lunes, 13 de mayo de 2013

Maratón y media y de las malas compañías


Santuario de Sant Joan de Penyagolosa
Parece que fue hace nada cuando con Raul, compañero del Mástil Metal Running y de otros "fregados",  completábamos nuestro primer "ultra".. bueno, ahora que me fijo, no hace tanto, solamente tres años... una compañía que he echado en falta este fin de semana por el Parque natural de Penyagolosa.

Fue la Marató i Mitja (maratón y media) Castelló - Penyagolosa, que como su nombre indica, recorre las montañas que separan la ciudad de Castellón, junto al Mar Mediterraneo, del castillo de Panyagolosa, en el límite con la provincia de Teruel, 65 kilómetros al interior, en un "marco incomparable" (que es donde solemos hacer estas cosas los ultratrailers).

Aquella ocasión fue un éxito absoluto para nosotros. Invertimos menos de 12 horas en el trayecto, andando las subidas y animándonos (literalmente, en plan "¡ea, vamos a darle!"), a trotar las bajadas, porque nunca habíamos hecho nada parecido y nos costaba mucho arrancar a correr con las piernas acartonadas. Era un "ultratrail" porque se corría una distancia superior a la del maratón... un poco mayor, medio maratón más, pero con un desnivel aceptable para nosotros que ya nos las habíamos visto con Maratón Alpino Madrileño.

A nueve días de la Marató i Mitja, y justo después del Maratón de Madrid (crónica aquí), salí a correr cincuenta minutos comprobando que estaba aún bastante tocado del esguince. No tenía demasiadas molestias, pero aún no tenía la articulación lo suficientemente fuerte para propulsarme corriendo en pendiente hacia arriba durante mucho tiempo. ¿Me adaptaría en una semana? Probablemente no. Aunque uno quisiera no es, en orden de capacidad regeneradora creciente, ni la Masa, ni Lobezno, ni David Cortes "Botón".


Preparando la distancia de 100 millas del Uhunmilak, 65 kilómetros deberían ser un corto paseo de menos de 10 horas, pero las circunstancias convertían lo que debiera haber sido un trámite de entrenamiento en un nuevo desafío... ¡Bien!

Tiene uno la esperanza de que todo se recoloque y con un chasquido ¡clap! vuelva a su sitio... y acaba ocurriendo. Pero volviendo a lo del tobillo..., parecía que la rehabilitación marchaba bien y dos días antes de la carrera ya podía correr por la Casa Campo, subiendo las cuestas con normalidad y sin molestias y notando apenas (a penas) que tenía menos fuerza que antes en el tobillo izquierdo. Un leve alfilerazo que se clavaba a veces en la cara interior... lo que viene a ser en el ligamento inserto en el maleolo interno... da igual, "en el pie". Suficiente.

Los amigos y miembros (con perdón) de CxC estarían allí también. Otra ocasión para el encuentro. No, si al final tendremos que organizar alguna pronto. Quizá Spanjaard quiera pronto atender el clamor popular (muchos estamos deseando) y organice otra edición del Peor Maratón del Mundo. Tengo algunas sugerencias al respecto, en concreto por zona chabolista de la Cañada Real + Vertedero de Valdemingómez + rivera del Manzanares a la altura de Perales + depuradoras hasta Villaverde. Este año los organizadores del Mapoma han intentado quitarle el honor a Spanjaard de organizar el peor maratón del mundo, si no con el recorrido, que requeriría currárselo, tirando por lo fácil con una logística deplorable desorganizando a los (insuficientes) voluntarios que dieron, sin embargo, lo mejor de sí.

El viernes salgo desde el trabajo sin pasar por casa, directo a Castellón... pero la prudencia me obliga a parar en un área de servicio y descabezar 20 minutos de siesta cuando empiezo a notar el cansancio acumulado... la cuestión es que he dormido bien, incluso con un sueño premonitorio de por medio... por supuesto no llego al briefing de la MiM, y tan solo quedan camisetas XXL en la zona de entrega de dorsales... tanto esfuerzo por quedarme como un figurín para nada, maldita sea. Lo de la charla técnica, como ya he corrido la prueba no tiene importancia y, en cualquier caso, todo lo que se debe saber sobre ellas está recogido en la sabiduría destilada del blog de CxC, aquí: http://corriendoporelcampo.blogspot.com.es/2013/05/teoria-y-praxis-del-briefing.html

Localizo a Jorge y Luis acabándose la consumición. El control de dorsales es a las 5 de la mañana, así que el encuentro es breve y nos recogemos sin más. Quizá mañana me pueda tomar una con ellos.

