jueves, 29 de junio de 2017

Gran Trail de Peñalara 2017: la Morcuera (o Morcuese) y el Marcuse


"La realidad es aquello que, cuando dejas de creer en ella, no desaparece".
Philip K. Dick 

Sabe quien me conoce que no es de mi gusto este subgénero literario de la crónica de competiciones deportivas. No lo es, al menos, escribirlas al uso común.

Cierto es que me gusta leer estas crónicas cuando están bien escritas por otros, cuando añaden algo al mero discurrir de kilómetros, cuando aportan un poco de misterio, de historia, de reflexión. Es un gusto leer a Murakami, a Scott Jurek, al gran Reinhold Messner, a Kilian Jornet, incluso el ácido Run con Limón de nuestro amigo Luís Arribas. Leer en definitiva a todos los que aprovechan el trascurrir de los kilómetros por la montaña para pensar y después, poco a poco, para ordenar esas ideas y hacer vivir su experiencia otra vez a otras personas. Ellos, famosos y no tanto, nos permiten ver a través de sus ojos y sus pensamientos algo con lo que nosotros también disfrutamos a nuestra manera, pero, en su caso, pudiendo llegar a donde nuestros pobres cuerpos no están en condiciones de alcanzar salvo con la imaginación.

He escrito algunas crónicas de carreras pero nunca he tenido otra razón para narrar mis paseos por el monte que tratar de introducir, como buenamente he sabido, un poco de filosofía en el blog que ahora tengo casi abandonado y, quizá, colar alguna idea o reflexión para darle visibilidad a un pensamiento en un mundo en el que la desinformación, el marketing o la manipulación mediática, está al alcance de cualquiera y la filosofía es una constante lucha contracorriente.

Quien me conoce sabe que narrar, kilómetro a kilómetro, paso a paso, cada metro de un recorrido no me parece una buena idea porque el mero hecho de correr una carrera como el Gran Trail de Peñalara (GTP) no tiene nada de épico, ni de heroico, ni de admirable, porque como decía Kilian hace poco (hace tiempo también, pero ahora le entrevistan en todas partes) el deporte está sobrevalorado, es algo egoísta que hacemos para nuestra diversión personal y, si usted quiere buscar héroes, búsquelos en otra parte. La épica del trail empieza a asquearnos a muchos. Nadie es más que otra persona por correr más rápido o por hacer mayor desnivel positivo acumulado. Mucho menos por apostar voluntariamente su dentadura contra sus capacidades para bajar por un terreno inseguro.

Busque usted héroes en Doñana o en cualquier otro incendio, tratando de extinguir el fuego que lo mata todo, que destruye lo insustituible para el enriquecimiento futuro de un puñado de basura humana sin escrúpulos. Busque héroes en los colegios públicos más desatendidos por la administración, entre ese profesorado que se deja la piel cada día para darle una oportunidad a su alumnado en este mundo cada vez más difícil e injusto. Si quiere encontrar héroes, vaya a urgencias por la noche y encontrará montones de personas, personal sanitario y no sanitario sin dormir, que no está en el monte, disfrutando del placer de pasar la velada bajo las estrellas corriendo por el campo, sino salvando y cuidando vidas con unos medios, cada vez, más limitados. Dando cuidados y compañía a quien está pasando un mal momento.

Busque héroes usted cavando letrinas en África para acoger campos de refugiados.

Las personas que en los países ricos tenemos el privilegio de poder dedicar tiempo a entrenar, en vez de ir a un pozo lejano a buscar agua, cuando no simplemente huir de sanguinarios señores de la guerra y del terrorismo de fanáticos integristas, salimos al campo disfrazados de colores brillantes y tenemos la suerte de poder disfrutarlo, de poder pagar una inscripción para una carrera y tener tiempo para poder tomar la salida en ella. No podemos, además, tener la poca vergüenza de presentarnos como si realizáramos una hazaña, como si cada una de nuestras emociones vividas en carrera tuviesen que ser relevantes para otros, como si nuestra particular epifanía personal tuviese que convertirse en una guía espiritual para los demás.

Y aunque tengamos conciencia de ello, un día estamos pensando que somos especiales por tener suerte de ser blancos y vivir donde vivimos y quizá pensamos que esa suerte es en alguna medida mérito nuestro, que nuestra forma de ocio es algo digno de admiración  y a la siguiente mañana nos podemos despertar, como hace poco una querida amiga, con una cervical desplazada que se empeña en dejarnos tetrapléjicos y que, afortunadamente, esos héroes, los de verdad, que visten de blanco y verde, nos operan y nos dejan nuevos en unas pocas horas como fue el caso. A veces no es el caso lamentablemente.

No sé si ustedes conocen a Marcuse. Es un habitual de este blog.

Marcuse es un extraño miembro de la Escuela de Frankfurt que consiguió enfadar a todo el mundo por igual. Enfadó a los marxistas ortodoxos, para los que no pasó de ser un "trosko" candidato a ser recipiente de un piolet afilado como sombrero. Seguramente si hubiese escrito sus obras al otro lado del Telón de Acero algún miembro de la nomenklatura le hubiese puesto a picar suelo congelado en un centro de reeducación política en Siberia hasta que el materialismo dialéctico (versión III Internacional) hubiera entrado en él a las malas o incluso a las buenas.

Pero aunque el "socialismo real" es cosa del pasado aún hoy no cabrea menos a quienes viven en un sueño psicodélico en el que el capitalismo y una supuesta constitución "democrática" son la garantía de estar habitando en el mejor de los mundos posibles, sin cuestionarse, como Marcuse, que detrás de las apariencias, detrás del decorado de la sociedad democrática, en las bambalinas de los estados modernos e industrializados de Occidente, acecha escondido el totalitarismo disfrazado de progreso. El viejo totalitarismo que conocíamos como fascismo o nazismo, como monarquía absoluta del Ancien régime  y que ahora se maquillaba de socialdemocracia o de liberalismo modernizado y nos vendía (a un mercado deseando comprarlo) el circo del consumismo, por un lado, mientras que por el otro se instalaban la miseria y la injusticia tapadas por la alfombra como la mugre de quien esconde la suciedad debajo de ella.

Marcuse, como otros a lo largo de la historia del pensamiento, descubre con incredulidad la clave de las creencias humanas: la gente elige creer lo que desea creer y el mecanismo psicológico implicado en ello se llama, en este caso, introyección. Es decir, la incorporación de patrones, actitudes, modos de actuar y pensar (dice la wikipedia) que no son verdaderamente los nuestros, tragados enteros y sin ejercicio de crítica. El problema es que las partes no digeridas que vienen de regalo cuando se traga uno la ideología enlatada de otro, se quedan dentro impidiendo avanzar (pensar) "introyectos" acumulándose unos con otros y no dejando dentro casi nada de espacio para nuestra propia personalidad. Dejándonos UNIDIMENSIONALES y, por tanto, como piezas bien engrasadas del mecanismo del capitalismo.

Es, un poco, lo que ocurre cuando se construye una identidad entorno a una afición como es la de correr. Por eso traigo el tema a colación, porque es muy fácil construir una épica, una identidad en la que aceptar sin pensar todo lo bueno, pero también lo malo que venga con el "kit del perfecto trailruner". Es por eso que mucha gente empieza a sentir hartazgo de esa parodia, de esa simplificación, de esa caricatura del corredor montaña perfecto. Entre lo malo de ese "pack" está sin duda la falta de respeto hacia los corredores menos rápidos y más "paquetes". Esa chusma con la que me siento tan identificado. Nosotros, la escoria del trail running. Los que vamos en la parte de atrás de la carrera.


