viernes, 20 de diciembre de 2013

Christmas time


Como cada, aproximadamente, 365 días le hemos dado otra órbita al Sol. No es mérito nuestro, de esa pequeña capa de moléculas de carbono que ensuciamos la superficie del planeta mientras él describe impasible una elegante elipse atraído y atrapado por la fuerza de la gravedad de la estrella más cercana. La causa es la atracción, ese motor que todo lo mueve. Entre los objetos astronómicos a través de la interacción gravitatoria y entre las personas con otros tipos de "fuerzas". Últimamente noto que algunas atracciones, más que como la gravedad, que decrecen con el cuadrado de la distancia, se asemejan a las interacciones de los gluones entre los quarks del interior de un protón, que si aumenta más la distancia entre ellos, más aumenta la fuerza de atracción.

Tenemos una convención en nuestro calendario, apenas mínimamente ajustada desde que la Revolución Neolítica nos hizo imprescindible llevar la cuenta de las cosechas, que cada ciclo repetimos. Un ritual de cambio periódico que poco varía desde que nuestros antepasados indoeuropeos adoraban a los árboles y les llenaban de adornos la noche de Walpurgis, en que los ritos familiares de muchas religiones griegas, egipcias, judías,... hacían encender velas o candiles, hacerse regalos o drogarse con alcoholes o con cualquiera otra sustancia a mano para celebrar que se había sobrevivido a otro ciclo de las estaciones, a otro viaje de la Tierra a través del Sistema Solar. Toca solsticio.

En nuestra mal llamada Edad Media fijamos, más o menos, el canon navideño actual gracias a una religión que surgió sobre el siglo IV de la Era Cristina: el Cristianismo. Los judíos jesusitas, organizados en concilio por el Imperio, remezclaron varios de los rituales que ya existían. Luego los grandes almacenes del siglo XX completarían el ceremonial a celebrar en estas fechas en el marco lógico del neoliberalismo imperante. El rojo del capelo cardenalicio del Papa Nicolás (San Nicolás) se entremezcló con varios semidioses venidos de los hielos del norte en trineos tirados por renos, que repartían coca-cola y regalos a los niños que habían sido buenos. Que habían sido buenos o malos siempre que sus padres tuviesen dinero para comprarlos, claro. Los niños más ricos, tienen mejores regalos, prueba de que han sido sido más buenos. Los niños más pobres, menos. ¡Algo habréis hecho, sinvergüenzas!.


Spoiler: Aprovecho para decir a los pequeñuelos de la casa que los Reyes Magos no existen, y que de los otros esperamos ocuparnos pronto.

Cada año aprovecho el Hard Reset general de mi comunidad de hablantes y envío saludos y buenos deseos a mi gente a través de un mensaje público a la manera de los políticos. En él suelo hacer hincapié con mi iconoclastia, que me viene de serie, en el leve desagrado y, sobre todo, desconcierto, que me produce la forma de celebración de estas fechas. Escogiendo una mirada "desde el punto de vista de la eternidad" (sub specie aeternitatis), es decir, mirando con mucha distancia, como un extraterrestre que acabase de aterrizar en la superficie del planeta, como un filófoso, de hecho, que a eso nos dedicamos y en eso consiste nuestra actividad. Este año tengo blog, así que para cualquiera que me lea, no solamente mis amigos y conocidos. Pour tous les humains.

¿Dónde estás que tan poco se te ve?.
Es una forma de mediocridad que me niego a poseer.

Quisiera, un año más dirigirme a todas mis amigas y amigos, para desearles que, sea cual sea su religión o ausencia de práctica religiosa, crean en dioses o no, sus dioses estén de moda o haga un milenio que nadie les adora, que pasen 365 días memorables e inmejorables. Creciendo, aprendiendo y llegando a meta, sin lesionarse o curando su sus lesiones, aumentando la velocidad o la distancia o experimentando nuevas sensaciones en la vida.

Y que os traigan muchos regalos.

Y que seáis felices, aunque no os vaya a ver. Os quiero igual.



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