Llegada al albergue, comer la ensalada de pasta (ración triple), unos dulces y a la cama.


La excelente organización logística me permite llegar media hora antes de la salida, aparcar y dejar la bolsa en el ropero (en 30 segundos, es decir, 29 minutos y 30 segundos menos de lo que hubiese tardado a esa hora en el Maratón de Madrid) y reunirme con el resto de los corricolaris del "cajón" de 9 a 12 horas. Detrás de mi, con 74 años, Don Francisco Contreras Padilla, "Superpaco", un legendario con un palmarés impresionante, que va a hacer la prueba de 118 kilómetros. Yo este año me he apuntado a la otra, la infantil, la de 63 kilómetros y pico. Dejamos la grande para los hombres (y mujeres).


Bueno, 63 kilómetros p'rriba, con 3.000 metros de desnivel positivo, ya entretiene.

Sobre todo si hace 13 días has corrido un maratón que te ha dejado como si te hubiese pasado una apisonadora por encima.

Y si no tienes fuerza en el tobillo izquierdo y correr cuesta abajo es un suplicio. Menos mal que "solamente" son 1.800 metros de desnivel negativo acumulado. ¿Solamente? La vieja duda que me asalta en todas las carreras: "¿Qué c... hago yo aquí en vez de estar calentito en la cama?"

Jorge y Luis van a acompañar a unos amigos que irán andando, así que me quedo solo según salgo del estadio del la Universidad Jaume I.

Estar solo... ¿es estar en buena compañía? Bueno, pues depende. Hay momentos en los que eres la peor compañía del mundo, y otras está muy bien. Hay unos momentos para la soledad y otros para la compañía.

"...un tiempo para esparcir piedras,
y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse,
y un tiempo para despedirse..."
Eclesiastés 3-5

Ahora mismo, en soledad me siento bien acompañado.

En los ultras puedes pasar mucho tiempo con alguien o ir en soledad. Reflexionaré sobre lo difícil que es ir al ritmo de otra persona con Jorge, de Castellón, que conoceré en la última subida después de que hayamos ido toda la carrera adelantándonos el uno al otro, haciendo la goma. Hace todos los años el maratón de Castellón y la Marató i Mitja, pero acabará corriendo distancias mayores. Él no lo sabe, claro, pero se pasará a los tres dígitos antes de un año. Se le adivina al hablar con él.

Tomamos la salida corriendo a buen ritmo, porque en el kilómetro 5 empiezan los senderos y, si no has pasado a todos los marchadores, se forman "embudos" antes de la subida a la Pedra de Borriol. Subimos en un plis y sin problemas. La gente va de buen humor y bromeando. Es el grupo que entrará en una 9 horas y media y yo debería con los de 10 con la lesión y las secuelas del maratón que arrastro... en el grupo de 9 si no me hubiese lesionado.

Voy con cuidado todo el rato, concentrado en la pisada, pero ¡ay!, latigazo, me doblo el pie... espera, me lo he doblado en la dirección correcta, lo que pasa es que aún no tengo tanto recorrido articular y lo he excedido varios grados al pisar una piedra. Osteópata gratis. Sigo corriendo todas las cuestas arriba, todos los llaneos y las bajadas, que aún no son muy técnicas. Lo técnico del terreno viene determinado por 1: la destreza de cada cual, 2: el cansancio y 3: el terreno.

Llega una bajada difícil y sé que no puedo correrla, solamente trotar y dar saltitos a buen ritmo, apartándome a un lado cada vez que baja alguien... normalmente dejas pasar a dos o tres y luego les pillas cuando se atascan con alguien de delante... vamos, que tardo lo mismo que si les estorbase, pero quedo bien y no le aguanto las prisas a nadie.