El panorama en la salida tiene poco que ver con el que había en aquella primera edición de 2010. Estábamos aquella mañana, porque se salía por la mañana entonces, ante un grupo muy heterogéneo de gente, la mayoría, con algunos maratones de experiencia, con una equipación no especialmente técnica, con mucha ilusión e ignorancia y que no sabía la dureza de lo que se le veía encima. Solamente unos pocos allí estaban experimentados en las lides de las largas distancias con fuertes desniveles y terrenos difíciles, una combinación capaz de acabar con las energías de cualquiera. Aún así, mucho más asequible que este GTP que van gradualmente endureciendo, metíéndole kilómetros, dificultad técnica y recortando los tiempos de corte quizá para dejar fuera de carrera cada vez a más gente, como hace el mal profesor que, en vez de esforzarse en enseñar mejor, endurece el examen para suspender a más alumnado con la errónea idea de que eso le hace un docente más prestigioso. Quizá porque al final en ese aspecto han desconectado de la base popular que dio origen a este tipo de carreras y se han centrado en un "segmento de mercado" con supuestamente mejores "clientes" que se han sentido atraídos (creanme, temporalmente) por las carreras de montaña. Quizá porque han tragado sin digerir (han introyectado) una moda que va convirtiendo cada vez esto más en un espacio reservado a la élite, con un puñado de "populares" detrás que pagan una parte de la fiesta aunque no pasen los cortes.

Ni mejor ni peor ahora que entonces, veo a la gente ahora mucho mejor preparada, más delgada, mejor equipada, con más tatuajes (¿son cosas mías o con menos pelo en la cabeza?). Nueve de cada diez llevan mochilas de hidratación de gama alta y ropa de alta gama, calzado de excelente calidad, frontales que alumbran como un silmaril durante horas y horas. Mil detalles fabricados con polipropileno y materiales superligeros de la era espacial. Relojes que son un milagro de nanotecnología capaces de hacer casi cualquier cosa menos correr y dar la hora y, lo mejor, veo que la mayoría de la gente que está en la salida tiene experiencia y sabe de que va esto hasta cierto punto.

Por mi parte, yo también tengo más experiencia. Si la acabo será la carrera número trece de cien o más kilómetros que finalice, además de contar con el beneficio del aprendizaje de aquellas competiciones en las que no conseguí terminar. Son sin duda muchos kilómetros de errores para haber ido aprendiendo de algunos y gestionar un poco mejor las fuerzas que entonces cuando empecé en este tipo de locuras. Tengo ya decidido antes de salir no forzar mi ritmo lo más mínimo para tratar de seguir a nadie, tengo la intención de no aflojar, tampoco, por conservar una compañía. Al menos hasta llegara Rascafría y asegurarme pasar los cortes. La estrategia es arriesgarme a pasar las primeras barreras horarias por los pelos y luego ir ampliando el margen de seguridad.

Los tiempos de corte.

Ya la última vez que la hice me parecía absurdo que hubiese un punto de corte aparentemente calculado a tan mala idea que pareciera que solamente tenía como fin de excluir a gente en el puerto de la Morcuera (como diría mi amigo Jorge, el hombre amoral, "Morcuera o Morcuese") . Bastaría retrasar media hora esa barrera horaria, sin tocar ningún otro control, para facilitar la carrera a muchísimos corredores que tienen que hacer los primeros cuarenta y dos kilómetros al ritmo que impondrían a sus piernas para cubrir la carrera en 23 horas cuando, en realidad, hay 28 para completarla. No se trata de dar más tiempo, sino distribuirlo de una forma más lógica para hacer llegar más gente a meta que ha puesto su ilusión y mucho tiempo de entrenamiento (y su dinero) para participar en ella. Los buenos maestros suspenden poco. Los buenos maestros no necesitan suspender a quien está capacitado para aprobar.

Pero cuando me inscribí ya sabía a lo que me apuntaba y aceptaba este handicap. Sin embargo este año, para mayor inri, el punto de corte se había desplazado hacia delante un kilómetro y medio. Poco menos de 10 minutos de trote cochinero para los que van en cola, pero que dejaron fuera de carrera (injustamente) a como mínimo cuatro corredores sin contar con los que pagaron después las consecuencias de no poder regular el esfuerzo durante la noche.

Sin duda lo peor de la carrera. Pero no se debe dejar de decir que en muchos aspectos está excelentemente organizada desde el punto de vista técnico y que cuenta con un voluntariado y, cada vez más, con una afición animando todo el recorrido que la hacen una joya. Eso sin hablar de los lugares increíbles y magníficos que se visitan y disfrutan a lo largo de todo el recorrido. Sin duda es una carrera que merece la pena ser corrida, pero también es cierto que sus corredores no merecen quedarse fuera de control de esta manera, habiendo llegado con un gran esfuerzo a lo alto del puerto para descubrir que aún les queda un tramo que no van a tener tiempo de cubrir on time. Como todas las grandes carreras, el GTP es mejorable y queda la remota posibilidad de que lo haga en el futuro, aunque ninguna organización, como decía un jefe que tuve, puede evolucionar más allá de la capacidad y la visión de quien tiene la potestad de tomar la última decisión.


Por la noche había ido a mi ritmo, con la previsión de llegar a Canto Cochino a quince minutos del cierre (fueron veinticinco) y con media hora de margen al puerto, pero la bajada por la Gran Cañada se me atragantó y en la subida del puerto de la Morcuera no pude darme ningún margen de descanso aunque, por otro lado, tampoco lo necesitaba. Tengo la impresión de que el agua ha estropeado un poco más de lo que ya lo estaba el camino que baja desde la Pedriza hacia Soto del Real, donde de hecho tuve la primera (y última) caída de la carrera con los inevitables calambres de ese sobreuso que implica que el cuerpo reaccione automáticamente a la pérdida de equilibrio y, al final, eso tuvo como consecuencia que llegara al puerto de marras con solamente unos segundos de margen sobre la estimación que había dejado a Anne, ma cherie, que me fue siguiendo por los avituallamientos toda la carrera a partir de ese punto dando fuerzas, ánimos y ayudándome a mantener el buen humor en todo momento. La estimación, por supuesto, dejaba un margen de seguridad que tuve que aprovechar para entrar en tiempo en el control de la Morcuese.

Desde ahí, cada vez mejor. Mejores tiempos, mejor ánimo, mejores sensaciones, ir adelantando a quien había salido por encima de su ritmo (entre estos lamentablemente a mis compañeros de Corriendo por el Campo) e ir juntando buena compañía en cada tramo para que la charla, el mejor aliado del trotón, me hiciese corto el camino.


En la bajada a Rascafría con la incombustible churriega Sagrario que, ya en 2013, me rescató, en su calidad de enfermera, cuando me hice un terrible esguince en una carrera en Ciudad Real, y con mi habitual compañero de entrenamientos Ramón, also known as "The Lidl". Después de un pequeño descanso, en la subida del puerto del Reventón, temperaturas casi agradables a ritmillo cómodo y sostenido con un corredor de la carrera paralela TP60, David, un tío muy majo que seguro que hizo un tiempo excelente porque cuando llegó a terreno técnico empezó a volar sobre las piedras con esa alegría que tienen los corredores de calidad.
Las cosas siempre son peores de lo que uno se imagina. El paso por el risco de los Pájaros y por Claveles para llegar a Peñalara es complicado, tiene fuertes subidas, trozos que hay que transitar entre grandes bloques de granito pero, es peor en la imaginación a medida que te acercas que una vez que estás en él y avanzas un paso detrás de otro. Al final y para mi más absoluta sorpresa, incluso disfruté de la bajada. Algo he mejorado mi técnica si ahora me parece fácil lo que hace poco me resultaba en el límite de lo transitable. Bajada a la Granja que se me hizo un poco larga al principio, hasta llegar al avituallamiento intermedio pero que me sorprendió alcanzando el muro de los jardines del palacio mucho antes de lo que esperaba.


