martes, 20 de octubre de 2015

Laissez faire

Laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même
(Dejen hacer, dejen pasar, el mundo va solo).
Vincent de Gournay
Una noticia inesperada ha provocado un enorme revuelo en el mundo del "running", en el de las carreras populares. El ayuntamiento de Madrid aborda la necesidad de regulación de las muchas pruebas deportivas que se realizan en la capital del reino.

Aunque nosotros somos más de correr por el campo...
Foto: Cristina Jiménez
Entre otras cosas, y quizá lo que más ha llamado la atención, es que uno de los aspectos que se regulan es un precio máximo para las carreras populares. En concreto de ochenta céntimos por kilómetro, lo que parece para muchos un claro intento de sacar fuera del panorama de las carreras a algunos arribistas que han visto negocio fácil (bien, por qué no), organizando carreras chapuceramente (mal, caramba). Y esto nos lleva a dos cuestiones:
1) ¿Se debe regular el precio de las carreras populares o seguir una política de "dejar hacer"?
2) ¿Vamos a dejar pasar esta oportunidad de repasar (muy someramente) la filosofía del pensamiento liberal?
Si tienes la perversa costumbre de entrar en este sitio (bizarrillo), la respuesta a la segunda pregunta la sabes ya.

Vamos con la filosofía de la libertad. Un tema de gran envergadura (con perdón).

Solemos tener un poco de lío en la cabeza con estos temas. Probablemente la causa esté en que hay bastante confusión en el lenguaje empleado en los medios de comunicación. En general tienden a confundir el liberalismo con el capitalismo y el capitalismo con el neoconservadurismo. Son tres cosas distintas. El liberalismo, antes de nada, es un pensamiento a favor de la libertad en todos los aspectos del ser humano y que, por supuesto, también afecta a la visión que se tenga sobre la economía y cómo debería funcionar. Aclaro que yo no soy liberal aunque simpatice con buena parte de las ideas ilustradas que inspiran este pensamiento.

La libertad no ha sido nunca la prioridad del pensamiento político y filosófico a lo largo de la historia hasta la Ilustración. La filosofía es un reflejo de la sociedad y salvo breves espacios y periodos, la libertad siempre ha sido un lujo de un mínimo sector de la sociedad. Cierto es que las personas han ido ganando terreno (y perdiéndolo también a veces) en lo que se refiere a la construcción de ese ente de razón que es el ciudadano como sujeto de derechos. Se han ido ganando derechos de ciudadanía. Pero en lo que se refiere al pensamiento, el foco se ha puesto en la libertad hace relativamente poco. Cuando se empezó a pensar que era importante limitar la capacidad de intervención en asuntos públicos de, por ejemplo, la Iglesia.

¿Qué son los derechos de ciudadanía? Vamos a resumirlos en una frase sencilla: Libertad, igualdad y fraternidad.


Los derechos son potestades que la ley concede a las personas por el simple hecho de ser "un ser humane". En algunos casos para todos los seres humanos, en otros... solamente para algunos.

Pueden reconocerte, además, más o menos como ser humano..., como mediohumano o como casihumano o como animales domésticos. Ha habido momentos a lo largo de la historia en la que a los esclavos, a las personas de otras razas, a las mujeres, se les ha considerado no-del-todo-personas basándose en criterios que hoy consideramos machistas, racistas o clasistas. También se da el caso que los derechos, en un sistema judicial, por razones de origen, sexo, raza, religión, nivel económico, etc. son distintos para unos que para otros. Por ejemplo, se limita el derecho a votar a las personas que tengan la nacionalidad del país o, en algún caso, el derecho a la vida si eres judío, homosexual o tienes una discapacidad. Son restricciones de derechos en todos los casos.

El derecho a la vida es un derecho. El derecho a votar es un derecho. Hay muchos derechos que podemos, por ejemplo, agrupar entorno a los tres conceptos que aparecen en el lema de la revolución francesa. Así, por ejemplo, entre los derechos vinculados a la IGUALDAD, están todos los relacionados con el sufragio (elegir y ser elegido para cargos políticos), el derecho a la no discriminación por razón de sexo, raza o religión, el derecho a un juicio justo (la igualdad ante la ley), también el derecho a la educación. Los derechos relacionados con la FRATERNIDAD tienen que ver con la intervención del estado en la redistribución de la riqueza para crear lo que nuestra constitución llama un "estado social y de derecho" (esa parte de la constitución se la saltan algunos que se declaran muy fans de ella). El derecho al trabajo, a la salud, a la accesibilidad universal para las personas con discapacidad, etc...