De todas maneras el protocolo en montaña es dejar pasar si vas despacio, avisar y pedir paso cuando vas más deprisa, pero cuando hay atasco, hay que adaptarse a él y aprovechar para beber, relajarse y bromear con la gente. Bueno, menos las malas compañías. Esas personas que van amargadas y te roban la energía y el buen rollo. Tengo delante a uno (y en el curro ni os cuento), rezongando de la gente que toma la salida "fuera de su lugar" y luego estorban a otros como él. Dice que si todo el mundo saliese en su orden, no habría atascos... mentira. Si metes a 2500 personas por el monte, al llegar a senderos por los que hay que pasar de uno en uno, se forman embotellamientos. Puedes ir más rápido, pero tienes que pensar que quien tienes delante, el de delante del de delante y el que tienes atrás, también pueden ir más rápido. No sufras, deja de lloriquear y de crear mal ambiente. La solución es sencilla: aguantas los 200 metros de bajada que quedan y después te lanzas a 4 minutos por kilómetro los 50 kilómetros que faltan hasta la meta... no será así, me lo iré cruzando todo el rato hasta que definitivamente le deje atrás unos 10 Km. antes de la llegada. Malas vibraciones, una persona a evitar. Son "asfalteros", gente que le preocupa, con 7 horas de carrera por delante, como mínimo, perder 5 minutos en un momento dado. Son los que luego buscan excusas para justificar no haber hecho la marca buscada. Pero en las carreras y en la vida, a los agonías es mejor dejarles pasar primero y cuando revientan, pasarles, darles ánimo (por joder) y dejarles atrás, far, far away...

Mejor solo que mal acompañado, volvemos al tópico.

Por ahora voy al mismo ritmo que en 2010. Llego, sin embargo, al kilómetro 35, Les Useres, 15 minutos antes. Han cambiado el recorrido y ahora el avituallamiento está en mitad del pueblo. Uy, qué bajón, esperaba sentarme un poco, comer un bocata y sin embargo tengo que tirar para delante. Arramplo con unos pastelitos (qué ricos), que ya iré comiendo en cada avituallamiento hasta el final de la carrera. Uno para mi, otro por Raul, que le espero en 2014. Esperando, pero sin detenerse, como con otra gente que sé que me encontraré de nuevo en el futuro aunque por ahora no me acompañen.

Me paro sin embargo a la salida del pueblo cinco minutos a apretarme los cordones y aprovecho para contemplar el paisaje. 15º de temperatura perfecta, cielo plomizo y el viento nos abraza con una brisa suave y agradable. Me acuerdo de una amiga con la que he compartido piedras, bocadillos en el campo y reflexiones. Uno a veces se da cuenta de lo buena que es una compañía cuando recuerda y repasa los mejores momentos de soledad acompañada. Esas escenas que se quedan grabadas en la mente aunque en su momento pasan desapercibidas y que otro paisaje, un olor, una música, traen a la conciencia por un momento.



Dos horas a San Miguel de Torrecelles. Punto de no retorno. Llegando allí esto ya se acaba aunque sea reptando. Sigo con el grupo que entrará aproximadamente en 10 horas. Se me ha intentado acoplar un walking dead que tiene el psoas a la vinagreta y quería enganchar con alguien para ir andando lo que queda... tiro para delante y conozco una pareja. Él lleva 14 ediciones consecutivas de la MiM, todas menos la primera, resulta que este verano hemos coincidido en el épico Ultra Trail del Mont Blanc. Me dice que tiene dorsal para la Ronda del Cims, 170 kilómetros con 13.000 metros positivos, le digo que tengo dorsal para la Ehunmilak, 168 con el mismo desnivel, me dice que tiene los meniscos cascados, le digo que he tenido un esguince grado 2 hace un mes... un alma gemela. La rubia simpática (y guapa por añadidura) que va con él resulta que no es su pareja. Hoy no es su día, se nota flojilla. Bromeamos con la idea de tomar el desvío que surge ante nosotros a la derecha para ir por el recorrido de la CSP, la carrera larga de 118 kilómetros. Lástima, no va a mi ritmo y la tengo que dejar atrás. Era sin duda una buena compañía.

"...un tiempo para abrazarse,
y un tiempo para despedirse..."


En San Miguel avituallamiento XXL, como la camiseta. De lujo. Me siento a comer pizza, fuet, dulces y beber isotónico 10 minutos con dos desconocidos. Repaso a los pies. Van bien. Lo que queda es casi todo de andar, faltan subir 1500 metros en 20 kilómetros. Una media maratón vertical para la que hay que pillar fuerzas. Hay que arrancar, así que me despido de los dos compañeros.