Merece alcanzar este punto de la carrera. El oasis - avituallamiento que gestionan Los locos del Cerro es una maravilla. Es lo que el cuerpo y la mente necesita a estas alturas. Representa lo mejor del espíritu de estas carreras. Todos los voluntarios a lo largo del recorrido nos han tratado fenomenal, pero en este punto de forma especialmente cariñosa. Una combinación de complicidad y respeto hacia todas las personas que llegaban que te hacían sentir tan merecedor de sus atenciones como cualquiera otro con independencia de si estabas en cabeza de carrera o eras el último. Siempre había llegado a la Granja luchando con la tentación de retirarme. Ahora apenas me contengo para empezar a correr otra vez los pocos tramos que sé que quedan corribles.



Y enfilo la última y más dura parte de la carrera. Después de las Pesquerías reales otro interminable rodeo junto al Eresma para llegar hasta el terrible arrastradero de troncos. Luchar dando cada paso, ahora ya las fuerzas completamente evaporadas, para avanzar un metro más antes de que anochezca y llegar lo más adelante posible con luz. Al final casi hasta el puerto de Navacerrada.

Ya solamente se trata de apretar los dientes y sufrir por la bajada rota desde el Emburriadero a la pista que lleva desde la Barranca a hasta meta. Un terreno recorrido mil veces entrenando pero que con los pies machacados no se parece a la familiar trailera en la que habitualmente disfruto bajando.

Si hay que apretar los dientes, a estas alturas, se aprietan. Mejor tomárselo con calma y tratar de disfrutar de que, una vez más, nosotros la chusma, un trotón popular, se ha colado en la meta.



Por el camino, por esos ciento veinte kilómetros me han acontencido docenas de encuentros con muchos amigos y amigas que tengo miedo de enumerar por el riesgo de dejarme a alguien fuera o de aburrir al amable lector de este blog que ha llegado al final de esta crónica espero que deseando leerse "El hombre unidimensional" de Marcuse y correr cientos de kilómetros por las montañas de Guadarrama a la primera oportunidad.


Moscas de todas las horas 
de infancia y adolescencia, 
de mi juventud dorada; 
de esta segunda inocencia, 
que da en no creer en nada, 
en nada. 
(A. Machado)

lunes, 29 de mayo de 2017

Tempus fugit sicut umbra


Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura
ché la diritta via era smarrita.

Ahi quanto a dir qual era è cosa dura
esta selva selvaggia e aspra e forte
che nel pensier rinova la paura!

Tant'è amara che poco è più morte;
ma per trattar del ben ch'i' vi trovai,
dirò de l'altre cose ch'i' v'ho scorte. (1)

La Divina Commedia. Inferno. Canto I. Dante Alighieri

La hembra del Talitrus saltator, un minúsculo crustáceo marino que vemos como una pequeña pulga que salta junto a una nube de congéneres cuando caminamos por la playa, tiene la peculiar costumbre de devorar enteras a sus propias crías. Ellas, posteriormente, se alimentan de su cuerpo, se abren camino a través de la madre en un acto de parricidio caníbal que estaría muy mal visto entre los humanos, por lo menos entre la gente fina de valores tradicionales, los que vendrían siendo "castellanos viejos".

Una metáfora interesante de como la retribución mutua de Anaximandro se expresa en la naturaleza:

"De donde las cosas tienen su origen, hacia allí deben sucumbir también,
según la necesidad; pues tienen que expiar y ser juzgadas
por su injusticia, de acuerdo con el orden del tiempo
"

Los mamíferos, en ese sentido hemos perfeccionado la idea notablemente con el proceso de lactancia, aunque a costa de una pérdida de eficacia nutritiva.

Sin embargo algunos humanos también, en términos metafóricos, engullen a sus criaturas psicológicamente. Las anulan como entidades independientes para que ellas, por su parte, después les devoren a ellos en esa fase del proceso de crecimiento llamado adolescencia. No siempre. Siempre hay criaturas y creatores que saben alimentarse mutuamente unos de otros sin perder su esencia o existencia en el proceso.

Relación paterno filial de las chungas la de Saturno con sus hijos
El tiempo devora a sus hijos. El dios Chronos, cuenta el mito, no queriendo ser sustituido en la gerencia de la compañía, se deshacía de sus vástagos según eran siendo nacidos por un procedimiento idéntico al de la pulga de mar. Al final con similares consecuencias en términos generales, aunque cierto es que fue su hijo Zeus el que acabó pariendo hijos e hijas inesperadamente por distintas partes de su divina anatomía.

El cambio y la evolución, aún produciéndose día a día, poco a poco, a ritmo de placa tectónica, va remodelando los paisajes de la vida y cambiando su aspecto. Cuando van pasando los años, a veces miras para atrás y te vas encontrando, más o menos, en el camino que querías tomar, al menos en algunos casos. Pero no hay descanso posible, siempre estamos en camino. Los afilados dientes de Saturno-Chronos relucen cada vez más cerca y tenemos que seguir avanzando para no ser consumidos por su insaciable voracidad, aunque sabemos que tarde o temprano, el Tiempo nos alcanzará.

El tiempo nos va devorando a nosotros, los hijos del tiempo, los mortales, de forma inevitable, poco a poco hasta el último aliento. Seguimos adelante como un corredor que trata de pasar los puntos del recorrido de la carrera que tiene tiempos de corte. Momentos en los que, si apareces por allí demasiado tarde, te sacan de la competición. La adolescencia, los estudios, la paternidad y la maternidad, el divorcio, el doctorado, la oposición, ese trabajo que te ofrecen, irse a vivir a otro país... siempre hay algo que empuja para aprovechar el tiempo de manera productiva, para no perderse en nimiedades y poder superar la barrera horaria que permite seguir hasta el siguiente control, la siguiente base de vida, el próximo campamento base.

Los corredores de ultratrail dividen mentalmente su carrera en tramos que tienen que ir superando uno tras otro para llegar al final, teniendo en mente, sobre todo, aquel en el que están, para poder alcanzar más adelante el objetivo final. Se centran en el problema actual, con la mente preparada para pasar el siguiente escalón del proyecto cuando toque, sabiendo que van a tener que resolver problemas que surgirán más adelante, pero ocupándose de los que tienen entre manos.

Entre pies.

Y si en el trayecto, avanzando paso a paso, se van dejando atrás las malas compañías, los matones de patio de colegio, las relaciones sentimentales enfermizas, las rutinas laborales entristecedoras, esa gente que se queja por todo como una forma de compartir su mal humor con los demás, los bichos malos y quienes te ven como una herramienta que sirve a sus fines y no como un ser humano. Si en cada base de vida recargamos fuerza y dejamos la basura que hemos transportado hasta ese punto, lo consigamos o no, habremos hecho todo lo posible por conseguirlo.

Tan a destiempo llega el que va demasiado deprisa
como el que se retrasa demasiado.
W. Shakespeare 

______________________
(1) En medio del camino de nuestra vida
me encontré en un oscuro bosque,
ya que la vía recta estaba perdida.
¡Ah que decir, cuán difícil era y es
este bosque salvaje, áspero y fuerte,
que al pensarlo renueva el pavor.
Tan amargo, que poco lo es más la muerte:
pero por tratar del bien que allí encontré,
diré de las otras cosas que allí he visto.

martes, 20 de diciembre de 2016

Solsticio de invierno

«Ahora comprendo que he sido visitado por el arquetipo de la regeneración del tiempo. No ha faltado nada: la fecha del equinoccio, la abolición del tiempo pasado, la alusión (¡como por casualidad!) al “eterno retorno” e incluso al diluvio bajo la forma de la tormenta y del aguacero diluvianos.» 
Mircea Eliade, Diario
Cuentan los ancianos de la aldea que ya antes de que llegaran los invasores del Este, después del diluvio, cuando debimos huir al sur y llegar a estas tierras fértiles y cálidas, hace muchísimas generaciones, nuestros más remotos antepasado engalanaban el árbol sagrado cuando llegaba la noche más larga del año y le elevaban cánticos para propiciar buenas cosechas. Pero primero era necesario que el padre cielo se casase con la madre tierra esta noche, que la ceremonia alrededor del tejo de dos mil anillos se celebrara como se había celebrado desde tiempos inmemoriales, desde antes de que nuestros herreros supiesen fabricar falcatas, antes de que llegasen desde la costa noticias de ciudades llenas de oro y riquezas donde la gente viajaba a través del mar infinito en barcos de madera que se mueven con el viento.