Pero hoy nos interesa la LIBERTAD. Esos derechos como el de reunirse, sindicarse, la libertad de palabra, de culto, de enseñanza, el derecho a la propiedad privada...

El liberalismo pone como piedra angular de toda la libertad el derecho a la propiedad privada.

Un inciso (otro). Quien se considera una persona progresista o de izquierdas puede malinterpretar a menudo a Marx pensando que propugna la abolición de la propiedad privada. Con ello se equivoca de parte a parte (esto no es culpa del pobre Carlos). Es más. En el Antiguo Régimen no hay mayores enemigos de la propiedad privada que los "ricos", que el clero, la nobleza y los reyes. Quieren que el campesino sea siervo de la gleba, nunca propietario. Los reyes quieren ser los únicos propietarios (el estado soy yo), el clero quiere que se consideren las posesiones terrenales un préstamo temporal (mientras ellos las disfrutan, claro)... es por eso que la burguesía es liberal y quiere tener derecho a la propiedad de las riquezas que van creciendo en sus manos a medida que surge el capitalismo como "forma de hacer las cosas", es decir, cuando se usa el dinero para comprar trabajo por salarios. Marx hablará de la "abolición de la propiedad privada de los medios de producción", es decir, la propiedad privada de lo que está en el origen de la producción: de las minas, de los ríos, de los rayos del sol. Eso es lo que, cuando alguien se apropia de ello y lo acapara, priva al resto de su uso y monopoliza la riqueza. Ni que decir tiene que gran parte del liberalismo está en contra de esta idea y que, en el fondo, es lo que separa de forma fundamental el pensamiento socialista del liberal.

Fin del inciso. La libertad del ser humano emana, para el pensamiento liberal, de la propiedad privada de su propio cuerpo. Incluso la libertad de pensamiento es una consecuencia de ser el propietario de tu propio cerebro. La propiedad privada de uno mismo, el poseerse a si mismo, implica que se pueda ser un ser humano libre y no una posesión de otra persona, es decir, un esclavo. Que una mujer no pertenece a su marido, que un trabajador no pertenece a su patrón, que, en definitiva, puede hacer lo que desee con su cuerpo, incluso abusar de él o ponerse en peligro.

Claro, que tanto amor por la libertad... tanto pedir que el estado (de derecho) no ejerza el poder arbitrariamente, que no invada la esfera privada de los ciudadanos y se limite al mínimo imprescindible (una reacción lógica al poder infinito de los reyes absolutistas)... lleva a pedir libertad completa para hacer negocios, sin ningún tipo de restricción. Libertad para contratar y despedir, libertad para fijar las condiciones de un contrato de trabajo (a la mierda los derechos laborales), libertad para fijar el precio en función de la demanda. Si alguien lo puede pagar y para mi es buen negocio, debe ser legal.

Ya hemos llegado al precio de las carreras.

No vivimos en un modelo económico ideal. Podemos ser anarquistas, socialistas, liberales... y tener nuestras ideas, pero el mundo en el que vivimos no es ninguna de esas cosas y actuar de espaldas a él es vivir disociados de la realidad. Es poco más que una pataleta pretender que se regulen precios públicos para todos los bienes y servicios.

Vivimos en un mundo en el que las reglas son que el mercado marca los precios y solamente se regulan (y poco) algunos bienes muy concretos y especiales en los que el estado se decide a intervenir. Las carreras populares no son el tipo de cosas que se suele regular. Se hecha de menos que se regulen cosas más importantes como para andar con una actividad que, quien quiera, puede hacer con unas zapatillas cuando lo desee sin pagar por ello. Por otro lado, un ayuntamiento puede también, con las mismas, exigir lo que le de la gana a la hora de autorizar una carrera popular como, por ejemplo, que los precios sean populares.