Un trocito para abajo y subidón para arriba, así que aprovecho a trotar un poco para soltar las piernas. El protocolo del ultrero. Otras sensaciones con las que estoy familiarizado. Me visita el Yeti... conocido en asfalto como "el muro" o "el tío del mazo" y en ciclismo como "la pájara". Esa sensación de que te abandonan las fuerzas y no avanzas. No pasa nada. En las carreras ultra, a partir del kilómetro 50 me visita de vez en cuando. Ando, me hidrato, una barrita energética, música en el mp3,... empiezo a adelantar a gente en la subida a Xodos, quinto control, kilómetro 55. Corro un poco para arriba. El Yeti se ha ido.

Empieza a llover y pronto se convierte en un pequeño aguacero. Nada del otro mundo. No hace frío. Aquí ya empiezas a pensar en meta, pero con prudencia, porque quedan dos horas andando, hora y cuarto corriendo... al final echaré más de hora y media, porque las bajadas ya las llevo fatal. Mi tobillo no da para más y tengo que ir renqueando los últimos 3 kilómetros. Dejo a Vicenta bajando como un gamo. Nos hemos ido cruzando toda la carrera. Ella sube mal, como yo bajo, e intercambiamos destrezas cuando ella baja y yo subo. 63 años y está hecha una máquina de correr por el monte. Buena compañía.

Renqueando, renqueando, encaramos la recta final. Hora de hacer una pose para la posteridad y otra muesca en el revolver. Van... no sé. Si llevas la cuenta de cuantos ultras has hecho, es que llevas pocos o te has propuesto el reto de alcanzar una cifra determinada en un plazo.


Casi media hora esperando a que se complete el autobús que nos llevará de vuelta. Me encuentro con Jorge. Ha dejado a los caminantes en Les Useres y ha roto a correr la segunda mitad con la energía de un medio hombre plancha (half Ironman). Ha llegado dos minutos después que yo. Se le va a quedar corto el Gran Trail de Peñalara. Allí nos veremos.

Hora y media de viaje a Castellón con el voceras que más grita del mundo detrás. Absolutamente desagradable el tono y el volumen de voz. Está en un estado maníaco, pero además es el típico bocachancla que cae mal a la primera. ¿Qué hacer?. Tengo unos auriculares de esos con clip y ajuste de silicona. Lo uso en el trabajo con una finalidad similar, el de ignorar el bochanclismo y el hijoputismo ambiental. Malas compañías hay en muchos sitios y algunas no las puedes escoger. Me los calzo y pongo a los Kalmah a todo volumen. Lo mejorcito del Death Metal estilo Goteburgo.




EPÍLOGO:

Llego al albergue Argentina en Benicasim. Muy recomendable. Por 15 € habitación doble con baño para uso individual y desayuno “bufé” adecuado a ultratraileros. Bien, sin tele (tengo smartphone, calidad “full HD”), sin toallas ni jaboncitos. Como la toalla es el objeto más útil del Universo, según la Guía del autoestopista galáctico, nunca viajo sin una (tengo otra en un cajón en el trabajo y una más en el maletero del coche). Los jaboncitos... para algo los voy juntando en otros sitios a los que voy. Tengo para llegar hasta 2050. De todas maneras con eso que sale del grifo y que llaman agua no se puede hacer espuma (ni un café decente).

Estoy molido, pero luego pondré un mensaje a los amigos manchegos por si encarta tomarse una cervecita en Castellón (y un jabalí, que estoy desmayado). Pico algo... me lío y me pongo hasta las trancas. Ducha, pies para arriba y somnolencia... ay, ay, ay... les pongo un whattsapp y empalmo 11 horas durmiendo como un angelito (ellos tampoco salieron al final). Duermo libre de malos pensamientos y culpas, pero sospecho que con buenas compañías, y es que el ejercicio extremo alimenta la líbido aunque limite la movilidad esquelética. Un problema que uno no tiene (por lo del uso individual de la doble), y menos, especialmente, en los sueños.

Me levanto maravillosamente. Un poco de agujetas en cuadriceps, psoas y abdominales, lo normal con tanta cuesta y, sorprendentemente, con el tobillo sin ningún tipo de molestia. Tengo la impresión de que podría salir a correr. Es increible esta carrera que bien me sienta siempre.

Paseo por la playa, mojarse los pies y de vuelta a casa.

No hay mayor placer que el de sentir el alivio que llega con la curación.












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