Esta noche adornaremos el árbol que nunca pierde las hojas y le cantaremos para que, ya desposados, el Cielo abrace con luz, calor y lluvia a su esposa la Tierra y ella pueda darnos de comer a todos en la nueva estación que empieza. Todo el mundo hace lo mismo esta noche, la más larga, dicen los viajeros que llegan desde lugares muy lejanos y que reciben noticias de lugares aún más allá donde nieva casi todo el año, no solamente en uno de los cuatro ejes de la rueda de las estaciones, en sitios donde tienen el pelo del color del trigo y la vida es aún más dura que aquí. Incluso allí se reúnen todos esta noche, adornan los árboles y les cantan canciones. También dicen, quizá los mentirosos, en islas lejanas al norte de color verde donde nunca deja de llover. Allí hay magos que ponen luces en los árboles y les elevan cánticos.

Dicen que los tiempos están cambiando, que se establecen en la costa nuevos pueblos, que traen inmensas riquezas y que ellos no adoran a los árboles, ni al ciervo que cada año renace y con una nueva cornamenta berrea al cielo anunciando la llegada del frío, y que tienen otros nombres para hablar del Cielo y de la Madre, dicen los que aprenden su forma de hablar que pueden hacer marcas en la piedra y que sus espadas negras y afiladas cortarían el bronce de las nuestras si quisieran hacernos la guerra. Pero que son tan inmensamente ricos que no vienen a robarnos el ganado a nuestras miserables casas, sino que prefieren comprar a los vecinos e intercambiar mercancías con ellos y ya son muchos los que van a vivir cerca y aprenden los nombres de sus dioses y trabajan en sus puertos.

El mundo está cambiando. Los jóvenes ya no respetan a los mayores. Se pierden todas las tradiciones. Quizá es que pronto ya nadie se reunirá entorno a los árboles adornados para cantar cuando llegan los días, por fin, en que las horas de luz dejan de acortarse.

Quizá.


Mi bello abeto
rey del bosque
me gusta tu verdor
cuando llega el invierno
bosques y barbechos
son despojados de sus encantos,
Mi bello abeto, rey del bosque,
tú guardas tus adornos.

Tú que en el solsticio
plantamos en nuestra casa
por el santo aniversario.

Bello abeto,
cómo eres de suave,
y tus caramelos
y tus juguetes.

Tú que en el solsticio
plantamos en nuestra casa
         Mon beau sapin,
Roi des forêts
Que j'aime ta verdure.
Quand par l'hiver
Bois et guérêts
Sont dépouillés
De leurs attraits
Mon beau sapin,
Roi des forêts
Tu gardes ta parure.

Toi que Noël
Planta chez nous
Au saint anniversaire
Joli sapin,
Comme ils sont doux
Et tes bonbons
Et tes joujoux
Toi que Noël
Planta chez nous

jueves, 15 de diciembre de 2016

2017


"Nada fija tan intensamente algo en la memoria como el deseo de olvidar"
Michel de Montaigne
Somos muchos los que entre semana, de madrugada o al atardecer, en invierno y en verano, también incluso unos pocos locos a pleno sol del de mediodía en julio, cuando cae fuego del cielo de Madrid, damos una vuelta alrededor de ese bosque que tenemos junto a a la capital, la Casa de Campo, siguiendo esa ruta conocida como "la Tapia". Una ruta que puede ser exigente, ya que tiene las cuestas y los llaneos justos en sus dieciséis kilómetros para exprimir todo el jugo vital de las piernas.

La actual tapia es una reforma sobre una construcción más antigua de Francesco Sabatini, el arquitecto que Carlos III empleo para dar a Madrid el aire moderno que este rey quiso importar desde Nápoles.

La tapia a su paso por el arroyo de Prado del Rey,
con unos característicos arcos que permiten
la circulación de las aguas por debajo de él.
Para muchos la vuelta a la tapia es un ritual curativo. Un circuito que nos permite ordenar las ideas, navegar a través de los recuerdos tratando de interpretarlos y darles un sentido mientras las piernas, casi por su cuenta, recorren las diez millas más rápido o más despacio dependiendo del nivel que entrenamiento que tengamos en ese momento. La mente vaga desordenada, pensando en la corte de Madrid durante el periodo del despotismo ilustrado, por el Madrid de 2016 que también tiene corte aún y cortes, de tráfico, que molestan a los cortesanos. La mente vaga por los acontecimientos del día en la empresa en la que uno trabaja y los personajes que la habitan y en carreras hechas, en carreras por hacer, en el desastroso año deportivo que ha sido 2016 con tan escasos resultados tangibles.

Y es que, al final, casi todo lo que sabemos sobre el mundo y sobre nosotros mismos lo construimos sobre los recuerdos, una vez tragados, ya digeridos y metabolizados por las encimas de la re-interpretación, de la reconstrucción y comprensión que a menudo cambia el sentido e incluso el contenido de lo que recordamos. 

Es por ello que olvidar todo aquello malo que hemos vivido es un ejercicio de voluntad en alguna medida, un esfuerzo de relatarse los acontecimientos de manera que extraigamos de ellos una interpretación positiva si es posible, y si no es posible, que al menos nos sirva para mejorar nuestra comprensión y en el futuro no caer en las mismas trampas y aprender a huir de aquellos  seres que solamente nos aportan un mal, "aquello que no es adecuado a ningún fin". Zancada a zancada, dando una vuelta sobre el eje descentrado del cerro Garabitas, siguiendo la mampostería de Sabatini alrededor del bosque de Madrid. Tapiaterapia al menos un día a la semana.

Dicen aquellos que dicen saber de esto, que tratar de olvidar, negar lo vivido, solamente es contraproducente, que hay que elaborar los recuerdos para poder asimilarlos. Parece que ocurre como cuando tratamos de dormir y ese sobreesfuerzo por conciliar el sueño nos activa y nos impide descansar pero, paradójicamente por el contrario, como cuando tratamos de mantenernos despiertos y ese ejercicio hace que la mente se nos extravíe y caigamos en brazos de Morfeo. Como cuando tratamos de olvidar una melodía y no podemos sacárnosla de la cabeza, como, al revés, cuando de tanto escuchar esa canción que nos gusta, nos acabamos aburriendo de ella y al final terminamos por alejarla de nuestra playlist para siempre.

Cuesta para arriba, cuesta para abajo, adelantar una bicicleta en la siguiente subida y un traguito de agua en la fuente a mitad del recorrido, Se cruza fauna no humana de la casa de campo, si es muy temprano, incluso un zorro puede escapar por el camino cuando un runner madrugador le sorprende en el intento de desayunarse un conejo. Uno de los muchos que llenan de madrigueras las laderas de las vías del tren que cruza el enorme parque. La mente se distrae y piensa en las carreras del año que viene, en futuros retos y en pasados fracasos y en como sacar lo mejor de ellos.

La memoria reelabora el recuerdo. De los restos del naufragio rescatamos los materiales para los cimientos de un nuevo proyecto. 