Pretender que el mercado se autorregula, que hay una "mano invisible" (como decía Adam Smith), que acaba llevando a todo a su justo precio es tan utópico como el más utópico de los proyectos políticos del conde de Saint-Simon.

Quizá en el mundo real en que vivimos entre fijar un precio público y una desregulación completa puede haber un término medio. Tal vez fijar unos servicios mínimos sin coste añadido obligatorios. Eso haría que cuando vas a una carrera ya sepas que contarás con ropero, con una ratio de voluntarios suficiente, con agua cada 5 kilómetros vayas en cabeza o en cola, que habrá ambulancias y te cubrirá un seguro, que todo va a quedar limpio cuando acabe la carrera... y después, si alguien quiere pagar por algo lo que obviamente no lo vale, como en la San Silvestre, que lo haga.

Por otro lado a nosotros con dos zapatillas y tres calcetines, nos sobra todo lo demás para poder correr y en el caso de nuestros amigos, los minimalistas, cuatro cosas menos aún.


La libertad consiste en poder hacer lo que se debe hacer.
Baltasar Gracián.


miércoles, 7 de octubre de 2015

Canal de Castilla Ultra Race

Es como un oasis el contorno de esta ciudad de Palencia, un oasis en medio del trágico desierto de la Tierra de Campos, de los Campos Góticos. Las aguas del Carrión, del dulce río claro que abriéndose en dos brazos abraza aquí, junto a Palencia, a una isla; las aguas del Carrión y las del canal han hecho estas huertas íntimas y frescas, donde aflora la dulce ternura castellana, esa ternura que suele brotar de las rocas.
Miguel de Unamuno.
Fotografía: Manuel E. Louzao

Si hubiesen decidido llamarla "Caminada del Canal de Castilla (CCC)", además de hacer un guiño a la Courmayeur-Champex-Chamonix, hubiesen marcado una interesante diferencia en esta insidiosa moda de ser "lo más". Todo es, todo viene siendo, muy ultra, muy spartan, muy hard, muy "la carrera más bestia". Sin embargo la apellidaron "Ultra Race", algo que suena tan poco castellano como echar miso, ramen y dashinomoto a las sopas de ajo (pero, aún así, probadlo un día). En su favor, para quitar hierro, el apellido de carrera-caminada, que suena más de estar por casa y es más de mi gusto.

Quizá andamos mirándonos el ombligo un poco de más con estas cosas. Ya sea corriendo por el campo o por el monte, en la btt o haciendo travesías a nado o practicando otros deportes y, en definitiva, haciendo actividades que cualquiera que escapa de un desastre natural (o artificial) saca fuerzas para hacer sin entrenar. Toda la vida la gente se ha dado panzadas a correr y a caminar. Por necesidad o por gusto, pero ahora pareciere que se alardea en demasía de la afición de cada cual. Quizá es simplemente que ahora existen los medios para echar un ojo a lo que han hecho el fin de semana un centenar de amigos y antes no o que nos ha pillado todo junto: la crisis de los cuarenta, el descubrimiento del postureo en las redes sociales, los selfies, una vida sedentaria que queremos compensar haciendo deporte... pero con ello no quiero dar la razón a esos cascarrabias a los que me refiero en ocasiones, que no les molesta tanto el postureo como el hecho de que no sea patrimonio de una élite. Lo que les resulta problemático es que cualquiera haga lo que les hacía sentirse especiales.

Intentemos no caer en ninguno de estos extremos. Ni hacer alarde de lo que es, en definitiva, una afición como otra cualquiera, ni andar gruñendo cada vez que alguien se hace un selfie o a negarle una palmadita en la espalda a un amigo que acaba de hacer un esfuerzo deportivo.

