miércoles, 10 de diciembre de 2014

De archiduques y mitocodrias

"La ignorancia produce confianza más frecuentemente que el conocimiento: son aquéllos que saben poco, no los que saben mucho, los que con tanta seguridad afirman que tal o cual problema no será resuelto nunca por la ciencia." 
Charles Darwin

Cuentan por la Sierra de la Tramuntana que el Archiduque Luis Salvador de Austria (l'Arxiduc), inauguró en el siglo XIX la costumbre europea de irse de vacaciones a Mallorca. Sin duda el clima amable la mayor parte del año, la deliciosa gastronomía, la belleza de la montaña y otro tipo de bellezas que dieron origen a un aumento asombroso de niños de ojos azules en la isla a raíz de los escarceos amorosos del noble pariente de Sisi, fueron decisivos en la elección del lugar de reposo. Reposo activo, por lo que se ve, porque las correrías del ocioso noble al parecer fueron de dimensiones legendarias y así han quedado, en la leyenda popular, en aquella isla. De hecho no es raro en la ciudad de Palma que las personas de ojos claros presuman bromeando de estar emparentados con dinastía de los Habsburgo.

En la Serra de Tramuntana, muy cerca del punto en que fondeaba la embarcación de l'Arxiduc
El grado de parentesco en los seres humanos es mayor del que pensamos por la propiedad de enorme crecimiento que tienen las funciones exponenciales. Como en la leyenda del inventor del ajedrez, que solamente pedía que por cada casilla del tablero se le diese el doble de granos de trigo que tenía la casilla contigua, empezando a contar desde un extremo con un solo grano, el crecimiento de nuestros antepasados se multiplica por dos en cada generación. Dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos, treinta y dos progenitores de nuestros tatarabuelos (como se llamen), sesenta y cuatro en el siguiente escalón... si no se repitiese ninguno en un milenio el número de nuestros ancestros se elevaría a unos treinta y tres millones y medio de antepasados directos.

Los estudios del ADN mitocondrial, además, han arrojado nueva luz sobre el parentesco exacto entre poblaciones de seres humanos con grave descrédito de las teorías que sostenían la posibilidad de una "pureza racial" algo que, por otro lado, no sería rentable desde el punto de vista adaptativo. Estudios que esperaban confirmar la existencia de una raza japonesa, vasca o judía tienen menos fundamento que unas lentejas cocidas con una pastilla de starlux. El esperma masculino (perdón por mezclar la fons vitae en el mismo párrafo con las lentejas en un repugnante guiso literario. Si mantenéis la imaginación bajo control evitaréis que os asalten a la conciencia escenas escatológicas), el espermatozoide para ser más exactos, es una célula superespecializada que solamente tiene en su "cabeza" un núcleo con la mitad de los cromosomas necesarios para hacer un ser humano y una colita (con perdón) con la que propulsarse hasta su destino, el óvulo. Este, además de la otra mitad de las instrucciones de montaje cuan estantería del Ikea, también tiene otros orgánulos propios de cualquier célula, como la mitocondria. La mitocondria también tiene un juego completo de instrucciones, para hacer cosas de mitocondria y, al parecer, para otras cosas también, pero al contrario del ADN del núcleo celular del óvulo no se recombina con el material genético masculino y pasa sin alterarse prácticamente de una generación a otra. Los cambios y mutaciones son tan graduales y previsibles en el material mitocondrial que es posible, comparando el de dos personas (dos seres vivos con mitocondria, de hecho), establecer con exactitud cuantas generaciones hay hasta su antepasado en común que, por supuesto, siempre existe.

Más Serra de Tramuntana, caminándola, que no todo va a ser correr.
La teoría del "homúnculo" que representa al espermatozoide como "un hombre chiquitito" también sirve para hacer muchos chistes. Os desanimo a ello graciosillos del mundo.

Valldemossa
Ahora sabemos cosas tan incómodas de saber para algunos como que la distancia genética entre un coreano, un andaluz y un aborigen australiano es menor que la que puede haber entre dos etnias concretas de humanos en África. Que hay genes de legionarios romanos en algunas provincias de China. Que los descendientes de los judíos de los que habla la Biblia son los palestinos árabes y cristianos que viven reprimidos por el gobierno de Israel, gobierno creado por emigrantes sionistas de religión judía que descienden de otros pueblos convertidos a la religión de Abraham o que los apellidos vascos con más solera transportan herencia bereber.

Sabemos que estamos mucho más mezclados y remezclados de lo que pensábamos, que no hay razas "puras" y que somos todos y todas "muy parientes". Más que otras especies animales porque la nuestra parece que estuvo tan cerca de la extinción en algún punto que solamente había un puñado de personas para hacer intercambios genéticos (algo muy divertido, por otro lado, por lo menos el mecanismo de intercambio) y que esa puede ser la causa de nuestra escasa "variabilidad" y carácter "enfermizo" en comparación con otros bichejos que son mucho más resistentes. Somos una especie muy "domesticada" y eso implica que no resistimos demasiado por nuestra cuenta.

Acabando una ruta muy fresca. Que te sople la Tramontana en la Tramontana
te hace comprender el porqué le ponen este nombre a un viento tan poco amistoso.
Estamos tan ocupados en encontrar y forzar diferencias que no existen que no nos preocupamos de ver todo lo que nos asemeja, todo lo que compartimos y que tenemos en común, como catalanes, mallorquines, castellanos mesetarios o maoríes de Nueva Zelanda.

Aprovecho para recomendaros encarecidamente una pateada por la Sierra de Tramontana y, para acabarla, una coca de patata con un chocolate caliente.







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