran a los árboles, ni al ciervo que cada año renace y con una nueva cornamenta berrea al cielo anunciando la llegada del frío, y que tienen otros nombres para hablar del Cielo y de la Madre, dicen los que aprenden su forma de hablar que pueden hacer marcas en la piedra y que sus espadas negras y afiladas cortarían el bronce de las nuestras si quisieran hacernos la guerra. Pero que son tan inmensamente ricos que no vienen a robarnos el ganado a nuestras miserables casas, sino que prefieren comprar a los vecinos e intercambiar mercancías con ellos y ya son muchos los que van a vivir cerca y aprenden los nombres de sus dioses y trabajan en sus puertos.

El mundo está cambiando. Los jóvenes ya no respetan a los mayores. Se pierden todas las tradiciones. Quizá es que pronto ya nadie se reunirá entorno a los árboles adornados para cantar cuando llegan los días, por fin, en que las horas de luz dejan de acortarse.

Quizá.


Mi bello abeto
rey del bosque
me gusta tu verdor
cuando llega el invierno
bosques y barbechos
son despojados de sus encantos,
Mi bello abeto, rey del bosque,
tú guardas tus adornos.

Tú que en el solsticio
plantamos en nuestra casa
por el santo aniversario.

Bello abeto,
cómo eres de suave,
y tus caramelos
y tus juguetes.

Tú que en el solsticio
plantamos en nuestra casa
         Mon beau sapin,
Roi des forêts
Que j'aime ta verdure.
Quand par l'hiver
Bois et guérêts
Sont dépouillés
De leurs attraits
Mon beau sapin,
Roi des forêts
Tu gardes ta parure.

Toi que Noël
Planta chez nous
Au saint anniversaire
Joli sapin,
Comme ils sont doux
Et tes bonbons
Et tes joujoux
Toi que Noël
Planta chez nous

jueves, 15 de diciembre de 2016

2017


"Nada fija tan intensamente algo en la memoria como el deseo de olvidar"
Michel de Montaigne
Somos muchos los que entre semana, de madrugada o al atardecer, en invierno y en verano, también incluso unos pocos locos a pleno sol del de mediodía en julio, cuando cae fuego del cielo de Madrid, damos una vuelta alrededor de ese bosque que tenemos junto a a la capital, la Casa de Campo, siguiendo esa ruta conocida como "la Tapia". Una ruta que puede ser exigente, ya que tiene las cuestas y los llaneos justos en sus dieciséis kilómetros para exprimir todo el jugo vital de las piernas.

La actual tapia es una reforma sobre una construcción más antigua de Francesco Sabatini, el arquitecto que Carlos III empleo para dar a Madrid el aire moderno que este rey quiso importar desde Nápoles.

La tapia a su paso por el arroyo de Prado del Rey,
con unos característicos arcos que permiten
la circulación de las aguas por debajo de él.
Para muchos la vuelta a la tapia es un ritual curativo. Un circuito que nos permite ordenar las ideas, navegar a través de los recuerdos tratando de interpretarlos y darles un sentido mientras las piernas, casi por su cuenta, recorren las diez millas más rápido o más despacio dependiendo del nivel que entrenamiento que tengamos en ese momento. La mente vaga desordenada, pensando en la corte de Madrid durante el periodo del despotismo ilustrado, por el Madrid de 2016 que también tiene corte aún y cortes, de tráfico, que molestan a los cortesanos. La mente vaga por los acontecimientos del día en la empresa en la que uno trabaja y los personajes que la habitan y en carreras hechas, en carreras por hacer, en el desastroso año deportivo que ha sido 2016 con tan escasos resultados tangibles.

Y es que, al final, casi todo lo que sabemos sobre el mundo y sobre nosotros mismos lo construimos sobre los recuerdos, una vez tragados, ya digeridos y metabolizados por las encimas de la re-interpretación, de la reconstrucción y comprensión que a menudo cambia el sentido e incluso el contenido de lo que recordamos. 

Es por ello que olvidar todo aquello malo que hemos vivido es un ejercicio de voluntad en alguna medida, un esfuerzo de relatarse los acontecimientos de manera que extraigamos de ellos una interpretación positiva si es posible, y si no es posible, que al menos nos sirva para mejorar nuestra comprensión y en el futuro no caer en las mismas trampas y aprender a huir de aquellos  seres que solamente nos aportan un mal, "aquello que no es adecuado a ningún fin". Zancada a zancada, dando una vuelta sobre el eje descentrado del cerro Garabitas, siguiendo la mampostería de Sabatini alrededor del bosque de Madrid. Tapiaterapia al menos un día a la semana.

Dicen aquellos que dicen saber de esto, que tratar de olvidar, negar lo vivido, solamente es contraproducente, que hay que elaborar los recuerdos para poder asimilarlos. Parece que ocurre como cuando tratamos de dormir y ese sobreesfuerzo por conciliar el sueño nos activa y nos impide descansar pero, paradójicamente por el contrario, como cuando tratamos de mantenernos despiertos y ese ejercicio hace que la mente se nos extravíe y caigamos en brazos de Morfeo. Como cuando tratamos de olvidar una melodía y no podemos sacárnosla de la cabeza, como, al revés, cuando de tanto escuchar esa canción que nos gusta, nos acabamos aburriendo de ella y al final terminamos por alejarla de nuestra playlist para siempre.

Cuesta para arriba, cuesta para abajo, adelantar una bicicleta en la siguiente subida y un traguito de agua en la fuente a mitad del recorrido, Se cruza fauna no humana de la casa de campo, si es muy temprano, incluso un zorro puede escapar por el camino cuando un runner madrugador le sorprende en el intento de desayunarse un conejo. Uno de los muchos que llenan de madrigueras las laderas de las vías del tren que cruza el enorme parque. La mente se distrae y piensa en las carreras del año que viene, en futuros retos y en pasados fracasos y en como sacar lo mejor de ellos.

La memoria reelabora el recuerdo. De los restos del naufragio rescatamos los materiales para los cimientos de un nuevo proyecto. 

Volvemos al aparcamiento del lago, se completa la vuelta una vez más como se completa un ciclo anual, otra temporada de aciertos y errores, a veces mejor, a veces peor. A veces arrastrándonos, a veces sobrevolando las pistas y senderos como águilas caudalosas.