Carga de hidratos (o lo que sea) previa a la carrera con una rosca de morcilla y otras cosillas

En principio, y a pesar de ser una primera edición, la organización contaba con el beneplácito de buenos amigos y eso es una garantía a la hora de apuntarse a una carrera en estos tiempos de "paracaidistas" que montan eventos de cuatro en cuatro sin haber hecho nunca nada parecido. Lo de meterse en una carrera tan larga siempre es mejor hacerlo de la mano de gente que te garantice una cobertura. En este caso el tema de la orientación no era muy importante. Con un mapa esquemático hubiese sobrado, aunque no hubiese estado balizado. Tampoco costaría hacer este trayecto en autosuficiencia y, al llegar a Frómista, parar en un restaurante a comer quizá. Lo que no quita mérito al excelente guiso de carne con patatas que la organización nos proporcionó en este punto en el que cruzábamos el Chemin Français a Santiago de Compostela. Lo que de verdad requiere esfuerzo organizativo es mantener los equipos de apoyo a lo largo de la carrera todo el tiempo que van a estar allí. Y el mayor mérito es de los que se dieron la paliza a trabajar como voluntarios para nosotros.

Sobre la tarea de los voluntarios sorprenden dos cosas:

¿Por qué hay un porcentaje tan alto de corredores que no van nunca como voluntarios a las carreras? ¿No sienten la obligación moral de devolver el servicio recibido otro día pagando en la misma moneda? ¿No tienen tiempo para ir de voluntarios pero si para ir de corredores?

¿Cómo hay tanta gente que está encantada de ayudar voluntariamente si no corren ni han experimentado nunca la gratitud hacia quien nos echa una mano desinteresadamente? ¿De dónde sale esa motivación altruista?

Siendo cuidados en el kilómetro 98 por los amables voluntarios
La carrera salía un poco tarde. Seguro que hay una buena razón para ello, pero la verdad es que estábamos en la Dársena palentina del Canal de Castilla a las diez de la mañana, quizá tres horas después de lo que hubiésemos preferido para ahorrarnos, horas después, tres o quizá cuatro horas de oscuridad.

Yo me preguntaba qué era una dársena, y como nos decían los profes en el colegio, no hay que tener vergüenza de preguntar. Menos hoy en día, que se puede hacer en cualquier sitio y en cualquier momento consultando a la Wikipedia, a Google o a WolframAlpha lo que te parezca y obtener al instante una ingente cantidad de conocimientos. Conocimiento infinito inmediato. Ya no recordamos cómo era el mundo antes.

Nos cuenta la Wikipedia, sobre las dársenas, que una es "la parte resguardada artificialmente, en aguas navegables, para el surgidero o para la carga y descarga cómoda de embarcaciones [...]
Dársena deriva del árabe دار الصناعة  dār aṣ-ṣinā‘ah (de دار dār, «casa» y الصناعة aṣ-ṣinā‘ah, «el arte, la fábrica»), que significa «casa de la fábrica», refiriéndose originalmente a un muelle donde se fabricaba y reparaba embarcaciones. El término dār aṣṣinā‘ah también da origen a las palabras arsenal y atarazana."



Y es que parte de la gracia de esta carrera era recorrer esta increíble obra de ingeniería civil que pretendía conectar el interior de Castilla con los puertos del Cantábrico para el transporte de mercancías y que, tras un siglo de construcción, quedó obsoleta por el desarrollo de la locomotora de vapor. El caballo de hierro era más barato y rápido, pero nos quedó una ruta cicloturista estupenda y un ultratrail duro y correoso, "picando" hacia arriba en falso llano casi imperceptible más de un centenar de kilómetros desde Palencia hasta Alar del Rey. Una fracción tan solo de la totalidad de la enorme construcción.

Fotografía: Manuel E. Louzao
Venía uno con la prevención y el cuidado de ir muy tranquilo por varios motivos. El primero, la experiencia de que salir muy rápido no sirve nada más que para perder tiempo al final, y es que esta era mi novena carrera de más de cien kilómetros si conseguía terminarla y a palos aprende hasta el filósofo más recalcitrante. El segundo, que había corrido hacía apenas catorce días la Madrid Segovia y era muy poco tiempo el transcurrido para considerarme recuperado de semejante paliza de ciento dos kilómetros y dos mil cien metros de desnivel positivo acumulado. Que iba a ir acompañado de un par de gacelas, Javi y Ramón, que podían hacerme "la goma" y forzarme el ritmo sin darse ellos cuenta. Finalmente, lo más importante, que este perfil de carrera era algo nuevo para mi. Nunca había hecho una tan larga con tan poco desnivel y mi estrategia habitual no servía para nada. Lo que suelo hacer es, primero tratar de retrasar la fatiga lo más posible y, después, andar las subidas y trotar las bajadas, lo que me permite descansar de andar corriendo y descansar de correr andando. Dicho así suena, a quien no corre estas distancias, un poco absurdo, pero a la cabeza le sirve para regular el esfuerzo y no desesperar.

