jueves, 3 de abril de 2014

Trail Batalla de Alarcos. Retorno al campo de batalla

Puedo perdonar todos los errores, menos los míos. 
Marco Porcio Catón, el Viejo
Hay una escena que me impactó de la imprescindible película de 1970, "Patton", por la que Coppola recibió el oscar al mejor guión. En ella el excéntrico general americano le dice a su ayudante que quiere ir a ver el lugar donde fue la batalla. Por supuesto, aunque el ayudante cree que se trata de alguna reciente refriega contra el Deutsches Afrikakorps de Erwin Romnel, el zorro del desierto, lo que el general californiano quiere ver es el lugar donde las tropas romanas se batieron contra las cartaginesas en la Tercera y última Guerra Púnica, después de que Catón el Viejo, sentenciara aquello de Ceterum censeo Carthaginem esse delendam (1), porque no bastaba en su opinión con vencer a los cartagineses y solicitaba al Senado de Roma siempre que tenía ocasión, por lo demás, que la ciudad enemiga fuese destruida hasta los cimientos para que nunca más volviese a ser una amenaza para la República.

Patton, 1970
La ciudad de Alarcos fue también destruida y solamente escarbando (arqueológicamente) por la zona cercana a Poblete, Ciudad Real, encontramos sus casas y, también incluso, algún camello con armadura y su jinete armado con cimitarra de media luna, ambos venidos a morir allí hace más de ocho siglos desde el norte de África. Quizá desde los territorios almohades de lo que un día fue Cartago y algún día sería Túnez.

Por Poblete también encontraremos buena gente como el gran Ivan Palero, cabesc, que organiza cada año el Trail Batalla de Alarcos. Un "entrenamiento" no competitivo por el lugar donde fue la batalla. Y no muy lejos de allí, en Ciudad Real, también a los amigos y ahora compañeros de equipo, proyectos y aventuras de Corriendo por el Campo.

Alarcos ardió y su población superviviente trasladada al actual Ciudad Real. Cartago desapareció y la herencia cultural fenicia se disolvió en el Mediterráneo como la sal en el Mare Nostrum. No sabemos como hubiese sido el mundo si en lugar de una herencia greco-latina hubiésemos tenido un Viejo Mundo arraigado en la tradición de la superpotencia norteafricana, si tuviésemos una raigambre greco-fenicia. Si Baal nos fuese tan familiar como el dios Júpiter. Si los filósofos cartagineses hubiesen reescrito a Platón y Aristóteles. No sabemos si la tradición judía helenística se hubiese convertido en algo parecido al cristianismo y si, posteriormente, hubiese aparecido una secta judía árabe como la de los musulmanes. Sería otro mundo contrafáctico, un imposible pudo ser y no fue. Con otros países, con otras religiones y con otros idiomas.

Casi como si algún acontecimiento clave de nuestra vida hubiese sido de otra manera a como fue y fantaseáramos con como podría haber sido todo de haber sucedido de otra manera.

Sobre la batalla de Alarcos poco recordaremos del colegio. No es uno de esos acontecimientos que se consideren relevantes y el motivo no es otro que porque en aquella ocasión nuestros antepasados andaluces musulmanes, aunque había algún cristiano combatiendo con ellos, le dieron una paliza a nuestros antepasados nortemesetarios cristianos aunque, como casi siempre y aunque se usen como excusa, no eran cuestiones de dogma religioso las que se discutían a espadazos, técnica por otro lado hoy caída en desuso porque las discusiones entre países se pueden dirimir por métodos mucho más sofisticados, científicos y avanzados, como por ejemplo, a misilazos.

Como sería Europa si la mal llamada Reconquista hubiese discurrido de otra manera tras la batalla de Alarcos, si no se hubiese dado la vuelta a la tortilla en la llamada de Las Navas de Tolosa, es un ejercicio de imaginación que es mejor no dejar en manos de integristas de una una religión u otra. Mejor jugaremos llegado el caso con Cartago, que queda más retirado y nos dará más juego.

Un año después vuelvo de nuevo al campo de batalla.

¡Qué Baal nos proteja! ¡Baal Zebul, dios de la guerra!(2) Probablemente adorado por estas tierras durante el periodo de influencia fenicia en Iberia por las tropas de Asdrubal cuando atravesó las provincias hoy manchegas camino de Roma.

Hace un año estaba yo inmerso en una gran guerra personal de múltiples frentes y combatía encarnizadamente en batallas de todos ellos por no perderme a mi mismo como los cartaginenses combatían a la República de Roma. Luchaba para no ser pisoteado por personas miserables que me deseaban el mal y actuaban de forma mezquina y acosadora. Luchaba por empezar una nueva vida lejos de los proyectos vitales que creía para toda la vida y que se habían acabado en minutos y también luchaba en el difícil frente de olvidar lo que podría haber sido y no fue. Tres frentes, Norte, Central y Sur a los que enfrentaba, entre otras formas, entrenando muchísimo. Como resultado indirecto de la crisis estaba más fuerte que los tornillos de un submarino.

File:Map of Rome and Carthage at the start of the First Punic War.svg

Quizá por la confianza en mi buena forma física, o por el placer que experimentaba dejándome caer por traileras en las que estaba mejorando mucho mi técnica de bajada, ahora bastante perdida, o porque tenía que ocurrir, porque asumimos un riesgo cada vez que salimos a correr y si lo hacemos a menudo, la probabilidad de torcerse un tobillo va aumentando y al final lo difícil es no tener nunca un esguince, el año pasado me hice un desaguisado entre un parpadeo y el siguiente. Ya lo conté por aquí.

Otra escena en la ciudad de Cartago: La familia Barca, Anibal presente, se reúne en el templo de Baal en silencio para renovar su juramento familiar. ¡Odio eterno a Roma! ...y, claro, con semejante voto, así les fue. Si se enfrenta odio contra odio, siempre acaba la cosa muy mal. El odio eterno a Roma de los Barca acabó en cenizas cuando fue superado por el odio eterno a Cartago de Catón el Viejo, que se impuso en el senado de la ciudad, ella si, eterna. Quizá la mayor victoria a la que se puede aspirar en cada frente personal, en nuestras batallas diarias, es cerrarles sin odio. Qué se ponga fin a las hostilidades sin que queden sentimientos destructivos. Esa si que es una gran victoria si se consigue.

Y si corriendo es inevitable a veces hacerse daño y lesionarse, el mejor final posible es volver a recuperar la forma física y que las lesiones se curen por completo para regresar al combate como si  nunca se hubiese caído en tierra.

Este sábado, Trail Batalla de Alarcos. Volvemos al campo de batalla.

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(1) Por lo demás, creo que Cartago debe ser destruida.
(2) ¿Belcebú?


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