Volvemos al aparcamiento del lago, se completa la vuelta una vez más como se completa un ciclo anual, otra temporada de aciertos y errores, a veces mejor, a veces peor. A veces arrastrándonos, a veces sobrevolando las pistas y senderos como águilas caudalosas.






miércoles, 26 de octubre de 2016

Sobre las ingles

EXAMEN
  1. Las ingles. Su importancia geográfica.
  2. ¿Son verdad la ingles?
  3. Historia de las ingles.
  4. Las ingles en la antigüedad.
  5. Las ingles de los americanos.
  6. ¿Cómo hay que tocar las ingles?
  7. El ruido de las ingles.
  8. Las ingles más famosas.
  9. Las ingles y la literatura.
  10. Un kilo de ingles.
  11. Las ingles de los niños.
  12. La ingles y la cabeza. Relación si la hubiera.
  13. Las ingles en Andalucía... Y el clavel.
  14. Teoría general del estado y las ingles.
  15. La ingles negras.
  16. ¿Hay una ingle o hay muchas ingles?
  17. Las ingles de los actores.
  18. La ingle y Dios.
  19. No ha nacido todavía la ingle que me domine.
  20. Las ingles descabaladas. Su porqué.
  21. Las ingles putas.
  22. Dibujo a mano de las ingles.
  23. ¿Es carne la ingle?
  24. El jaque a la ingle.
  25. ¿Satisface hoy en día una ingle...? ¿Qué ingle?
Don Pascual, Amanece que no es poco, José Luis Cuerda (1988)


¡Ay! ¡Las ingles!

Qué presencia han tenido las ingles y todo lo inguinal en los últimos tiempos en mi vida. Demasiada, sin lugar a dudas.

En su día temí mucho por ellas, las pobres. Tenía yo menos de veinticinco años cuando me dediqué a trabajar por las noches abrillantando suelos en un centro comercial de Majadahonda. Para este fin se empleaba una gran máquina rotadora al extremo de la cual se situaba un disco de lana de acero que desplazábamos sobre un líquido vitrificador que cubría los suelos de piedra de una capa dura, pero no resbaladiza, de transparente brillo. Un trabajo muy satisfactorio. Con un inicio, un final y un resultado visible día a día al acabar la jornada, que no es poco. Por otro lado una actividad tan mecánica que permitía a la mente navegar libremente durante las largas noches, un cuadrado de suelo tras otro, por las lecciones de filosofía que había recibido en la facultad ese día. El cuerpo abrillantaba y la mente cabalgaba por las historias de la filosofía como Pico de la Mirándola por las calles de Florencia dispuesto a subir a la grupa de su caballo a la bellísima Margherita, por otro lado esposa de otro, tras un rapto seguramente pactado. La mente galopaba rápida como el caballo de Pico de la Mirándola huyendo del afrentado y cornuto marido.

A medida que el líquido, bajo el efecto de la lana de acero, iba endureciéndose primero, y puliéndose, ya en estado sólido, después, había que sujetar con mayor firmeza el manillar de la máquina, a la altura de la cadera, con la piernas firmemente asentadas, ya que como dirían Newton, a toda acción hay una reacción en sentido contrario y la rotación, en el sentido de las agujas del reloj, ejercía una fuerza igual y empujaba el torso en la dirección contraria. Empujaba bastante porque ofrecíamos un trabajo de "calidad" en el que se usaban productos con muchas sales y pocas ceras, lo que hacía que el brillo durase más y no resbalase en absoluto, pero que también tenía como resultado que la sustancia en cuestión se aferrase con más fuerza al disco rotador.

Como consecuencia, la fuerza se ejercía desde, propiamente, las ingles. En realidad desde una musculatura habitualmente tan débil como lo es el suelo pélvico. Un setenta por ciento de la plantilla acabó en poco tiempo teniendo que ser operada de urgencias por causa de una hernia inguinal cuando un cobarde testículo decidía llamar a su encuentro al contenido del abdomen para refugiarse entre el intestino delgado que bajaba a su encuentro derramándose por el canal espermático (no le busquen en google maps, el canal ese). Estoy hablando en sentido figurado.

Dicen que duele un huevo.

Viendo la cara de quienes sufrían esta circunstancia, que expresaba un dolor sincero y muy muy intenso, me alegré cuando finalicé mi relación laboral sin otras consecuencias que haberme quedado delgado y flexible como un junco y fuerte como una barra de acero, al menos durante un breve espacio de tiempo de mi juventud.

Teniendo en cuenta que la ingle (o las ingles quizá... creo que no aprobaríamos el examen de Don Pascual) es una zona nebulosa que se encuentra en la unión entre el muslo y el torso, sin duda hay ciertos elementos en la zona que son de crucial importancia en nuestra paz espiritual. Efectivamente. Estoy hablando de ESO.

Casta imagen sustitutiva de dos humanos arrimando ingles,
para todos los públicos
Como casi todo el mundo, las ingles propias y las ajenas (sobre todo las ajenas) han tenido una importancia crucial en mis decisiones a menudo, al menos desde que yo recuerdo. Una circunstancia a la que, como mamíferos y mamíferas, nos es difícil sustraernos. Sin llegar al la teoría freudiana pansexual, no cabe duda que el arrimamiento de ingle es uno de los más poderosos motores de nuestra existencia. Quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra.

Pero ha sido mi contacto en 2016 con el yoga y el pilates (¡Anda! ¡Al final hablaremos hoy de lo de correr y todo!) cuando he tomado conciencia de la importancia de un músculo que cuando empecé a correr hace más de diez años apenas conocía y que hoy me parece tan importante. Él es la quinta esencia de las ingles, es el alfa y el omega de la unión entre muslos y torso, Él es el PSOAS ILÍACO.

Es un músculo escondido dentro del cuerpo, de los que no se lucen en la playa aunque bajes a un tres por ciento de grasa corporal y te depiles hasta las pestañas. Un músculo que se retuerce desde las vértebras y las costillas hasta la cadera y desde la cadera (y a través de ella literalmente) hasta el fémur. Un músculo enorme y raro y sin embargo con el que estamos muy familiarizados en la carnicería, ya que se corresponde con lo que denominamos "lomo", aunque evidentemente no tiene la misma forma ni función en un cuadrúpedo que en un bípedo implume que come cuadrúpedos (si quiere, quede claro).

La pregunta de examen que nunca cayó: El papel del psoas en las ingles
Cumple un papel clave, precisamente, en la bipedestación, lo que hace el psoas humano (y sus ingles), algo bastante único entre los animales cordados, es decir, aquellos con huesos o espinas y músculos. Por tanto también en nuestra forma de correr, notablemente única incluso entre los bípedos. Observen sin más para ejemplificarlo la forma de correr de una gallina. Si no les sirve de ejemplo, al menos a muchos les puede resultar simplemente divertido pensar en ello. En esta sociedad postindustrial llena de corrupción y gentuzas de todo pelaje una sonrisa mental puede ser nuestra única defensa frente a la barbarie que representan los tristes y amargados, los seres malvados que lanzan su sombra allá donde pueden, frente a la vileza de los cobardes y la gratuidad con la que los agresores reparten dolor y daño. Contra la avaricia de los trepas sociópatas, dispuestos a pisar la cabeza de su madre para subir en la escala social. Una sonrisa inocente en nuestra mente es lo que nos diferencia de los infelices cargados de odio hacia el mundo.

Pollos practicando el running de forma espontanea,
y sin aplicación para el móvil ni nada
Es durante este año que mi encontronazo (más que descubrimiento) con el pilates primero, con el yoga después, ha producido un año de molestias en el psoas, en el piramidal, en los isquiotibiales y la espalda. De ingles rígidas, de chakra mula-adhará bloqueado (si creyera esas cosas, pero, claro, a estas alturas no me voy a hacer hinduista y mucho menos "jipi"). Un año en que mis caderas, ya antes de todo esto en clara retroversión, han sido forzadas (valga la expresión) a realizar ejercicios a los que no estaban acostumbradas y que ahora, por fin, poco a poco, van adaptándose a los cambios.

Y es en estos días que, por fin, y quería compartirlo con el mundo entero a través de la ventana que representa Internet, noto el desbloqueo, la anteversión en la cadera, el fortalecimiento de los abdominales y la descarga de mis ingles, que vuelven a correr alegres por la Casa de Campo.

Una información superflua que ustedes a buen seguro no necesitaban.














jueves, 13 de octubre de 2016

Ultra Trail El Rincón (100 Km.): Crónica (¡Ostras, Pedrín, una crónica!)


