jueves, 3 de marzo de 2016

Pidiendo disculpas

Los hombres aman sus vicios y al mismo tiempo, los odian. 
Lucio Anneo Séneca

El reencuentro con los amigos del instituto años después es un momento especial. Relajados alrededor de la cerveza. Circulan como si no pasase el tiempo las tapas grasientas de panceta y chorizo distribuidas por la misma mesa que compartíamos, antaño, mientras nos asomábamos al mundo desde la adolescencia y formábamos nuestra personalidad. Entre la nostalgia de la juventud dejada atrás y la pena por la subyugación a las rutinas de los adultos entramos en ese estado de melancolía que alguien definía como "el placer de estar triste".

En esas ocasiones nos dedicamos a recordar, con la impresión de que ocurrieron casi ayer, acontecimientos diarios, ordinarios o extraordinarios que forjaban la parte de nuestro carácter que aún estaba por cocinar. Mitificándolos y elevándolos a nivel de leyenda con el poder de la narración de una historia compartida y mal recordada por un grupo. Como cualquier otra leyenda que en el mundo haya surgido alguna vez. Cada cual recuerda los acontecimientos a su manera y al narrarlos alrededor de la hoguera, de la chimenea, de la mesa de la taberna, se van fijando en un recuerdo colectivo sin imprecisiones, un canon casi siempre levemente inventado. Las historias, además, siempre crecen, nunca se hacen menos épicas o más aburridas a medida que son contadas una y otra vez.

Nos reconocemos porque somos los mismos, pero no, no nos reconocemos, porque ahora somos otras personas. Igual que la paradoja de Heráclito, que no permite a un hombre bañarse dos veces en el mismo río, porque ni el hombre, ni el río, son lo mismo la segunda vez, pero tozudamente como en Parménides, si algo es lo que es, no puede dejar de serlo. El cambio es mera apariencia.

El niño ya se encuentra mejor,
se le ha pasado el pixelamiento completamente.
Gracias por preguntar
Además, ¿Quién ha dicho que el segundo baño heraclíteo sea peor que el primero?

Y surgen las preguntas sobre la vida. Dónde ha ido aquella luenga y densa melena, de dónde han venido esos kilos que se aferran a la cintura y las nalgas como un parásito alienígena, ¡Coño! si tú estás más delgado...

- Es que he empezado a correr.

Y es que muchos han empezado a correr, y algunos no han parado de hacerlo una vez que se han puesto a ello. Porque han descubierto algo que es divertido y gratificante en si mismo más allá de los beneficios para la salud cardiovascular que supone, de la calidad de vida que proporciona la agilidad ganada y de la supuesta mejora del aspecto según el canon estético que condena a las personas gordas a sentirse marginadas y otorga, al parecer, el derecho a algunos gilipollas como uno que me encontré el otro día en la Media Maratón de la Latina, a soltar alguna gracieta irrespetuosa a quien tiene algún kilo de más.

Volvamos al tema, que de la idiocia humana ya hablamos a menudo en este blog...

Y año a año se repite el ritual del encuentro y, a cada año, son más los que agarran la bicicleta, se apuntan al gimnasio, salen a correr por el asfalto o por el monte u (Odín les maldiga) juegan al padel ese. El cambio que experimenta nuestra sociedad se va extendiendo como una mancha de aceite y la gente empieza a valorar una existencia activa como un factor de calidad de vida y de felicidad. Además es divertido. Además te ves más guapo,.. y tu pareja también.

Y también te encuentras la resistencia al cambio en los demás (y en ti mismo). Cambiar es desaparecer un poco. Es un recuerdo de nuestra mortalidad. Todo cambio, incluso cuando es a mejor, implica un memento mori y se encuentra con la tozudez de quien se resiste a que las cosas no sean inmutables. Algo bastante chocante y que te obliga a justificarte, a decir (como Parménides) que nada ha cambiado en el fondo:

-Mira, ves, no te preocupes. Sigo bebiendo cervezas.

Me preguntaba hace poco, y no me atrevo a decir lo que se me pasa por la cabeza, sobre el por qué hay la necesidad de incorporar explicitamente al nombre de tantos grupos la idea del consumo de alcohol: Drinking runners, Beer runners, "Cañas y barro" (estos somos nosotros)...

Entreno inaugural de "Cañas y barro". Por ahora haciendo honor
a su nombre y, por lo que se ve, mucho bien a los cultivos de secano
Hay mil facetas de la vida cotidiana e innumerables alimentos y bebidas consumidos por nuestra sociedad, pero el valor simbólico de incorporar la ostentación del consumo de alcohol a un equipo/club/pandilla deportivo/a tiene algún significado. La conjunción de ambos es, creo entender, una petición de disculpas.

Pero, ahí está la pregunta tramposa de hoy. ¿Por qué pedimos disculpas?

No me refiero a la necesidad psicológica de del acto de disculparse, que queda para otro día, sino del objeto del acto de habla. Si nos disculpamos por la cerveza o por correr.

¿Qué decimos? "No te preocupes porque corra, que también tengo malos hábitos" o "No pasa nada por tomar cerveza, lo compenso haciendo ejercicio".

Yo, si soy sincero conmigo mismo, creo que en general se trata de la menos halagadora de las alternativas. La gente pide disculpas por correr y llega hasta el punto de alardear de todo lo que hace, legítimamente y por gusto, que conste, en contra de los beneficios para la salud que le aporta una vida activa.

Porque en el fondo, la imagen (social) de quien no se cuida es también atractiva, y una forma de aunar al atractivo (psicológico) de un cuerpo en forma con el atractivo social, es ser un bebedor-corredor, un tío enrollado que lo mismo se tomas unas cervezas en el bar que se casca cien kilómetros corriendo campo a través. Y, en la medida en la física, el soma, el ámbito de lo corporal lo permita, lo hacemos realidad (salvo porque, hasta cierto límite, ambos caminos son irreconciliables).


Si hubiera algo de verdad en ello, que no lo sé y me temo ser bombardeado por innumerables "estudios científicos" financiados por la industria del alcochol cantando las bondades del burbujeante néctar, si hubiese un ápice de verosimilitud en lo que barrunto, creo que seguiría haciendo lo mismo. Bebiendo cerveza y corriendo. Porque en el fondo es el hedonismo, el placer de ambas actividades lo que me lleva a ellas.
Tam pro papa quam pro rege
Bibunt omnes sine lege
(Tanto el Papa como el rey
beben todos sin ley)
Cantus Buranus. Anónimo
 

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