102 y 108 kilómetros en apenas dos semanas
mucho riesgo, quizá, pero todo ha salido bien.

No soy el único loco. Encontré al menos otros cuatro "magovianos" que hacían doblete de ambas en la quincena. Y supongo que habría más por ahí.

Una grata sorpresa ha sido el paisaje. No se hace nada pesado. Realmente es bonito y trasmite una calma la llanura palentina que ya había experimentado haciendo el Camino de Santiago. El recorrido es agradable y muy llevadero desde el punto de vista paisajístico. Quizá a eso se refiera Miguel de Unamuno con lo de que aflora la dulce ternura castellana en Palencia.

Fotografía: Manuel E. Louzao

Pero para los pies es otra cosa. Tanta llanura, tanta piedra suelta, los machaca sin piedad. Sin ninguna ternura y de esta manera llegamos muchos bastante rendidos a Frómista, kilómetro cuarenta y ocho, donde afortunadamente nos esperaba un avituallamiento muy bien montado para poder recuperar. Sin embargo Javi, a pesar del excelente ritmo que llevaba y de su mejor condición física y preparación para la prueba decidió que no quería llevar a sus pies hasta una lesión y allí nos lo encontramos tomando una cerveza en una terraza, a punto de retirarse.

A partir de ahí, y con la compañía de la conversación de Lolo, un asturiano de Gijón que se nos unió para nuestro placer, los kilómetros pasaron rápidos. Andando y trotando hasta el sitio en que íbamos a cenar, el kilómetro setenta y siete. Por el camino recogimos a José María, de Donosti, con el que hicimos un grupo, que diría un asturiano, "muy guapín". Marcándonos trotes cómodos y caminatas rápidas de manera intercalada y charlando para hacer ameno el recorrido. Una simbiosis ultrera de libro.

Aquí el equipazo de cena. Aquí unos amigos.

A partir de ese momento se acabó el correr. Mantuvimos buen ritmo caminando, lo que no dejó de ser un sufrimiento extra para los maltratados pies y las piedrecitas se convirtieron en arena que se metía dentro de la zapatilla y amenazaba, y en mi caso cumplió la amenaza, de crear alguna ampolla.

Entrando en meta
Regla 1256/96: No te hagas fotos con gente que
pesa mucho menos que tú si puedes evitarlo.
Los resultados de la carrera son sorprendentes. Casi un cincuenta por ciento de retirados, menos de la mitad de los llegados a meta lo han hecho en menos de dieciséis horas. Lo que viene siendo una auténtica masacre típica de pruebas mucho más técnicas o en condinciones metereológicas muy adversas (tuvimos un tiempo perfecto). Quizá porque nos acercamos a ella muchos "montañeros" o porque era demasiado pedregosa para los "asfalteros". Una prueba dura y correosa que hay que tomarse muy en serio para hacerla con soltura. Llamada a convertirse en una clásica (del sadomasoquismo quizá. Seguro que tiene tirón).

Es muy significativo que, bajando el ritmo de 8:07 min/Km (al llegar a Frómista PK. 48) a 9:42 min/Km (hasta Abanades, PK. 77) avanzase del puesto 96 al 73 y que, reduciéndolo hasta la meta a un mísero 10:18 min/Km, nos mantuviésemos en el mismo lugar de la clasificación. Eso quiere decir, seguramente, que nuestra evolución en la carrera fue la tónica general y que pocos sacaron fuerzas para correr los últimos treinta kilómetros. Algo que deberíamos haber hecho, trotar de vez en cuando, para sufrir un poco menos.

Pero, eso si, hay tantas formas de sufrir de verdad que estas cosas que hacemos por gusto no merecen tanto lamento.
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerra
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra. 
Antonio Machado, Campos de Castilla