“La solución a los problemas que ves en tu vida es vivir en tal forma que desaparezca lo problemático."
"Decir que la vida es problemática significa que tu vida no se ajusta a la forma de la vida. En consecuencia, debes cambiar tu vida, y si se ajusta a la forma, desaparece lo problemático."
Ludwig Wittgenstein

Bueno, bonito, barato.

Castelfabib, villa histórica del Rincón
También quizá un poco más duro de lo que creíamos a priori este Ultra Trail del Rincón. "Quizá", porque la dureza de una carrera no está del todo en la carrera misma, sino en nosotros los que corremos sobre todo. En el estado de preparación con el que vamos y el ritmo con el que decidimos afrontarlo. En nuestro caso no íbamos mal del todo, aunque tampoco sobrados, y el ritmo que nos marcamos no era demasiado estresante, en la cola del pelotón, pero tampoco sin apurar los tiempos. Íbamos, como vimos a muchos, a acabar simplemente. Aún así la última parte de la carrera se hacía complicada y los 3700 metros de desnivel positivo se acababan notando.


Para los lectores madrileños debo advertir que no estamos hablando de la Sierra del Rincón que se sitúa en el Oriente de nuestra comunidad autónoma, entre las sierras de Ayllón y Guadarrama, sino en la comarca del Rincón de Ademuz. Uno de esos extraños "exclaves" que se encuentran rodeados de otra provincia como la yema de un huevo frito lo está de su clara. En este caso un trocito de Valencia situado dentro de la provincia de Teruel. 

Históricamente límite entre tres reinos: Valencia, Castilla y Aragón. Y es que antiguamente, en la Edad Media, hace casi un milenio, había muchos, demasiados reyes por aquel entonces... no como ahora, claro...

También es cierto que a día de hoy sigue habiendo dos más de los que yo quisiera.


El equipo (CxC) estaba desperdigado por la Península. Como una plaga bíblica o una insectación, diría alguno. Ramón, "el Lider", en el Ultra Canal de Castilla 80 Km. (décimo de la general, en nueve horas clavadas), yo por el exclave valenciano, con Eduardo, del Tierra Trágame y casi todo el resto en la primera edición de la Transhuman Trail en la que Quique ha tenido la osadía de hacer podio por el sistema de esperar a que cayeran a los largo de sus 240 kilómetros más del sesenta por ciento de los participantes y aguantando con su energía infinita ("más cabezón que un guarro", opinaría el maledicente de antes, el de la plaga bíblica), acabando con mejor cara de la que empezó.


He de reconocer que me da pereza y tengo cierta prevención al hacer una crónica en la que vaya relatando los sitios por los que hemos pasado y las sensaciones que hemos tenido. No por otra cosa, sino porque a mi personalmente me resultan tediosas la mayoría de las crónicas que toman esa forma a fuerza de leer mil veces lo mismo. Nombres de lugares que no conozco, sensaciones que, por el contrario si... ...y se preguntará, llegado a este punto, mi escaso público lector, pero acostumbrado a tediosas parrafadas filosóficas, si es ahora que me va a preocupar aburrirles... ¡pues si!. Si no es con árido pensamiento filosófico, no me agrada la perspectiva.

Por tanto, solamente puedo acompañar estas palabras de unas imágenes (que en estos casos y haciendo bueno el refrán, vale una más de aquellas que mil de estas) y comentar brevemente que el paisaje es bonito, especialmente desde el punto de vista geológico, que la organización es exquisita y que los voluntarios son especialmente amables. Un recorrido balizado a la perfección (al parecer otros años han tenido problemas con algún acto de sabotaje malintencionado). Avituallamientos completos, surtidos y abundantes. Muchos buenos detalles de esos que pasan desapercibidos cuando se cuidan a los corredores que nunca ven la organización de una carrera desde el otro lado, pero que si fallan se nota. Pero sobre todo, una sensación transmitida de simpatía y amabilidad, de esfuerzo porque las cosas salgan bien que se nota en las caras de las personas que están ayudando desde la mesa del avituallamiento. Una carrera "pequeña", pero que despliega una logística increíble para sostener correctamente dos pruebas simultáneamente de cien millas y de cien kilómetros. Algo al alcance de pocos organizadores.

¿Algo malo que reseñar? Nada de importancia. Cierto que un voluntario bienintencionado nos "vendió" como más amable de lo que era el paso por la "senda y pista forestal" por la que discurría la última parte de la carrera. Una senda que cuando recorríamos sobre una plataforma suspendida sobre el agua agarrados a un cable y tratábamos de no caernos a un río helado que nos prometía una neumonía doble al pisar lo que a todas luces era casi una "ferrata", nos parecía con el cansancio de las horas transcurridas y la oscuridad de la noche que nos envolvía, quizá más dura de lo que era, al igual que el amable y bienintencionado voluntario nos parecía mucho menos simpático y nunca hubiese querido escuchar nuestras palabras, que hubiesen puesto colorado hasta las orejas al más malhablado de los transgresores del lenguaje educado.

Pero todo se olvida cuando uno se ducha, duerme un poco y ve que tiene otros cinco puntitos para ir al Ultra Trail del Mont Blanc, si todo va bien, quizá dentro de poco más de año y medio. No hay dos sin tres.

Fotografías cortesía de Telesforo Curras




viernes, 7 de octubre de 2016

Trazando planes

No encontrar el equilibro 
Y agarrarse
Lo contrario de vivir es no arriesgarse 
Fito Cabrales 

Es la época del año en la que empezamos a dar vueltas sobre qué queremos hacer en el que viene. Nos apuntamos, quizá, al gimnasio, a pilates, a estudiar idiomas, empezamos a pensar en carreras para la temporada que se avecina. Algunos suman puntos ITRA, otros hacen el recuento de churripuntos en su haber, la mayoría echan un ojo a la cuenta corriente y a su calendario laboral y el de su pareja.

Nuestra mente construye mundos posibles. Fabrica posibilidades. Mundos que son, cada uno de ellos (en la medida en que nos lo permite nuestra capacidad) un mundo casi como el mundo "real" en que vivimos, pero en el que introducimos deseos, planes, esperanzas. Son una simulación, una imitación que solamente puede funcionar bien si en cada mínimo detalle es exactamente como el mundo real, pero en el que cambia un elemento escogido y, por supuesto, todo lo necesario para que ese cambio sea posible en un universo consistente. Es decir, que si en esa simulación estoy cruzando las montañas en la Travesera de los Picos de Europa (no, no me pillarán), ese mundo contiene también todos los cambios necesarios para que eso sea posible además de la mera carrera. Tenemos constancia de, al menos, un mundo posible, aquel en el que habitamos en acto (un profesor mío proponía el término para referirnos de este mundo posible "el mundo chachi", pero no me convence), el resto son mundos hipotéticos. Podemos considerarles potencias no actualizadas.

Obviamente, aunque haya muchos mundos futuros posibles, solamente habitaremos el presente de uno de ellos.


Lo primero que hacemos es introducir un elemento novedoso, el deseo, el plan, en el mundo posible que imaginamos, y luego exploramos sus consecuencias para crear un mundo consistente en nuestra mente, es decir, sin contradicciones.

Una ontología de la libertad implica necesariamente que luego decidimos y que la toma de la decisión, al transformarse en acto, hace que surja uno u otro universo por causa de nuestra decisión.

Es cierto que la imaginación puede jugar malas pasadas, eso si, si nuestro optimismo nos lleva a confundir lo que son nuestros deseos con unas expectativas poco realistas. Nuestra percepción de la realidad y nuestra capacidad de análisis siempre estará en tela de juicio y son el centro de buena parte de nuestros problemas e infelicidades.


Tantos libros por leer, tantos sitios a los que viajar, tantas cosas que aprender, tantos desafíos que alcanzar. Todo son planes, elecciones, ejercicios de libertad.

Echo cuenta de kilómetros y posibilidades: 42, 65, 100, 170,... navego en la Red, busco carreras, vuelvo a mirar mi presupuesto para deporte y viajes. Los gastos previstos para 2017. Pienso en ello.

