La geometría ilumina el intelecto y disciplina la mente. Todos sus argumentos son claros y ordenados en grado sumo. Los errores apenas tienen cabida en el razonamiento geométrico, pues éste tiene una estructura y un orden apropiados.
Ibn Jaldún (s. XIV)
No basta con la ausencia de contradicciones en nuestra conciencia, en nuestros actos y entre lo que pensamos y lo que hacemos, también queremos tener la certeza de que todo lo que sabemos, creemos y hacemos es una consecuencia de nuestros principios y no algo imposible de demostrar, ni siquiera a nosotros mismos. No basta con que haya consistencia, también queremos completitud.
Queremos un conjunto de verdades, un marco en el que todo tenga sentido, que si usamos calzado amortiguado o nos ponemos de cereales hasta las trancas el día antes de un maratón podamos dar una elegante explicación de ello que se remonte a unos primeros principios simples y claros. O que podamos dar razones de nuestra forma de proceder apelando a unas pocas y evidentes verdades que nadie nos puede discutir. Que, por ejemplo, no estamos adaptados filogenéticamente al modo de vida que llevamos, sino que somos unos animales nacidos para correr o que nuestro metabolismo no está adaptado, no ha tenido tiempo desde la revolución neolítica de prepararse para comer algunos alimentos como los azúcares presentes en la leche de las vacas o las proteínas desnaturalizadas por el proceso de cocción al que sometemos a los cereales y las legumbres.
Eso quería el proyecto de investigación conocido como Programa de Hilbert. Pretendía algo muy lógico y muy honesto. Quería dotar a todo el edificio de la ciencia de un armazón y de unos cimientos consistentes, reducirlo todo a unas pocas verdades autoevidentes (axiomas) y a unas reglas de inferencia que permitiesen operar esos axiomas sin que condujesen jamás a una contradición (bien) y pudiendo tomar cualquier afirmación o enunciado matemático, cualquier fórmula, y averiguar si se podría deducir de esos primeros principios (ejem, mal). Todo conjunto de símbolos matemáticos que siguiesen las reglas de formación de los enunciados matemáticos podría ser demostrado o refutado. Todo lo que tuviese sentido, sería posible determinarlo como verdadero o falso.
Einstein y Gödel de palique. No tengo ninguna certeza, pero estoy seguro que, sobre todo, hablaban sobre mujeres. Mirad bien sus caras ¿creéis que discuten sobre matemáticas...? |
Corriendo ocurre lo mismo. Hay a quien le va bien usar una carga de hidratos, a quien le va fenomenal la paleodieta, correr descalzos o sobre zapatillas muy amortiguadas, entrenar en ayunas o tomar un gel cada veinte minutos. Vamos probando cosas y unas nos van bien y otras mal. Al final nos gustaría encontrar una explicación que no fuese a posteriori de nuestras conductas como corredores y como personas, de nuestros actos morales remontando por la vida.
Mi mística personal me lleva a conformarme, como la matemática, en el correr y en el vivir, con la mera coherencia que no es poco. Ya tengo bastante tarea con tratar de tener unos principios, que no se contradigan mucho entre ellos y que mis actos sean más o menos consecuencia de estos como para pretender encontrar un marco teorético más allá. Una explicación global que todo explique, ya sea simplona Dios/La Fuerza/El Karma o una más elaborada y que me tengan que hacer decidir por una determinada escuela de de una (autoconsiderada) ciencia social, una ideología de partido o por una herencia que me llega desde el Paleolítico.
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