Yo pienso muy despacio.

A menudo me doy cuenta de que pienso despacio. No solamente corro despacio, también a la hora de resolver problemas los engranajes mentales me funcionan con diésel y no con queroseno. Personalmente me deslumbra y me encanta entablar conversación con personas que hablan contigo y que se nota que van un minuto por delante de ti. Personas que tienen agilidad y rapidez y encuentran la solución a los problemas a toda velocidad. Yo no soy capaz de hacer eso. Si acaso puedo explorar, tranquilamente eso si, mayor número de posibilidades de un problema de la misma manera que hago largas distancias en vez de buenas marcas. Por eso tengo quizá, como muchos filósofos, más preguntas que respuestas.

Pero bueno, habrá alguna ventaja de pensar despacio. Se me ocurre un paralelismo.

Este año ha habido una cantidad proporcionalmente exagerada de corredores retirados durante las primeras 24 horas del Ultra Trail del Mont Blanc. En teoría, cada año estamos mejores preparados, cada vez los requisitos son más exigentes, tenemos mejores materiales y más experiencia, la motivación para acabar una prueba así es altísima siempre y sin embargo, en una edición que no ha sido climatológicamente adversa, han caído rápidamente muchas personas el primer día y, en las 22 horas restantes, el índice de abandonos ha sido proporcionalmente mucho menor que otras veces.

Ir despacio (pensando) tiene la ventaja de ir más seguro. Pasarse menos bifurcaciones, ver mejor el paisaje general, disfrutar más el recorrido. Cometer menos errores. La velocidad, pensando o corriendo puede ser una gran desventaja cuando vamos por encima de nuestro ritmo natural.

Be finisher my friend!




miércoles, 7 de septiembre de 2016

PT281 + Lo infinito y lo inacabado

Tampoco puede un cuerpo infinito ser uno y simple, ni, como algunos afirman, lo que existe fuera de los elementos y de lo que éstos proceden. No puede existir en absoluto.
Aristóteles, Fís. Γ 5, 204 b 22
Septiembre.

Vuelta a las rutinas. Incluyendo escribir un poco de vez en cuando. Porque hay rutinas agradables y desagradables. Hay un cierto nivel de sorpresa y novedad en las usanzas más mecánicas y patrones predecibles en el caos más absoluto.

Quizá el nivel de rutina y de ausencia de ella que cada cual es capaz de tolerar varía mucho de una persona a otra. Según los teóricos de la sociología del trabajo la rutina completa o la ausencia completa de ella son unas de las condiciones laborales más insoportables, pero sea o no la actividad diaria repetitiva, el retorno de vacaciones si que consigue proporcionar un cierto "encuadre", un ritmo marcado por los horarios del trabajo, por los estudios y por los entrenamientos que hacen que las semanas trascurran con una cierta homogeneidad frente al aparente nivel de entropía que hay en el periodo de asueto. Por cierto que desde el punto de vista termodinámico el desorden puede ser entendido como "gasto" y el orden y la rutina como "ahorro", algo que se hace isomórficamente doloroso cuando uno ve el extracto bancario a primeros de septiembre.

El periodo de vacaciones, al menos la primera parte de él, ha estado marcado por mi (breve) participación en la PT281+. Un ultramaratón en Portugal duro y desagradecido (por lo menos conmigo), en el que hube de retirarme en el kilómetro 122, con el GPS marcando 125 kilómetros debido a algún desvío extra e innecesario que si bien fue razonable y asumible en una distancia de esta envergadura, ciertamente me hizo mella psicológica en una carrera en la que experimentábamos por primera vez recorrerla navegando con un GPS de mano.

A pesar de la distancia, una retirada temprana cuando aún no había llegado a la mitad de la prueba ni a una tercera parte del tiempo previsto para hacerla. En cualquier caso, una carrera a la que llegué sin sensación de estar en forma a pesar del trabajo hecho, en la que salí despacio y arrastrándome, con malas sensaciones (y no por reservar energías para más tarde) y en la que no me encontré bien casi en ningún momento salvo por la grata compañía de Javier y Antonio, que me llevaron tirando "del gancho" hasta que, relativamente pronto, vi que no iba a poder conseguir acabarla.

Aunque ciento veinticinco sea la segunda distancia más larga que he corrido, la décima vez que paso de los cien kilómetros y un dignísimo "entrenamiento", me deja con la sensación de algo inacabado. Algo sin terminar. Algo que los griegos como Parménides, Platón o Aristóteles hubiesen designado con un término peyorativo: "INFINITO".

La lechuza de Minerva levanta el vuelo al atardecer,
pero a mi me ha ido persiguiendo este agosto el cuervo de Odín,
que algo quiere decirme y creo que sé lo que es:
"Corre, idiota. Corre y no le des más vueltas"
Para el pensamiento griego algo sin límites definidos es informe, inacabado, a medio hacer. Algo infinito, es algo incompleto, algo inconmensurable... y lo que no se puede medir no es algo mejor, sino todo lo contrario. Lo perfecto tiene que ser necesariamente muy finito. Muy "acabado".

Nuestra tradición judeocristiana ha pervertido el concepto de infinito al tratar de ajustar las imposibles paradojas de la escolástica sin comprender que algo "mayor de lo cual nada puede ser pensado"... simplemente no puede ser pensado. Es un sinsentido.

"Ser infinito" son dos conceptos contradictorios reunidos de manera perversa. Como "círculo cuadrado". El concepto de "ser" implica finitud, delimitación, una esencia, una serie de características que "inhieran" en la sustancia, que formen una parte consustancial de algo, que lo limiten, que le den forma. Lo indefinido, lo "infinito" no puede referirse a nada por más juegos poéticos que se quieran hacer.

Podría referirme perfectamente a esta carrera como "infinita", para transmitir una sensación. La de que cuando empiezas tienes tanto por delante que no puedes abarcar en tu mente todo lo que te queda, pero ciertamente era tan limitada que un archivo cargado en el dispositivo garmin te podía llevar como un triángulo dentro de una linea desde el inicio hasta el final, metro a metro, si tu cuerpo y tu mente estaban preparados.


La sensación es además de que este año se ha quedado el objetivo sin cumplir, incompleto, que de alguna manera hay que darle como fallido a pesar de los valiosos aprendizajes que ha aportado, en especial en el campo de la nutrición más que en el de la navegación por satélite.

Y lo que queda a medias, en cualquier aspecto de nuestra existencia, nos sigue reclamando una explicación y un acto de compensación. Un cierre. Un final. Un acabar de alguna manera. Nos sigue llamando desde el fondo de la mente y mucho más si tratamos de no pensar en ello. Pensar las cosas hace que las olvidemos, tratar de olvidarlas las hace presentes en todo momento a cierto nivel subconsciente.

Así que ahora queda buscar ese acto de compensación. Esa carrera que quite el mal sabor de boca acabándola, sintiendo de nuevo las buenas sensaciones que hacen que esta actividad te enganche.

Todo llegará.

“El mar, el cielo, la montaña, las islas, vinieron a aplastarme en una sístole inmensa, después se apartaron hasta los límites del espacio. Pensé débilmente y sin tristeza en el relato que había intentado articular, relato a imagen de mi vida, quiero decir sin el valor de acabar ni la fuerza de continuar.”

Samuel Beckett




martes, 16 de agosto de 2016

PT281+ (Todas las cosas tienen un comienzo)

"Si existe la magia en pelear batallas más allá de los que uno resiste, es la magia de arriesgar todo por un sueño, que nadie más que tú puede ver". 
Morgan Freeman (Million dollar baby) 
Todo comenzó en algún momento. Todo tiene un inicio.
Me encuentro siguiendo a Aristóteles, quizá a Tomás de Aquino, cuando se remonta en el pasado como un salmón por la corriente de un río a través de las "causas de las causas" persiguiendo hacia atrás, hacia el origen de todo, hacia el nacimiento, el primer motor (en minúsculas) de algo, aunque quizá en lo humano la única causa que de verdad importa es la causa final, aquello hacia lo que nos dirigimos y que nos sirve de motivación... desde un futuro imaginado. La pregunta que trata de explicar las acciones humanas no es el "porqué", sino el "para qué".

Todo tuvo un comienzo, un inicio, un nacimiento. La idea de un tiempo infinito extendido hacia atrás repugna al intelecto para un aristotélico.
Y ningún infinito tiene ser; o, si no, la infinitud no es infinita. Por lo demás, aunque fuesen infinitas en número las especies de las causas, tampoco así sería posible conocer, pues sólo creemos saber cuando hemos llegado a conocer las causas; pero lo infinito por adición no es posible recorrerlo en tiempo finito.
Aristóteles, Metafísica α, II
Un plan después de la idea. Unos primeros pasos después del plan inicial. Tengo que aceptar que en lo que se refiere a las ideas y a los planes, a las decisiones sobre el futuro, hay un inicio. Aunque haya causas eficientes y materiales anteriores que llevan al momento de la elección. Tengo que creer que interviene la libertad humana y que esa libertad es un suceso que mueve el universo en una dirección u otra en un momento dado.

Pero la causa final,  aquello a lo que nos dirigimos y ya casi tenemos a la vista, es un nuevo desafío ¿Es que nunca se acaba esto? ¿Siempre habrá por delante un inmenso obstáculo al que enfrentarse casi sin esperanza de superarlo? ¿Una carrera más larga y más rápida que todo lo que antes hemos hecho? Quizá no. Habrá un día, una carrera, que será el límite aunque solamente sea porque somos mortales y un "sistema operativo degenerativo" (¡Anda, Juan, mira! ¡Como Windows!). Vamos a por 282 kilómetros en 66 horas. Nos queda muy poco para enfrentarnos a esa carrera que no nos cabe en la cabeza y, seguramente, tampoco en las piernas..., aunque iremos hasta nuestro límite para comprobarlo.

Ha habido un largo proceso de preparación antes de dar la batalla más allá de lo que uno es capaz de resistir, de intentarlo solamente porque se tiene la fantasía de poder hacerlo, de tratar de demostrarnos a nosotros mismos ser capaces de conseguirlo, aunque seguramente no aceptaríamos apuestas en contra.

The Loneliness of the Long Distance Runner (1962)
Han quedado atrás algunos madrugones, entrenamientos al sol de mediodía de la capital, algunos kilos, no pocos, de grasa abdominal. Ha quedado atrás el frío y la lluvia y delante de nosotros solamente quedan...

...kilómetros, muchos malditos demasiados kilómetros.

En las cosas humanas hay una marea que si se toma a tiempo conduce a la fortuna; para quien la deja pasar, el viaje de la vida se pierde en bajíos y desdichas.
Shakespeare, Julio César 3º, III

martes, 26 de julio de 2016

Hunting Pokémones

"Espartanos!. Desayunad bien, ¡pues esta noche cenaremos en el infierno!".
Gerard Butler (300)

Un juego de realidad aumentada basada en unos conocidos dibujos animados.

La gente instala el programa, saca su móvil, Activa el GPS y puede "ver", a través de él, superpuesta a la realidad, unos bichejos de dibujos animados sobre los que realizar una caza incruenta y quizá mucho más emocionante que ponerse con un rifle con telescopio en un puesto. Desde ese lugar privilegiado a resguardo, pegarle tiros a un pobre bestia cornuda criada en cautividad y arrojada contra una "valla cinegética" con el fin de que un pijo vestido de cazador le arree con una bala y pueda colgar unas astas en la pared de su casa para mostrar su valor. Su escaso valor de uso, claro. Si no, hablando del valor, no la valentía, el poco valor que tiene el pijo cobarde. No se le supone ninguna por esta proeza. Fundamentalmente el valor de cambio, el precio que cuesta practicar esta actividad y que sirve para diferenciarle de la "chusma" que no podría, aunque quisiera, hacer lo mismo. No entro a valorar otros tipos de caza, solamente la que me resulta más cobarde e inaceptable, la que no se hace para comer, sino para demostrar que uno pertenece a una clase social privilegiada.

Curioso que valga (cueste) tanto hacer lo que hace quien tan poco vale. Curioso que no tenga ningún valor quien cree lo acumula. Pero andamos metiéndonos en las redes sociales con quien caza muñecos de dibujos animados (perdón, manga), no con quien pone cercos y vallas, quien cría especies para que "sobren" y pegarles tiros desde una segura distancia. Que son los mismos que cierran los caminos, que quieren que los espacios naturales sean parcelados y repartidos entre una élite económica y a la que les sobran los tipos que van corriendo con una mochila en la espalda por el campo para disfrutar de él. Los mismos que se alían con una clase política de su misma "casta" para regular en su beneficio y en perjuicio de los deportistas ciertos parques nacionales. Los mismos que convierten en coto a través de leyes injustas toda la comunidad de Castilla - La Mancha...

A ver si ahora los frikis se van a poner en forma... digo los que no les dió por correr
por la montaña hace años, claro, que de esos hay a cascoporro...
El siguiente paso es escapar de fantasmas "japos", de la niña de la curva, de su madre, de su padre y de toda su puta familia en una "casa encantada" cuando la miras a través de la realidad virtualmente aumentada del smartphone... o de hordas de zombis, o de una invasión de los mismos aliens que echaron a perder a la tripulación de la Nostromo con tanta eficacia... las posibilidades son casi infinitas.

Es más. Terminaremos por darle una vuelta de tuerca extra, prescindir del móvil, juntar al cazador de pokémones con el que escapa de un apocalípsis y que acaben descubriendo juntos que pueden jugar al rescate, al pilla pilla o tulipán... o a un rol en vivo... acabaremos por descubrir que ya está todo descubierto.

La llamada a la tolerancia que escribió apresuradamente hace poco mi amigo Anaime en las redes sociales me pareció imprescindible. Os selecciono un fragmento:
" Qué hace más imbéciles e insolidarios a los jugadores de pokemon que a los coleccionistas de sellos? los forofos de fútbol? o nosotros mismos que reventamos nuestro cuerpo saliendo a machacar nuestras articulaciones? Somos todos iguales.....pero como siempre, en el gremio/grupo al que pertenece cada uno el grupo es bueno y el resto unos pringaos. Los runners somos gente maja toda y sabemos lo que son los valores y más aún los que es disfrutar de la vida más que nadie (putas frases de sé vivir, soñar, etc...como si los demás no). Pero vete aun foro de patinadores y pensarán lo mismo, pero vete a un foro de taxistas y pensarán lo mismo, pero vete a un foro de brokers de bolsa y pensarán lo mismo,"
Cierto es que el hecho de que la gente, en vez de jugar con otros humanos, juegue con una máquina que los sustituye, es un síntoma de algunos aspectos tristes de la realidad en la que vivimos aislados e indiferentes unos de otros. Creo que este sentido se lanzaba la crítica a la que se respondía en este caso, pero es buena ocasión para recordarnos que ya está bien de considerarnos mejor que otra gente solamente porque hace cosas distintas de las que hacemos nosotros. Ya hay bastantes viejos gruñones quejándose de lo que no entienden, que a menudo son las actividades que nosotros mismos hacemos. No olvidemos que los aliados naturales de quienes quieren poner vallas al campo y de sus corruptos amigos políticos, son los viejos gruñones a los que les molesta todo lo distinto, todo lo que no entienden, todo lo que parece una novedad.

Quien quiera cazar pokémones, que les lance pokehostias virtuales de esas y cada cual a lo suyo, respetándonos todos... quien quiera matar un bicho indefenso para divertirse...

...bueno, ese por mi que se dispare mejor en la entrepierna.

Tampoco la práctica de la tolerancia tiene que llegar al infinito, caramba.